domingo, 8 de junio de 2014

SALIENDO DE ASTURIAS POR MAR. OCTUBRE 1937




En septiembre de 1937 Asturias era el único bastión republicano de la costa cantábrica, el mapa de la guerra la dejaba aislada del ejercito republicano. Las pocas fuerzas con que contaba, la falta de artillería y de apoyo aéreo permitieron al ejercito sublevado tomar sin problemas el territorio y dominar las aguas del Cantábrico.

Tras tomar Santander la 1ª Brigada Navarra inicia su marcha hacia Asturias el 5 de septiembre de 1937. El 20 de octubre es hundido en el puerto de El Musel el destructor republicano "Ciscar". El 21 de octubre la 4ª Brigada Navarra toma los dos últimos objetivos, Avilés y Gijón poniendo fin al frente del Norte. La única vía de escape al paredón de fusilamiento es el mar y por él y en muy diversas circunstancias los republicanos intentan llegar a Francia. Los soldados republicanos que no consiguen escapar se organizan en guerrillas en las montañas asturianas. Marcelino Laurelo Roa nos ofrece en su libro "Asturias, Octubre del 37: !El "Cervera" a la vista¡" datos y vicisitudes de este particular "exilio" de los republicanos asturianos.


(1) Es más que probable que falten algunas embarcaciones, pero hay que darse cuenta que en la huida se utilizó cualquier cosa que flotase, desde un mercante a una draga, desde un bou a una lancha del abareque. Me viene ahora a la memoria la historia que me contaron de un pescador, creo que de Avilés, que salió él solo en una lanchina de motor. Estuvo tres o cuatro días navegando bien pegado a la costa. Cuando veía algún barco de los nacionales, paraba el motor y hacía como que estaba pescando. Y así, poco a poco, pues consiguió llegar a Francia. Lo más probable es que no quedara reflejada en ninguna parte la entrada de una lancha con un pescador. Y como este caso, tantos otros, por no hablar de los que naufragaron o fueron hundidos y nunca más se volvió a saber nada de ellos. Una posibilidad de comprobación podría haber sido por medio del asiento de cada buque o lancha en el Registro de Buques de cada Capitanía Marítima, pero en todos los que he visto, no hay referencia alguna a la recuperación del buque o lancha por sus propietarios en puerto francés al terminar la guerra, pese a que todas estas embarcaciones que llegaron a Francia quedaron retenidas, algunas embargadas por los pescadores franceses que las recogieron en alta mar, y no empezaron a ser devueltas hasta finales de 1939. En cualquier caso, tanto la fecha de llegada como el número de evacuados debe entenderse como aproximado, pues muchas veces no concuerdan las distintas fuentes al ser cotejadas entre sí.
A Douarnenez, puerto pesquero situado en la rada de Brest, llegaron el viernes día 22, en las últimas horas de la tarde, dos pesqueros con refugiados de Asturias: “La Mensajera”, procedente de Avilés, y el “Abascal”, que había salido del puerto de El Musel. “La Mensajera” llegó sobre las cinco y media de la tarde y traía a bordo 78 personas, 12 de las cuales eran mujeres; el resto, lo formaban en su mayoría milicianos. “La Mensajera” fue conducida hasta Douarnenez por el pesquero francés “Saint-François”, patroneado por monsieur Guivarch, que había encontrado al pesquero español en los alrededores de la isla de Sein.
En el “Abascal” venían un total de 66 personas y entre ellas, como ya se ha dicho, la práctica totalidad del Consejo Soberano de Asturias y León, con el presidente de dicho Consejo y diputado socialista, Belarmino Tomás, a la cabeza. Acompañaban a “Belarmo” en este viaje tan especial, Maldonado, Segundo Blanco, Ramón Alvarez, Rafael Fernández, Onofre García, Llamedo...
