Publicado en "Nueva Tribuna" el 30/12/2023
España estaba en guerra, el pueblo, sus milicias, junto a los militares leales a la República defendían la libertad ante los militares facciosos sublevados y las fuerzas armadas de la Italia fascista y la Alemania nazi.
El 31 de diciembre de 1936, hace ahora 87 años, un submarino de la Armada de la República Española, el ‘C-5’, desaparecía en aguas del Cantábrico. A pesar del enorme tiempo transcurrido desde entonces, aún no se han aclarado las causas de su hundimiento. Los familiares de los 40 marinos que componían su tripulación siguen por tanto ignorando las circunstancias en las que sus seres queridos perdieron la vida, siguen buscando respuestas que les permitan cerrar, en lo que cabe, su duelo. Tampoco se conoce la situación del pecio, a nadie le ha interesado localizarlo y a nadie le ha preocupado esclarecer las causas de la pérdida del buque.
El ‘C-5’ estaba destinado en el Cantábrico y tenía Bilbao como base de operaciones, allí llegó el 30 de agosto. Desde el principio de la guerra navegó sin Oficial de Derrota, función que desempeñaba su comandante, llevando al buque a varias situaciones de peligro por cálculos erróneos a todas luces cometidos de forma voluntaria, de todos era sabido que José María de Lara y Dorda, así se llamaba su comandante, era incondicional y entusiasta partidario de la sublevación llevada a cabo el 18 de Julio, un entusiasmo puesto de manifiesto en varias comunicaciones con los rebeldes y con su propia familia. Su única ilusión era poner el buque al servicio de los facciosos, al menos dos veces lo intentó antes de partir hacia el Norte, otra más estando atracado en Portugalete (Vizcaya).
Tres días antes de su hundimiento, el 28 de diciembre, se incorpora a la dotación del ‘C-5’ un capitán de la Marina Mercante, habilitado de teniente de navío, Florentino Lacalle Quijano, un santanderino que, en los primeros días posteriores a la sublevación facciosa, dejó la flota petrolera de Campsa para enrolarse voluntario en la Armada de la República. Tras su paso por el ‘C-2’ llega al ‘C-5’ como Oficial de Derrota. La dotación del submarino respira aliviada, por fin un Oficial de Derrota a bordo. Lacalle junto con otro capitán de la Marina Mercante, Avelino Bernadal y el comandante pasan a conformar la escala de mando del submarino. El Auxiliar 2º Radio, el leal José Porto Vigo, es el presidente del Comité de a bordo, por él pasan para su autorización todas las decisiones que parten del comandante. Ningún miembro de la dotación se fía de Lara y tienen estrechamente vigilados todos sus movimientos.
El 30 de diciembre el ‘C-5’ sale desde Bilbao, con la misión de unirse y escoltar a un buque mercante, una referencia a la Orden archivada en el Archivo Naval de Cartagena nos dice:
Submarino ‘C-5’: : Convoyar un barco que entraba o salía de Bilbao, con orden de que si el ‘Königsberg’ se le interponía, le hiciesen fuego. Fecha salida Bilbao 30-12-36.
La misión, según los familiares de la dotación, debía terminar en el puerto de Santander el 31 de diciembre, pero nunca llega a puerto. El día 31 se pierde todo contacto con el submarino, al día siguiente, el 1 de enero de 1937 el Jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico, enviaba al Estado Mayor Central, el siguiente radiograma:
De Jefe F. N. Cantábrico a Jefe E. M. Central (Día 1 de enero):
‘C-5’ salió el 30 de diciembre para efectuar crucero debiendo regresar anteayer careciendo de noticias suyas. Hice varias llamadas por radio sin contestación. Ayer por la mañana (31/12/36) ordené reconocimiento costa por aviación naval sin localizar submarino, pero viendo muchas manchas de aceite a 10 millas al norte de Ribadesella. He dispuesto exploración en zona por pesqueros y el ‘José Luís Díez’.
Al parecer no se hizo nada más, algo incomprensible al tratarse de un buque de más de 900 toneladas, en perfecto estado y con 40 tripulantes a bordo.
La versión de lo sucedido, aceptada tanto por la República como por los sublevados, consiste en que el hundimiento fue a causa de un sabotaje de su comandante, por supuesto una mera suposición al no haber supervivientes y no haberse localizado y examinado el pecio.