(Extractado de “Entre la Historia y la Propaganda: Las dos sublevaciones del acorazado Jaime I en 1936”. Pedro Mª Egea Bruno. Universidad de Murcia)
El Estado General de la Armada de 1936, con pequeñas diferencias sobre la realidad de julio, nos aproxima al factor humano del acorazado. Se anotan 854 hombres, bajo el mando de 30 jefes y oficiales del Cuerpo General. La primera característica a destacar es la juventud de la oficialidad. La media de edad no llega a los 30 años. Todos han recibido su primer nombramiento con el régimen monárquico, algunos durante la regencia de María Cristina, la gran mayoría a lo largo del reinado de Alfonso XIII y los más recientes en la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
La antigüedad en el empleo que ostentan apenas supera los tres años, es decir casi todos han tenido su último ascenso en el bienio radical-cedista, en concreto el 56,5%, a lo que se añade el 17,4% que lo recibieron en la etapa primorriverista. Sólo el 26,1%, ha sido promovido durante el primer bienio, el período más genuinamente republicano. La inmensa mayoría se incorporará al barco a lo largo de 1935. Tan corto espacio de tiempo, para concitar las necesarias complicidades, argumenta que las solidaridades sean ideológicas o de clase. Las de la tripulación también.
En junio de 1936 se encuentran a las órdenes del comandante Julio Iglesias y Abelaira, capitán de navío de 57 años, ascendido en 1932, que ha tomado posesión de su puesto en mayo de 1935 y que es sustituido del cargo en Santander el 15 de julio de 1936 por el también capitán de navío Joaquín García del Valle. El segundo comandante, Francisco Guimerá y Bosch, es capitán de fragata, tiene 48 años y ha alcanzado su empleo en agosto de 1931; está pendiente de tomar plaza y la sublevación lo impide debiendo permanecer en Cartagena. Figuran dos terceros comandantes con el grado de capitán de corbeta, Carlos Aguilar Tablada y Tejón, de 35 años, y Rafael Moro Reyna, de 33.
Se alistan ocho tenientes de navío, entre los que se distinguen por su posterior intervención en el desarrollo de los hechos, José Mª Otero Goyanes, de 30 años, José Cañas Arce, de 28, y Félix Fernández Fournier, de 31. Con ellos, cinco alféreces de navío y seis de fragata. Concurren un capitán de Intendencia, que hace de habilitado, Luis López de Longoria, y un teniente médico, José A. Solana y Gutiérrez-Solana. También oficiales, los especialistas del Cuerpo de Maquinistas de la Armada asumirán, en forma significada, un papel contrario al resto de oficiales del Cuerpo General. Son los casos del comandante Benito Sacaluga Rodríguez, jefe de máquinas, del capitán Tomás Acción Golpe, 2º jefe de máquinas, y del teniente Ricardo Castro Calvelo.
Por debajo, el Cuerpo de Suboficiales (oficiales terceros y auxiliares) con un protagonismo singularizado en la sublevación y en el control del buque a partir de julio de 1936, en particular los maquinistas y el personal de Radio. Se destacarán Antonio Antúnez Aguilar, José Caneiro Pernas, Salvador Corrales Vidal, Manuel Gómez García, Daniel García Rego, José Díaz Peña y Manuel Fernández Olivares. No eran desde luego la mayoría. Para el capitán de fragata Bernardo Navarro Capdevila, “adoptaron una actitud muy cómoda, no interviniendo en la rebelión, sin ponerse en contra tampoco para evitar las consecuencias que ello les hubiera podido traer”. Se contabilizan seis auxiliares navales, 11 de artillería, dos de sanidad, tres de oficinas y archivos, 16 de maquinistas, dos de radiotelegrafía, dos de buzos, cinco de electricidad y 18 de máquinas. Su edad media se eleva a los 35 años por la presencia del personal de máquinas, cuyo promedio es de 42,5. Sin ellos se reduce a 30. El 50% ha ingresado en el escalafón durante los años de la II República y más del 80% ha ascendido durante esta etapa. Un elevado número, algo más del 75%, se ha incorporado al acorazado durante 1935. El resto lo ha hecho en 1934 (17%), 1936 (6%) y 1933 (2%). La dotación se completa con 158 cabos y 578 marineros.
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