Antes de ser autorizados a desembarcar por las autoridades francesas, los milicianos fueron desarmados y las armas requisadas por el servicio de Aduanas. Al conjunto de los refugiados se les suministraron alimentos y, a continuación, fueron conducidos a las dependencias de “L’Abri du Marin”, donde pasaron la noche. Los dos diputados en Cortes allí presentes, por órdenes de la prefectura, fueron separados del grupo y conducidos en un automóvil a un hotel. A la mañana siguiente, por indicación del consulado español más próximo y siguiendo instrucciones de la embajada española en París, se enviaron unos coches a recoger a las autoridades asturianas, que partieron hacia la frontera con Cataluña. Al mismo tiempo, se organizó la inmediata repatriación por ferrocarril de los milicianos y del personal civil.
Unos treinta kilómetros más al sur, cerca de la península de Penmarch, un pesquero español que llevaba a bordo un total de 118 milicianos huidos de Asturias estaba a punto de naufragar. A partir del viernes 22, la mar se había ido encrespando hasta hacerse tempestuosa, mientras que chubascos torrenciales con vientos racheados azotaban la cubierta del pesquero, atestada de seres humanos. Con las primeras horas del amanecer del sábado día 23,  la lancha francesa de salvamento “León Defour”, estacionada en el puerto de St. Pierre-Penmarch y patroneada por Thomas Stéphan, zarpó en auxilio del pesquero en apuros. También colaboraron en el rescate muchos pescadores, destacándose los patrones Michel Bougéon y Lucas Thomas.
A pesar del riesgo y de las dificultades de la operación, dado el mal estado de la mar y el elevado número de personas que había a bordo del buque en peligro, la lancha de la Sociedad Central de Salvamento de Naúfragos, auxiliada por los pesqueros, consiguió poner en tierra firme, sanos y salvos, a la totalidad de los 118 milicianos y refugiados que viajaban a bordo del pesquero español, entre los que se encontraban varios oficiales del ejército republicano. Una vez en tierra, se les suministró comida caliente y ropa seca, siendo conducidos, por orden de la prefectura, al pueblo de Poulgoazec, cerca de Audierne. Tal vez se tratase del pesquero “Huerta”, que habría salido de Gijón.
En la propia península de Penmarch, próximo, por tanto, al lugar en el que se desarrollaron los dramáticos acontecimientos antes relatados,  se encuentra un pequeño puertecito pesquero llamado Guilvinec. A este puerto, y sin mayor contratiempo, arribó el viernes 22 un pesquero del que lo único que se sabe es que procedía de Asturias y traía a bordo a 29 personas, entre ellas, dos oficiales republicanos.
En Quimper, la capital departamental situada a orillas del Odet, donde este río comienza a hacerse navegable, se presentó el viernes, hacia las seis de la tarde, el “Hermania”, que tal vez se trate, más bien, del “Herminia”, un pesquero de San Juan de la Arena que hacía pareja con “La Mensajera”. Los franceses quedaron sorprendidos por la audacia de los marinos asturianos que, sin ayuda de ningún práctico, consiguieron superar los peligros de la barra aprovechando la pleamar. El “Herminia”, pesquero de 30 TM, había salido de Avilés el miércoles 20, a las nueve de la noche, y a pesar de que un barco nacionalista le disparó tres cañonazos, consiguió huir. A bordo viajaban un total de 26 personas, 14 de las cuales pertenecían a la tripulación, otras cuatro eran mujeres y el resto, milicianos. Uno de los milicianos, que venía herido, fue conducido al hospital. Por orden de la prefectura, la casa Pernez sirvió inmediatamente un tentempié a los refugiados, estableciéndose que las comidas las hicieran a partir de entonces, y mientras permaneciesen en la ciudad, en el restaurante Friand.
En Lorient recalaron, en días sucesivos, varios pesqueros que habían conseguido burlar el bloqueo impuesto por los buques de guerra nacionales a los últimos puertos republicanos del Norte. Los milicianos y refugiados que ganaron Lorient en esos pesqueros, estuvieron precedidos por la llegada, una semana antes, de unas cuantas personalidades asturianas, las cuales habían organizado, con previsora anticipación, su propia y clandestina huida.
Fue en la medianoche del jueves 14 de Octubre cuando recaló en aguas de Lorient el gánguil “Somo”, perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Avilés. Había conseguido zarpar secretamente de la ría avilesina llevando a bordo, junto a los 21 miembros de la tripulación, medio centenar de personajes asturianos, pertenecientes en su mayoría a los tribunales de Justicia y a la Junta de Obras del Puerto de Avilés.
