Vapor "Aldecoa" |
El 6 de septiembre del 37, los comandantes de cada uno de los buques que van a participar en la operación de escoltar y proteger desde Argel hasta Cartagena a los mercantes “Aldecoa” y “Satrústegui” que transportan víveres para la España republicana, reciben el “panecillo”: un sobre cerrado urgente y reservado con la orden de activar la unidad a su cargo. Conocida la orden, cada comandante encarga a su segundo tener listo el barco (marinería, artillería y torpedos) y al jefe de máquinas proceder a la activación. La orden de operaciones constaba de tres partes: información sobre buques navegando por el Mediterráneo; misión de escolta de los mercantes señalados dándoles convoy hasta Cartagena con ataque al enemigo en caso necesario; y ejecución: detalles sobre el orden de las Flotillas.
Integrado por los cruceros “Libertad” y “Méndez Núñez” mas ocho destructores, el grupo de combate localiza al amanecer del 7 de septiembre a los mercantes en el punto señalado, advirtiéndose ya entrada la mañana la presencia en el lugar de un crucero enemigo, el ”Baleares", por la tarde hace acto de presencia el "Canarias". Fuego cruzado entre ambas escuadras, con daños y bajas en los sublevados, huida de éstos, pérdida de los mercantes por el miedo de sus capitanes ante la refriega, y regreso a Cartagena de la expedición en la madrugada del 8. Era el primer combate en el Mediterráneo entre la escuadra republicana y la sublevada.
El comisario Bruno Alonso, desde el “Libertad” lo vivió así (sic):
“Al comenzar la acción la artillería, se mandó ondear, según las reglas de la guerra marítima, la bandera de combate. Debía hacerlo el timonel marinero. La magnificencia del momento y el nerviosismo propio de la acción, parecían dificultar la maniobra. La grande y hermosa bandera se enredaba entre las drizas y tardaba en subir y ondear, rasgándose al tremolar. Marchaba presuroso hacia el marinero con propósito de alentarlo, cuando admirado contemplo, cómo cuadrándose soberbiamente ante la enseña, ya desplegada al viento, gritó: “¡Rómpete, pero no te rindas!”.
El Comisario de la Flota, Bruno Alonso, dirigiéndose a la tripulación de un buque. Cartagena. Diciembre de 1936 |
Durante cerca de cuarenta minutos se prolongó la acción. Los ocho cañones del “Libertad” disparaban sus andanadas, sin errar sus tiros. El crucero rugía al lanzar sus bocanadas de fuego, brincaba sobre las olas, parecía revolverse, como si le agitara idéntica pasión y furor que sus tripulantes. Un antiguo cabo de artillería, don Eugenio Portas, tenía a su cargo la dirección de tiro. Pronto acertó a colocar una salva de proyectiles en el puente del Baleares, causando bajas y destrozos. Este dispara contra nosotros pero con pésima puntería, aunque pronto cesa de hacer fuego emprendiendo veloz huida… Aquel mismo día a las dos de la tarde, se reanudaba el combate con otro de los cruceros fascistas, que rondaba las aguas mediterráneas en espera del convoy que protegíamos. Apenas terminábamos de comer cuando apareció el “Canarias”, el cual, a una distancia de dieciocho mil metros, abrió fuego contra nosotros. Respondió el “Libertad” rápidamente, ordenando seguidamente el almirante a los destructores que atacasen con torpedos. A los diez minutos, el “Canarias” emprendió la huida, batiéndose en retirada contra los destructores que intentaban tomar posición de ataque sin llegar a él, ya que durante el día era peligrosísimo acercarse a un crucero moderno, cuya artillería alcanzaba los veinticuatro mil metros…
Terminados los combates, regresó la flota a Cartagena sin otra novedad que la pérdida de los dos mercantes, cuyos mandos acobardados al iniciarse la refriega, en lugar de seguir rumbo a Cartagena, mientras nosotros teníamos a raya al enemigo, se acercaron presurosos a tierra, embarrancando uno en la costa e internándose el otro en Bona. Al entrar en Cartagena y desde el castillo del “Libertad”, dirigimos una arenga encendida a aquellos valientes marinos, abnegados y heroicos, que al día siguiente por la mañana habrían de aguantar de nuevo, al pie de sus antiaéreos, los ataques constantes de la aviación italo-germana, que buscaba afanosa objetivo tan esencial como era la destrucción y hundimiento de nuestra flota”.
(1) "La Armada española durante la guerra de los tres años (1936-1939)". Autor: Laureano Rodríguez Liañez, profesor del Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla.
Michael Alpert, en su obra "La Guerra Civil Española en el Mar", nos ofrece una detallada versión del combate, exenta de la síntesis efectuada por el profesor Rodriguez Liañez y del "apasionamiento" de la versión de Bruno Alonso:
Septiembre 1937. Cuatro mercantes republicanos, el Aldecoa, el Antonio Satrústegui, el Mar Blanco y el Mar Caribe regresaban de la URSS con material de guerra. Tan importante convoy tenía que ser escoltado por una poderosa flota, de modo que los cruceros Libertad y Méndez Núñez y los destructores Lepanto, Valdés, Miranda, Escaño y Almirante Antequera salieron de Cartagena para realizar el servicio, rumbo al punto denominado P (Argel).
Al conocer los nacionales la noticia de la presencia de los mercantes, destacaron el Baleares para interceptarlos. A la altura de Cherchel, el comandante Manuel de Vierna vio el convoy, más su escolta de cruceros y destructores. Procuró Vierna pasar por la popa del convoy batiendo a los cruceros y poniéndose entre ellos y Palma para buscar protección si fuera preciso. El Libertad y el Méndez Núñez maniobraron para dar batalla. El duelo artillero comenzó a las 10,44, con un impacto en el Baleares a distancias de entre 16.000 y 13.750 metros. El tiro del Libertad era eficaz y bien centrado, mientras que el Baleares sufría las deficiencias de su dirección de tiro. El Libertad perdió contacto y volvió a reunirse con el Méndez, que por ser lento se había quedado rezagado en un combate que se realizaba a una velocidad de treinta nudos. El Baleares persiguió al convoy republicano. A las 11,25 se intercambiaron disparos a casi 17.000 metros de distancia, sin conseguir impactos.
Se siguió tratando de cortar la derrota del convoy, pero hasta las 17,07 no se volvió a ver buques de guerra republicanos. Estos abrieron fuego, pero únicamente el Libertad, con sus cañones del 152, pudo centrar sin quedarse corto. Los fallos eléctricos de la torres artilleras del Baleares impusieron la separación. Una combinación de mala visibilidad, deficiencias técnicas en el Baleares y gran eficacia en el menos potente Libertad decidieron el enfrentamiento. Sin embargo los mercantes habían tenido que refugiarse en Cherchel o en Argel, donde el Aldecoa quedó embarrancado.
Seis meses más tarde, el seis de marzo de 1938, el Baleares fue hundido por la Flota republicana.
Benito Sacaluga