La situación política europea durante la Guerra Española (1936-1939) pasaba por ser pre-bélica. La cada vez más potente amenaza nazi sobre una invasión de los países europeos hacía que la República española albergase ciertas esperanzas de ayuda por parte, principalmente, de Inglaterra y Francia. Así habría sido si la guerra hubiese durado unos cuantos meses más. La puesta en marcha de la maquinaria nazi para fundar su gran imperio en Europa tuvo lugar el uno de septiembre de 1939 con la invasión de Polonia, y de forma inmediata se produjo la declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio británico y la Commonwealth al Tercer Reich, el gran "amigo" y facilitador junto con Italia, de la victoria en 1939 de los militares españoles sublevados en 1936. Sin duda, y simplemente por su propio interés, Inglaterra y Francia, las mismas naciones que hicieron durante tres años la vista gorda a las ayudas alemanas e italianas a los fascistas españoles, habrían intervenido para impedir una victoria franquista y evitar así que España se convirtiese en el tercer país del eje Berlín-Roma.
Cuando Francia e Inglaterra se dieron cuenta de la realidad de los planes de Hitler ya era demasiado tarde. La guerra en España hacia cinco meses que había terminado y Franco, sobre el papel, había declarado la neutralidad de España. Con la entrada en la guerra de Italia al lado de Alemania (1940), Franco cambió su posición neutral de España a la de no beligerante, posición que se mantuvo gracias a que los ingleses llenaron de millones los bolsillos de los ministros franquistas, una no beligerancia que no impidió una extraordinaria ayuda al régimen nazi, División Azul incluida.
Sobre la situación en Europa, el Teniente Coronel Maquinista Benito Sacaluga Rodriguez publica el 29-10-1938, a cinco meses del fin de la guerra, un artículo, cargado de ironía, en el semanario "La Armada":
LA FUERZA DE LA "RAZÓN"
Del mismo modo que en 1918 se impuso en Versalles, la fuerza de la «razón» se ha impuesto en Munich (1) en 1938. Entonces, como ahora, hubo rechinar de dientes y resignación forzada, de una parte, y satisfacción, seguridad y convencimiento pleno de que la paz del mundo estaba asegurada, de otra. El Palacio de la Paz de La Haya no intervino entonces en el resultado de la contienda; pero se creó después la Sociedad de las Naciones para la seguridad colectiva, la cual para nada ha intervenido ahora en las decisiones de la Conferencia de los Cuatro, aunque se encontraba funcionando durante sus decisiones.
En 1918, entre otras cosas, y consecuente al Tratado de Versalles, se creó la nación checoslovaca, renació Polonia con su célebre «pasillo» de Dantzig, quedó reducida a su más mínima expresión Austria, además de quedar separada de Hungría, se expansionó Rumania, etc. Esto es, las naciones victoriosas variaron el «mosaico» centroeuropeo, dándole satisfacción a los «irredentos» de entonces, sin perder de vista sus intereses. Estas, como Francia, además de recuperar sus dos provincias, se repartió con Inglaterra las colonias alemanas. Italia, «aliada» de los imperios centrales, después de traicionarlos, también «redimió» a los pueblos irredentos, consiguiendo aumentar sus posesiones. La paz quedó "asegurada".
Se impuso la «razón» entonces como se ha impuesto ahora. El pueblo, el verdadero pueblo que en aquellas fechas luchó, se desangró y sufrió todas las penalidades de la guerra mientras ésta creaba a los «nuevos ricos» - tanto de un bando como de otro- , quedó satisfecho, pues había luchado como le correspondía; pero, a fin de cuentas, vio que en su condición social, no solamente no adelantó un paso, sino que aumentó la miseria colectiva en el mundo entero.
El Capitalismo, dividido entonces, causante de la guerra, tuvo que reorganizarse después de la lucha y cambiar de táctica. La guerra (2) le resultó un mal negocio. Las deudas, aún no liquidadas, impusieron sacrificios... a los obreros. ¡A los que lucharon y dieron su sangre generosa! ¡Los que en legiones de «parados» exponían su miseria en Europa y América! Los Gobiernos respectivos concedieron un subsidio a estos «parados», máscara de limosna, que fue lo que en realidad consiguieron los combatientes de uno y otro bando.
Todos ellos, aún no podrían decir, concretamente, la causa por la cual se estuvieron matando durante cuatro años, desde julio de 1914 hasta noviembre de 1918. La guerra se inició por un atentado contra unos archiduques austriacos, y a partir de ahí se enredaron las «cosas» como las cerezas; «todo», sin embargo, estaba preparado. Como está hoy. En resumen, quienes «lucharon» fueron las dos ramas del capitalismo con «su gente» por la hegemonía de sus mercados mundiales, saliendo ambas derrotadas económicamente.
Pero ellos -los capitalistas- siguieron comiendo, viviendo y gozando de la vida. Los que efectivamente lucharon, sin más interés que su patriotismo -explotado éste por los mercaderes sin patria de todos los países- , sólo consiguieron una limosna oficial. Buena debió ser la lección.