Al conocerse la huida, algunas organizaciones políticas, como Izquierda Republicana y el PSOE, publicaron en el diario “Avance” notas en las que se daba el nombre de algunos de los huidos y se anunciaba su expulsión. Hay que tener en cuenta que por esas fechas el gobierno asturiano, ante la gravedad de la situación militar, ordenaba extremar las medidas de represión contra desertores y derrotistas. Así, por ejemplo, se dictaron disposiciones para que se fusilase sobre el terreno a los mandos de las unidades militares que se retirasen de sus posiciones sin haber perdido, al menos, la mitad de sus efectivos; también podían resultar detenidos los padres o la mujer de los milicianos a los que se considerase desertores. Por otra parte, no era menos cierto que la mayoría de los huidos, de caer en manos de los nacionales, eran candidatos seguros al paredón. Claro que en esa misma situación se encontraban también varios miles de personas más que seguían en sus puestos, tanto en el frente como en la retaguardia.
Entre los nombres que se dieron a conocer figuraban los de Juan Pablo García (presidente del Tribunal Popular), Santiago Blanco, Ramón González Ania, José San Martín, Guzmán García, Maximino Trincado, Fernando Trincado y Manuel Sisniega, expulsados del PSOE; Justo Fernández Casero, Luciano Cimadevilla López, José Antonio Fernández Vega, Leandro Pubillones Soto, Juan Fernández Lavandera, Manuel García Vidal, Marcelino Rico, Manuel Arganza de la Uz, Renato Ozores, Luis Martínez García, Francisco Acacio Martínez García, expulsados de Izquierda Republicana; y José Fernández Miranda, del Comité Ejecutivo de Ias Juventudes de Izquierda Republicana; David Arias, secretario de la JOP de Avilés, Rogelio Iglesias Pola, depositario pagador de la JOP, Nicanor González, capataz, y Severino García, maquinista del remolcador “Plutón”. Este remolcador, el “Plutón”, del servicio de la JOP de Avilés, sería uno de los barcos que, una semana más tarde, conseguiría ganar las riberas de la Garona cargado de refugiados. A bordo del “Somo” viajaban también el ex-gobernador de Málaga y la hija del capitán. La Ejecutiva de la Federación Socialista Asturiana hizo constar, así mismo, «su protesta ante el Gobierno de la República por haberse otorgado cargos en Valencia y otros lugares de la España leal a afiliados socialistas que abandonaron el Norte sin autorización de esta Federación Socialista y están, por consecuencia, pendientes de que su conducta sea juzgada.»
El viernes día 22, a las 10h. 35m. de la mañana, entraba en el puerto de Lorient el pesquero “Palacio Valdés”, perteneciente a la flota de Ojeda. Había salido de Gijón el miércoles 20, hacia las ocho de la noche, con el patrón, un miembro de la tripulación, 26 hombres y una mujer, figurando entre los milicianos un comandante y un capitán. Sobre el muelle se dispuso un importante servicio de orden a cargo de la gendarmería marítima y poco tiempo después llegaban al lugar el sub-prefecto de Lorient, Bousquet, el canciller del Consulado de España, Ramos, y el cónsul de España en Nantes, Aguilar. El sub-prefecto de Lorient se encargó de que se avituallara a los recién llegados, que habían hecho el viaje sin víveres a bordo. Desde el hospital “Bodélio” se les hizo llegar comida caliente. La mujer de cabellos rubios que venía a bordo, con aspecto de estar agotada por el viaje, fue autorizada a desembarcar, partiendo hacia la ciudad acompañada por el vice-cónsul Ramos.
Toda la prensa francesa, sin excepción, se hizo eco de los incidentes que se produjeron al encontrarse los que venían en el “Palacio Valdés” con los del “Somo”. Una de las acusaciones lanzadas fue la de que los del “Somo”, se habían llevado con ellos cuatro millones de pesetas oro.
Entre el viernes y el sábado llegaron a Lorient dos nuevos pesqueros con refugiados procedentes de Asturias. Uno era el “Toñín” que,  atracaba con 160 refugiados según la lista oficial; pero, en realidad, a bordo venían un total de 193 personas, entre ellas, 17 mujeres.

