(1) La espectacular tragedia del Titanic provocó que desde un primer momento los periódicos emprendiesen una frenética labor entre los supervivientes al hundimiento, la necesidad de publicar se antepuso a la comprobación de la veracidad de los relatos de los pasajeros desembarcados del Carpathia en el puerto de Nueva York para dar paso a los detalles sensacionalistas.
Impulsada por el senador republicano William Alden Smith se crea una comisión investigadora en el Senado de los EE.UU, compuesta por otros seis senadores y el propio Smith. Cuando el Carpathía atracó en Nueva York, llevando a bordo a los supervivientes, el senador Alden estaba presente en el muelle. Al día siguiente, en un salón del Hotel Astoria, comenzó la primera sesión con la asistencia de periodistas y curiosos, el salón se llenó por completo y muchos asistentes tuvieron que presenciar el acto de pie.
El primero en ser escuchado fue Mr.Ismay, presidente de la White Star, comenzando su declaración expresando el dolor por las vidas humanas perdidas. A continuación la comisión le preguntó por qué él se había salvado mientras más de mil quinientas personas habían perdido la vida por la ausencia de botes salvavidas. Se defendió argumentando que en el momento en que bajaban el bote C no había mujeres ni niños en las cercanías.
A continuación le tocó el turno de declarar al capitán del Carpathia, Arthur Henry Rostron, que fue tratado por el senador Smith como un héroe, y autorizado a continuar la navegación en el Carpathia hacia el Mediterráneo esa misma tarde.
Siguieron declaraciones de numerosos nombres ilustres, entre ellos el científico Guglielmo Marconi, que se puso a entera disposición del jurado si este quería profundizar en algún tema.
Al día siguiente comenzó el interrogatorio a los testigos. El tercer día la investigación se traslada al Capitolio, en Washington. A medida que avanzaban los días aumentaban los detalles que confirmaban la opinión ya difundida de que la tragedia se había debido a una sucesión de hechos negativos. El oficial J.Groves Boxhall admitió no saber que los botes salvavidas podían cargarse plenamente antes de hacerlos descender al mar; el vigía Frederick Fleet declaró que si hubiera tenido unos binoculares habría podido ver antes el iceberg. Mientras tanto la prensa estadounidense atacaba duramente al armador, además retenido en EE.UU por ordenes del senador Smith
Estas durisimas publicaciones fueron vistas en el Reino Unido como un nuevo ataque antibritÁnico por parte de los yanquis, incapaces de aceptar la supremacía de la Marina Británica.
Se procedió a investigar el tráfico telegráfico mantenido entre el Titanic y los buques que se encontraban en las inmediaciones. Un maquinista del Californian declaró a la prensa que se habían visto bengalas de llamada de auxilio lanzadas desde el Titanic y que el capitán no había intervenido para salvar a los náufragos.
En su comparecencia ante la comisión, Lord, el capitán de Californian, contestó a las preguntas que le efectuaron, todas intrascendentes y sin aludir a las declaraciones de su maquinista. La opinión pública se mostró implacable y durante largo tiempo, provocando finalmente la dimisión de Lord. La comisión continuó su trabajo durante diez días más, durante los cuales se volvió a interrogar al presidente de la White Star en cuatro ocasiones.
El 28 de mayo, el senador Smith presentó al Senado de Estados Unidos una relación final de 23 páginas sobre toda la investigación, después de escuchar a 68 testigos elegidos entre los más de 700 supervivientes. Sus "culpables" fueron el capitán Edward John Smith, que minimizó el peligro de los icebergs y no dio orden de reducir la velocidad del barco, y el capitan Stanley Lord por no haber proporcionado desde el Californian asistencia inmediata a los náufragos.Muy distinto fue el parámetro de juicio usado frente al capitán James Henry Moore comandante del Mount Temple, que también retrasó la intervención de su barco en la zona del hundimiento para evitar el riesgo de los icebergs.
Se puso en evidencia que los compartimentos estancos no habían funcionado como se esperaba; pero el astillero de Belfast no fue atacado de manera directa y la figura de lord Willian James Pirrie no resultó cuestionada.
El documento preveía una serie de sugerencias tendentes a hacer más segura la navegación transoceánica en particular, con la adopción de la más severa normativa norteamericana en lugar de la débil y superada del Imperio Británico.
La investigación del Senado de Estados Unidos no podía ser bien aceptada por el poder británico ni por la opinión pública, en general, del Reino Unido, fundamentalmente porque tocaba el orgullo nacional, ya herido con el naufragio. El propio hecho de efectuarse una investigación en un país extranjero sobre un barco de Su Majestad no podía ser aceptado sin más; el modo en que el senador Smith condujo la investigación y la ferocidad de los relatos periodísticos fueron analizados y criticados con ardor por los británicos, que vivieron la iniciativa como un ataque político contra su nación.
El senador Smith no era, por cierto, experto en temas de navegación marítima y sus preguntas revelaron más de una vez su profunda ignorancia en la materia. Por lo tanto, ¿que credibilidad podía tener su decisión de retener e impedir el regreso de la tripulación y en particular del presidente de la Star, puesto en la picota del peor modo?. Todo fue vivido como una absurda y desmañada tentativa de desacreditar ante el mundo entero la experiencia y profesionalidad de la tradición marinera británica. Tendría que haber sido el Ministerio de Comercio Marítimo del Reino Unido, única autoridad reconocida, quien hubiese establecido con serenidad y profesionalidad que mecanismos no habían funcionado y que medidas, en términos de seguridad en la navegación era necesario pensar para el futuro inmediato.
Pasado el gran revuelo que levantó la investigación norteamericana, le tocaba a la justicia británica demostrar al mundo entero como de debía llevar a cabo una seria y escrupulosa investigación sobre un desastre naval como el del Titanic, investigación que detallaré en la próxima publicación.
BSA
(1) Extractado. E.Salvat.ISBN 978-84-471-1394-1