Entonces, y mucho antes del reparto de la limosna oficial, el único pueblo que se dio cuenta de lo que se debatía en tan cruenta lucha, fue Rusia, la que, en vez de seguir luchando estúpidamente, volvió las armas contra los explotadores, contra el enemigo común y sus asalariados cómplices. Allí pasaron hambre todos los ciudadanos, lo mismo los ex capitalistas que los proletarios. No intervinieron en el Tratado de Versalles, como ahora no han intervenido en la Conferencia de los Cuatro. (Munich 1938)
A dicho pueblo, después de hechas las paces entre los capitalistas, se unieron éstos para combatirlo; pero consiguieron lo que van a conseguir hoy los que combaten a la República española. A pesar de la traición de Italia a los imperios centrales en aquella fecha, se unen hoy a Alemania para combatir al Comunismo.
El primer golpe más destacado contra este fantasma lo da Italia en Abisinía; nación ésta, “completamente comunista”, transige Inglaterra. El segundo, ayudada por los “nacionalistas” es la invasión de España. Transigen Inglaterra v Francia, y, además, se constituye el Comité de No Intervención, cuyos resultados no hay necesidad de exponer. Invaden Austria los alemanes. Todo el mundo callado. Se quiere mantener la paz. Checoslovaquia peligra. Inglaterra y Francia, creadoras de esta República laboriosa y tranquila. están comprometidas a mantener su integridad e independencia. El supuesto agresor de 1913 lo es realmente en 1938. Para «definirlo», sin duda, recibe éste mensajes de casi todos los gobiernos interesados por la paz.
El agresor perfectamente «definido», mantiene su agresión a plazo fijo. La soberbia "Albión", Francia y el «pacifista» Mussolini visitan al Dictador de Europa. Los cuatro se entienden. De la conferencia resulta un verdadero “éxito” de las democracias. Las naciones comprometidas en mantener la integridad de Checoslovaquia le hacen saber a ésta que tiene que ceder «voluntariamente» la desmembración de su territorio -la desaparición completa vendrá después-, de no acceder a ello quedarán libres de todo compromiso, puesto que una negativa de su parte daría lugar a la guerra, y ellas estaban dispuestas a mantener la paz a toda costa. A toda costa de Checoeslovaquia. naturalmente. Esta, ante tales «consejos», cede, y una vez abierto el portillo, se precipitan sobre ella Alemania. Polonia y Hungría. Francia, separada de Rusia y a remolque de Inglaterra, ve retirarse el fantasma de la guerra, pero no por eso desaparecen de sus fronteras los cañones y fusiles alemanes e italianos.
No importa. Inglaterra cumplirá siempre con sus compromisos. También pueden vivir tranquilos los demás pueblos, que, bajo la protección de ella, se mueven dentro de su órbita de atracción. Después de lo visto pocos quedarán.
Al espectro de la guerra se le ha echado un tupido velo. ¿Hasta cuándo? Y por si esto fuera poco, aún quedan los «nacionalistas de España, los que esperan, con la ayuda de Mussolini, llevar a cabo la gigantesca obra de hacer a España única; la cual sería -si los dejáramos- un verdadero imperio, católico, apostólico y «romano». (3)
Benito Sacaluga Rodriguez
La Armada 29/10/1938
Las potencias europeas se negaron a apoyar a España por miedo a una reacción nazi, sin embargo cuando todas ellas fueron pasto del nazismo los republicanos españoles las ayudaron a vencerlo. Cosas de la vida.
Benito Sacaluga
(1) El autor se refiere a los acuerdos de Munich, firmados durante la noche del 30 de septiembre de 1938 por los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, con el objeto de solucionar la Crisis de los Sudetes.
Adolf Hitler había prometido sólo anexionarse los Sudetes (territorio poblado por checos de origen alemán), pero no cumplió su palabra y empezó a presionar a los gobernantes de Checoslovaquia para que aceptaran el control alemán sobre el país.
(2) El autor se refiere a la I Guerra Mundial
(3) Finalmente los "nacionalistas" consiguieron su objetivo, haciendo buenas las predicciones del autor del artículo, hicieron de España un país sometido por el nacional catolicismo y gobernado bajo las consignas del fascismo "romano".
Las potencias europeas se negaron a apoyar a España por miedo a una reacción nazi, sin embargo cuando todas ellas fueron pasto del nazismo los republicanos españoles las ayudaron a vencerlo. Cosas de la vida.
Benito Sacaluga
(1) El autor se refiere a los acuerdos de Munich, firmados durante la noche del 30 de septiembre de 1938 por los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, con el objeto de solucionar la Crisis de los Sudetes.
Adolf Hitler había prometido sólo anexionarse los Sudetes (territorio poblado por checos de origen alemán), pero no cumplió su palabra y empezó a presionar a los gobernantes de Checoslovaquia para que aceptaran el control alemán sobre el país.
(2) El autor se refiere a la I Guerra Mundial
(3) Finalmente los "nacionalistas" consiguieron su objetivo, haciendo buenas las predicciones del autor del artículo, hicieron de España un país sometido por el nacional catolicismo y gobernado bajo las consignas del fascismo "romano".