El “Toñín”, costero de 160 TRB
con los refugiados a bordo.

Al poco de salir de Gijón, el “Toñín” fue capturado por el “Cervera”. Del “Cervera” pasaron al “Toñín” tres oficiales con una dotación de presa para identificar al pasaje, pero los del “Toñín” prepararon una estratagema escondiendo en lo más profundo de las bodegas a los militares y permaneciendo en la cubierta las mujeres y la gente mayor, haciendo creer, de esta manera, que eran simples civiles que huían aterrorizados de Gijón a causa de los bombardeos. Uno de ellos incluso subió al “Cervera” para acreditar su condición de “persona de orden”, mostrando para ello una serie de justificantes, por importe de varios miles de pesetas, de todas las mercancías de su comercio que le habían incautado los rojos. El mando del “Cervera” ordenó al “Toñín” dirigirse hacia el cabo Peñas, que era donde estaban concentrando los barcos apresados esa noche, custodiados por otros buques nacionalistas. Una vez reembarcados los tres oficiales y la dotación de presa en el “Cervera”, partió de nuevo, veloz e imponente, a la captura de más barcos. El “Toñín” mantuvo el rumbo ordenado durante unas horas, hasta que viéndose sólos en medio de la negrura de la noche y el mar, se decidieron a huir; así que, a todo vapor, arrumbaron al Norte y consiguieron escapar.
Lo que pasaba realmente era que los barcos de guerra nacionalistas no daban abasto para perseguir, capturar y custodiar tantas y tantas embarcaciones de todas clases como esa noche surcaban la mar hacia Francia en aquella huida a la desesperada.
Cuando el “Toñín” se encontraba, perdido el rumbo, a 20 millas al suroeste de Belle-Ile, alcanzaron a divisar un pesquero francés, que resultó ser el “Lucien-Thérèse”, hacia el que se dirigieron. El patrón del “Lucien-Thérèse” les entregó todos los víveres que tenía a bordo y les condujo hasta el puerto de Pallais, en Belle-Ile, donde recalaron para comprar pan. A continuación, el patrón francés tomó él mismo el timón del “Toñín” y puso rumbo a Lorient. Una vez en puerto y por orden de la Prefectura, fueron conducidos al “Fourneau Economique de Merville”, donde se les dio de comer.
A bordo del “Toñín” iba el alcalde de Gijón, Avelino G. Mallada, a quien pertenece esta descripción, recogida por Ramón Alvarez, de sus compañeros de odisea:
«Un marinero se pone al timón, unos metalúrgicos, a la máquina y caldera... Salimos de El Musel. ¿Qué gente somos? Tenientes coroneles, comandantes, médicos militares y civiles, delegados del Gobierno de Euzkadi, un periodista que por “radio” hizo mucho “de rabiar” a Queipo “la borracha”, 17 mujeres, oficiales del pueblo, milicianos, magistrados del Tribunal Popular, personalidades políticas, secretarios de departamentos del Consejo... Total, unos cincuenta “cabecillas” fusilables.»
Además de Mallada, J.P. me facilita el dato de que a bordo del “Toñin” llegaron a Francia el diputado Carlos Martínez y los tenientes coroneles Ibarrola y Semprún, jefe de la 3ª División. Sin que se pueda precisar el barco, parece ser que  también arribaron al puerto de Lorient el diputado del PCE Manso y dos miembros del Consejo Soberano; casi con toda seguridad que uno de ellos era Ramonín Posada, consejero de Sanidad y cuñado de Mallada; el otro podría ser Ambou.
El lunes día 25, a las seis de la tarde, partía del andén nº 3 de la estación de ferrocarril de Lorient un tren especial con destino a la frontera de Cataluña. Todos los vagones de ese tren estaban ocupados por los refugiados llegados días antes en el “Toñín”, el “581” y el “Mar del Medio”. En el momento de partir, los evacuados españoles cantaron la “Internacional” y la “Marsellesa”.
