Numerosos son los artículos ya publicados en este blog sobre la explosión que acabó el 17 de junio de 1937 con el acorazado "Jaime I", amarrado en Cartagena, se han tenido en cuenta relatos y opiniones de diferentes autores, entre ellos la versión de D. Bruno Alonso, Comisario General de la Flota y testigo presencial desde el crucero "Libertad" y la del reconocido historiador D.Pedro Mª. Egea Bruno. Una explosión que aún hoy en día sigue arrojando incógnitas en cuanto a su autoria y sobre sus causas. No podía faltar la versión de Manuel D. Benavides, incluida en su gran libro "La Escuadra la mandan los cabos" (1), y por tanto procedo a transcribirla a continuación.
Acorazado "Jaime I" Tenerife. Primaveras de 1936 |
LA EXPLOSIÓN DEL "JAIME I"
Parece como si la República se hubiera confabulado para que no actuase el "Jaime" con su excelente artillería de 305/50. El pretexto de que andaba poco y se hallaba expuesto a ser torpedeado era fútil, ya que podían flanquearlo los destructores.
Días antes de la explosión, apareció en el Arsenal un repuesto de tuberías, las que el acorazado necesitaba para mejorar su andar. Ubieta había mandado traerlas del Norte. El espionaje se anticipó a que las tuberías se montasen.
Con el "Jaime I", la Escuadra podía ir a todas partes. El acorazado era invulnerable a las bombas de aviación que se empleaban en nuestra guerra y su superioridad sobre los barcos facciosos, aplastante. En el bombardeo de Ceuta había desmontado las baterías de la plaza rebelde. Su bombardeo de Algeciras despobló la ciudad e hizo posible un desembarco, sugerido por la dotación a Madrid... Y en los cuatro primeros meses de campaña naval, hundió el "Dato" y patrulló el Estrecho sin que se le opusiera enemigo. Al sobrevenir la explosión estaba en estudio un proyecto para dotarlo de artillería antiaérea.
El comisario del "Jaime" nombrado por Bruno, Pradal, diputado socialista por Almería, buena persona, no conocía su oficio y no existió como comisario. Él y la dotación se ignoraban. El "Jaime" se envío a Almería de batería flotante, después de la pérdida de Málaga. Estaba bien mandarlo a Almeria. Pero el acorazado debió volver a Cartagena a limpiar fondos, aunque tuviese que esperar a que el "Cervantes" abandonara el dique. El "Jaime" necesitaba asimismo arreglar calderas. Se le retuvo en Almería y los ataques de la aviación rebelde se multiplicaron.
Al volver con la Escuadra de bombardear la costa de Motril a Almuñecar y las fábricas de Salobreña, conducido por un mal práctico, varó en Punta Entinas. Durante el mes de mayo la violencia de los ataques aéreos aumentó: el 21, el acorazado sufrió tres bombardeos, que empezaron a las siete y cuarto de la mañana; en el segundo le colocaron tres bombas, dos en cubierta y la tercera rozó la amura de babor y explotó en el agua; la explosión causó 20 heridos, una brecha de 20 metros y un incendio pronto sofocado. El 22 de mayo los ataques fueron dos y de noche; el 23, tres ataques de noche; el 24 otros dos...El disgusto de la marinería era grande porque los dos comandantes y el comisario no dormían a bordo.
Alcanzado varias veces, el "Jaime" se trasladó a Cartagena, Las averías no eran de consideración. Se comenzaron las obras de los arreglos. El Arsenal ordenó descargar las municiones de los pañoles de pólvora y proyectiles. Debían haberse descargado primero los pañoles más peligrosos, los de pólvoras; se dio preferencia a los de proyectiles, y en lugar de adelantar la descarga de los pañoles de pólvora del centro, se empezó a descargar por los extremos.
Ejercían los mandos, el faccioso camuflado Francisco Benavente y su segundo, el tercer maquinista José Morales, hombre débil asustado por la F.A.I. Ninguno de los dos se encontraban en su puesto al ocurrir la catástrofe. Benavente se había ausentado de Cartagena. La descarga se hizo lentamente, mientras se daba clase en las torres, en contacto con los pañoles abiertos, a los marineros que aspiraban a ser cabos. Figuraba en la dotación un cabo electricista, de las promociones hechas por Ángel Cervera, tipo meloso, de un catolicismo infrahumano. Pertenecía a la Orden de la Misericordia. El oficial de cargo de artillería, de dudosa significación y el comandante lo trataban con deferencia. El cabo de la Orden de la Misericordia no sabía reír. Hacía "¿Je,je!", nunca se rió "¡Ja,ja!". Sus opiniones coincidían con las de las persona con que hablaba; él no solía opinar. Tenía manos de usurero de sacristía y manejaba los alambres como si fueran cuerdas de su propio cuerpo. El cabo electricista tampoco se encontraba a bordo el 17 de junio de 1937.