A Port Tudy, en la isla de Groix, situada frente a Lorient, arribó el sábado 23, a las seis y media de la mañana, el bou republicano armado “581”. Había salido de Gijón y entre dotación y algún refugiado, un total de 35 personas habían completado el viaje. Una vez atracado a puerto, excepto uno que permaneció a bordo vigilando las armas,  el resto desembarcó y estuvo paseando por el muelle, almorzando en el “Café du Port”. A las dos de la tarde, en un remolcador, llegó a la isla el sub-prefecto de Lorient, acompañado de las autoridades marítimas y de la gendarmería, para hacerse cargo de todas las armas y organizar la repatriación de los recién llegados.
Cincuenta kilómetros al sur de Lorient, en una estrecha península que se adentra en la mar, como si las fuerzas telúricas del continente hubiesen querido terminar con la insularidad de la cercana Belle-Ile, se encuentra el pueblo de Quiberon, de cuyo muelle parte, precisamente, el transbordador que enlaza la isla con tierra firme. Félix Liquiniano, dirigente de la CNT de San Sebastián, que hizo toda la campaña del Norte, relata en el libro de los Jiménez de Aberásturi, “La guerra en Euzkadi”, la aventura de la huida de Asturias en el pesquero “Mar del Medio”. El pesquero iba abarrotado de gente, consiguiendo llegar todos, sanos y salvos, a este puerto francés. Cuando salieron de Avilés, tuvieron que esconderse en las bodegas y tumbarse sobre la cubierta para protegerse de las ametralladoras de los combatientes llegados del frente que, desesperados ante la falta de sitio en los barcos, amenazaban con disparar. A bordo del pequeño pesquero viajaban un total de 198 personas, entre ellas, tres mujeres y un niño. Pasaron tres noches en la mar, la última, capeando un fuerte temporal delante de las costas francesas, sin carbón y teniendo que quemar en la caldera trozos de madera de la cubierta. El domingo por la mañana se presentaron frente a Quiberón y embarrancaron el barco, salvándose todos los que venían en él. Bajo la directa dirección de M. Robert, alcalde de Quiberon, fueron atendidos y recibieron los primeros socorros en la Cooperativa de Pescadores del Sud Morbihannais, sirviéndoseles a continuación una comida caliente en la cantina escolar.
Tres pesqueros, con un total de 524 personas, arribaron a los muelles de Saint Nazaire sobre la once de la noche del viernes día 22. Estos pesqueros eran: el “Santa Teresa de Jesús”, el “Feliciano Fiejo” (sic) y el “Bayona”. Los tres habían recalado antes en la isla de Yeu, donde uno de ellos entró para taponar una vía agua. Tras denegarles las autoridades el permiso de atraque, y una vez hecha la reparación de emergencia, continuaron viaje hacia Saint Nazaire.
El “Santa Teresa de Jesús” traía a bordo junto con los tres marineros de la dotación, 31 milicianos, cuatro de los cuales venían heridos, dos mujeres y un niño. “La Santa”, como era conocida popularmente, había zarpado en las primeras horas de la noche del miércoles 20 del Puerto de Luanco. También salieron de Luanco esa misma noche otros tres pesqueros más; uno, desapareció, los otros consiguieron llegar a Francia.
El pesquero que aparece registrado con el nombre de “Feliciano Fiejo” es casi seguro que se trata del “Feliciano Álvarez Feijoo”, que formaba pareja con el “Nuevo Álvarez Feijoo”, ambos de la matrícula de Vigo. Estos dos pesqueros habían sido capturados un año antes, sobre las siete de la mañana del día once de Septiembre de 1936, por el submarino republicano “C-4” cuando se encontraban a unas 80 millas al norte de cabo Villano, de regreso de los mares de Irlanda, donde habían estado faenando. Los dos pesqueros trataron de burlar al submarino, entonces el "C-4" cañoneó y hundió al "Nuevo Álvarez Feijoo", y a continuación, el comandante del submarino ordenó al patrón del "Feliciano Álvarez Feijoo", José Allú Martínez, patrón de cabotaje, que con las dos tripulaciones a bordo se dirigiese a Gijón. Embarcaron a bordo del submarino, en calidad de rehenes, el capitán que mandaba las dos parejas, que era el gijonés José Luis Marqués Álvarez, el patrón Enrique Armada y los maquinistas Francisco Armada y José Muñiz. Al día siguiente, el submarino entró en El Musel y el pesquero capturado quedó amarrado en el muelle de Liquerica, con la tripulación a bordo bajo vigilancia armada. Según la información del diario gijonés "La Prensa", el pesquero apresado «llevaba a bordo gran cantidad de pescadilla, 250 merluzas y setenta cajas de otras clases de pescado, todo lo cual fue desembarcado y ahora servirá para el abastecimiento de la población gijonesa.»
Pues bien, a bordo de este mismo pesquero, un año y pico después, consiguieron llegar a Francia un total de 230 milicianos, una mujer y los siete marineros de la dotación. El anterior patrón de este barco y el maquinista José Martínez fueron sometidos en Gijón, tras la entrada de las tropas nacionales, a un consejo de guerra sumarísimo en el que se les impuso la condena de doce y veinte años, respectivamente, después de que el fiscal pidiera la pena de muerte para ambos.
Del “Bayona”, un pesquero de casco hierro de Ojeda, gemelo del “Abascal”, con el que formaba pareja, no tengo más información que su llegada a Saint Nazaire con unas 250 personas a bordo.
A las nueve de la mañana del domingo 24 alcanzó las aguas del puerto de Saint Nazaire el gánguil de la JOP de Avilés “Sabugo”. Había salido de la ría avilesina y a Saint Nazaire arribó procedente del puerto de Palais, en Belle-Ile, donde había recalado el sábado por la mañana. Traía a bordo 100 civiles, 30 mujeres y 67 milicianos. Entre estos últimos, y junto con otros oficiales, se encontraba el mayor Esteban Errandonea, que tenía a su mando una división en Asturias. Las autoridades portuarias ordenaron al “Sabugo” dirigirse al muelle trasatlántico, donde, una vez atracado, fue, como en casos anteriores, puesto bajo custodia de la gendarmería e inspeccionado por personal de la Marina y del servicio de Aduanas, que recogieron y precintaron las armas encontradas a bordo. A las once de la mañana, las autoridades francesas enviaron al buque, para su reparto entre todo el personal de a bordo, pan, charcutería, queso, vino y café. Poco más de una hora después, los milicianos, en perfecta formación y bajo el mando del coronel Galán, se dirigieron a tomar un tren especial en el Boulevard Leferme, que partió a la una en punto con destino a Puigcerdá, en la frontera catalana, vía Burdeos y Toulouse.
En la isla de Yeu, después de que no se permitiese atracar a los tres pesqueros antes mencionados, el sábado por la tarde lo hicieron otros dos que venían de Gijón. Se trataba de los pesqueros “Milagrosa” y “Campanal”, que llegaron con 304 milicianos, 15 mujeres y 5 niños en total. Tras las visitas de inspección y una vez requisadas todas las armas, los 31 heridos, las mujeres y los niños fueron conducidos al hospital.
Miguel de Amilibia, diputado socialista del Frente Popular por San Sebastián, que estuvo presente en las evacuaciones de Bilbao y Santander, y que también le tocó vivir la de Asturias, cuenta, en el citado libro de los Jiménez Aberásturi, que a él le había sacado de Asturias Larrañaga en un pesquero que había custodiado un destacamento de carabineros. En ese pesquero, uno de los dos que llegaron a la isla de Yeu, venían junto con Larrañaga y Amilibia milicianos de los tres batallones de la brigada vasca que continuó operando en el frente de Asturias tras la rendición de Santoña, además del destacamento de carabineros que, como es lógico, también se embarcó a bordo.
En el puerto de Sables d’Olonne entró el viernes día 23 un pesquero con un total de 70 personas, de las cuales 62 eran milicianos y los 8 restantes, mujeres. Este pesquero procedía del puerto de Luanco y no puede ser otro que “La Romana”. Como ya he contado, en las primeras horas de la noche del aquel miércoles 20 de Octubre, zarparon de Luanco un total de cuatro pesqueros: “Adelina”, “Santa Teresa de Jesús”,  “Aurora” y “ Romana”. La “Adelina” y “Santa” iban tripuladas por marineros de Luanco y llevaban, sobre todo, civiles y milicianos de allí, del mismo Luanco; la “Adelina” arribó a Burdeos y la “Santa”, a Saint Nazaire. Sin embargo, del pesquero “Aurora”, del que se habían apoderado un grupo numeroso de milicianos que habían llegado al puerto de Luanco directamente del frente, nunca más nada se supo, suponiéndose que naufragó o fue hundido.