A las tres y cuarto de la tarde se produjo la explosión en las torres de babor de 305; se desprendieron tres cubiertas, colgó de un lado la chimenea y voló la parte alta del caparacho blindado de la torre.
Los marineros huyeron de cubierta al grito de "¡Aviones!" y se refugiaron en el interior del buque, donde perecieron abrasados. Se pararon los relojes y una ola de fuego recorrió el barco de proa a popa. Se alzaron en el aire hombres despellejados, con brazos y piernas convertidos en antorchas. Lanchas y marineros fueron despedidos a grandes distancias. Con el cuerpo y las ropas en jirones, se vieron aparecer sobre las planchas de acero retorcidas, figuras espantables, con fuentecillas de sangre brotándoles de los dedos. El "¡ouh!" de los alaridos se oyó cuando, al roce del agua, las quemaduras de los que cayeron al mar despertaron el dolor. Agarrados a las cadenas de las anclas se arracimaban los heridos....Trescientos muertos.
La Escuadra maniobró para evitar los riesgos de nuevas explosiones, y antes de que el fuego se corriera a los pañoles de otras torres, se abrieron las válvulas de inundación.
El ministro llegó en avión a Cartagena. Visitó el hospital. Lloró. Se nombraron jueces, que designaron perito al director de la Constructora Naval, Esteban Calderón, teniente coronel de Artillería de la Armada. Interrumpióse el viaje del "Jaime" al fondo del mar, se le achicó el agua y el perito entró en el barco para reconocerlo.
Estas fueron las conclusiones:
a) La explosión podía atribuirse a una combustión espontanea de las pólvoras. Se desechó la hipótesis porque, periódicamente, se estudiaba el estado de las pólvoras y del cotejo de estos estudios resultaba que las pólvoras se hallaban en buen estado.
b) La explosión podía atribuirse a una elevación súbita de la temperatura. También se desechó esa hipótesis, porque se llevaba registro de las temperaturas que no indicaba anormalidad.
c) La explosión podía atribuirse a que, como se trabajaba con soplete en el barco, los sopletes se hubieran puesto en contacto con el pañol. Pero los sopletes trabajaban en cubierta aislados con sacos de arena.
Quedaban otras dos hipótesis: imprudencia o sabotaje. La explosión había sido incompleta; el pañol de proyectiles no voló. La onda explosiva dirigióse hacia arriba y hacia los lados y encontró su salida por la chimenea, parte débil, tras de destruir las calderas.
¿Donde se ocultaba el saboteador?
El ex subsecretario Benjamín Balboa también hizo una información. Balboa acudió al hospital. Los heridos le preguntaron: ¿Cree usted que el "Jaime" se salvará?. El marinero Carneiro Camino, que nadó hasta el "Libertad", al ser recogido a bordo preguntó: ¿Y como está el barco?, y comenzó su agonía, que terminó aquella noche. Con las orejas comidas por el fuego, el cabo Rogelio Souto, de los que rescataron el acorazado en julio, pedía desde la cama que lo incorporasen a otro buque. Los marineros de julio no se cuidaban de sus heridas sino de si el barco se salvaría. Es lo que preguntaron los moribundos antes de morirse.
El jefe de la Base de Cartagena, Valentín Fuentes, invitó a comer a Balboa:
-Lo lamento mucho- le dijo- tienes que marcharte en un plazo de 24 horas. Acato ordenes superiores.
Desmontados los cañones del 10, se artilló con ellos a los guardacostas de la Flotilla de Vigilancia y Defensa Antisubmarina de Cataluña y a otros barcos auxiliares. Los de gran alcance no se emplazaron, dos se enviaron a Sagunto. El desmontaje se hizo rápidamente. El ejército reclamaba artillería; se puso a su disposición la del "Jaime" y los cañones no llegaron a utilizarse ni tampoco se montaron en la costa, aunque sobró tiempo. Las costas carecían de artillería para combatir los bombardeos de los cruceros "Canarias" y "Baleares".
El cabo electricista de la Orden de la Misericordia, que al reírse hacia "¡Je,je!" y nunca "¡Ja,ja!", lo veremos reaparecer a bordo del "Méndez Núñez" en el combate del Cabo de Palos.
Desguazado el "Jaime", Franco lo entregó a los italianos a cuenta de sus deudas con ellos.
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Mi opinión sobre las causas de la explosión, ya razonada y reiterada en varios artículos anteriores, es que la misma fue un acto más de sabotaje, de los muchos que se llevaron a cabo en la Flota, a manos del gran número de infiltrados facciosos que en ella había desde el comienzo de la guerra.
Benito Sacaluga.
(1) Publicado junto con "El último pirata del mediterráneo". Edicios Do Castro. (ISBN:84-7492-774-9). 4ª edición 2005.