Casi la mitad de los 62 milicianos que llegaron al puerto de Sables d’Olonne en la “Romana” venían heridos de diversa consideración. A falta de otro lugar, fueron conducidos al salón de baile del pueblo, donde recibieron las primeras atenciones sanitarias antes de ser evacuados hacia Cataluña o, en los casos más graves, trasladados en ambulancias a los hospitales de Nantes y La Rochelle.
Fueron numerosos los barcos que procedentes de Asturias recalaron en aguas de la bahía rochelesa, siendo desviados, una vez autorizado el atraque, hacia la “môle trasatlantique”, un muelle de reciente construcción destinado a las escalas de los modernos y veloces transatlánticos que por entonces hacían la travesía del Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica, en menos de una semana. Este muelle estaba, y está, situado en La Pallice, a la entrada de la bahía, muy próximo al puente de peaje que salva el canal que separa la isla de Ré del continente. Precisamente a la isla de Ré llegó, según información que me facilita J.P., el “Goya” con un total de 500 evacuados.
A lo largo de la tarde del viernes, arribaron al puerto de La Rochelle-La Pallice los costeros “Sancho Panza” y “Zuloaga”, un pesquero llamado “Norte” y otro vapor llamado “José Mª Trevilla”. Todos habían salido de Gijón en las últimas horas del miércoles 20. El “Sancho Panza” partió del muelle de Fomento con 200 milicianos y un grupo numeroso de mujeres y niños que rondaba el medio centenar a bordo; según otros testimonios, en ese vapor no iba ninguna mujer, y si no había mujeres, pues tampoco habría niños. En el “Zuloaga” consiguieron hacer la travesía y ganar la costa francesa 287 milicianos y 168 civiles; del total de evacuados de este buque, unos 200 estaban heridos. Los pasajeros de los tres navíos fueron inmediatamente aprovisionados de pan y charcutería. El “Norte”, nada más desembarcar a 22 milicianos, alguno de ellos también herido, recogió en el puerto unos pilotos conocedores de aquellas costas y se hizo de nuevo a la mar en ayuda de un pesquero español señalado en apuros por el semáforo de la punta de las Ballenas, en la isla de Ré. En el “José Mª Trevilla” llegaron a Francia unos 700 evacuados.
Hacia las diez de la noche del viernes, varios pescadores rocheleses comunicaron a las autoridades que acababan de conducir hasta la Tour de la Chaine varias lanchas de pesca que habían encontrado a la deriva en alta mar, con alrededor de un centenar de refugiados. El prefecto Giacobbi autorizó a desembarcar a los refugiados, que fueron conducidos a la sala de L’Oratoire, donde se les sirvió una comida caliente y pudieron acostarse a dormir. Quizás se tratase, entre otros, de dos pesqueros llamados “Ebro nº 2” y “Ebro nº 3”, que llegaron a La Pallice con un centenar de refugiados cada uno.
El sábado a mediodía, las autoridades rochelesas estimaban que habían desembarcado un total de 1.800 refugiados de los doce barcos procedentes de Asturias. A todos se les había suministrado comida y bebida, mientras que el armamento que traían consigo fue reunido y depositado en el Arsenal con la ayuda de aduaneros, gendarmes y artificieros.
El pesquero “Carreño”, que llevaba a bordo 80 milicianos, 4 mujeres y un niño, se encontraba el viernes al mediodía sin víveres, falto de combustible y sin rumbo. Fue entonces cuando avistó a otro pesquero y aproó hacia él. Se trataba del rochelés “Les Baleines”, que se encontraba faenando a unas noventa millas de puerto. El pesquero “Les Baleines” suspendió la pesca y, después de recoger las artes, dio remolque al “Carreño” y lo condujo al puerto de La Pallice, donde llegaron sin novedad. Dos días después, el lunes 26, a petición de los armadores de “Les Baleines”, el “Carreño” fue embargado por las autoridades marítimas, quedando retenido en el puerto de La Pallice.
También fue a parar a aguas de la rada de La Rochelle-La Pallice el pesquero “José-Elisa”, que el domingo 24, por la mañana, arribó con 55 milicianos y 5 mujeres a bordo.
Ese mismo domingo, cuando se dieron por  finalizadas las operaciones de desembarque de los vapores y pesqueros llegados hasta entonces a La Rochelle-La Pallice, tuvo lugar la repatriación del grueso de los milicianos, unos mil cien en total, quedando en la ciudad solamente los heridos más graves, que permanecían ingresados en el hospital Saint Louis. El viaje hasta Cerbère lo hicieron en dos trenes, que salieron de La Rochelle a las tres y a las cuatro de la tarde, respectivamente. Como se ve, las cifras oficiales sobre el número de evacuados tampoco coinciden.
Un último contingente de refugiados procedentes de Asturias que llegó a aguas rochelesas, lo hizo a bordo de un crucero de la Royal Navy, el “Southampton”. En el “Southampton” estaba el contralmirante inglés que mandaba la patrulla naval británica encargada de vigilar el cumplimiento de los acuerdos del Comité de No Intervención, o de lo que quedaba de él, en el Cantábrico. En el momento de producirse el derrumbamiento del Frente Norte y la huida masiva por mar de las fuerzas republicanas, el “Southampton” se aguantó un tiempo fuera de las tres millas, frente a las costas asturianas junto a los dos destructores que le daban escolta. Después, dejó a los destructores que continuasen con la vigilancia y se dedicó a patrullar por el Cantábrico y el golfo de Vizcaya a la búsqueda de naúfragos, auxiliado eficazmente en esas tareas tan humanitarias por el pequeño hidroavión que llevaba a bordo.
Cuando en la noche del martes 26 al miércoles 27 el “Southampton” fondeó en la bahía de La Rochelle, traía a bordo 280 milicianos, 8 mujeres y 2 niños, recogidos todos ellos en alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra inglés, seguramente hubieran perecido. Estos náufragos se encontraban a bordo del pesquero de altura “Mary-Tere”, que con la máquina totalmente inutilizada, navegaba con un velamen de fortuna improvisado con los cobertores y trozos de lona de los “coys” que había a bordo.
Los vigías del “Southampton” creyeron en un principio que se trataba de un pecio, de una especie de navío fantasma, porque no se veía a ningún ser humano a bordo. Fue necesario que el acorazado inglés mostrase el pabellón británico para que a bordo del “Mary-Tere” se viera aparecer una cabeza que al poco volvió a ocultarse.
Transcurrieron unos segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa de gente afloró a la cubierta, abarrotándola y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría. Había pasado lo de siempre, que los del “Mary-Tere”, al descubrir la columna de humo del crucero inglés, en lo primero que pensaron fue en el “Cervera”, así que corrieron a ocultarse en el interior del pesquero y allí permanecieron hasta que el marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció al resto de sus compañeros de odisea.
Una vez a bordo del “Southampton”, se les dio a los náufragos una comida caliente, el primer alimento que probaban en cuatro días. Los milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas a la mar y antes de continuar rumbo hacia La Pallice, el “Mary-Tere” fue hundido a cañonazos. El “Mary-Tere” había sido militarizado y durante la guerra prestó servicios como patrullero.
El “Southampton” arribó a la rada de la La Rochelle-La Pallice a las diez de la noche del mismo martes, pero los casi tres centenares de españoles permanecieron a bordo hasta la mañana siguiente. Los primeros en ser desembarcados fueron los heridos, las mujeres y los niños, hasta un total de 90 personas, que fueron transbordadas al remolcador “Qui Vive” y conducidos a los muelles. El resto, antes de ser llevado a tierra, pasó al vapor inglés “Celerol”, a cuyo costado se encontraba abarloado el “Southampton” repostando combustible.
Una vez todos en tierra, siguiendo las instrucciones de las autoridades de la Charente-Inferior, se les suministraron comidas calientes y los heridos graves, 7 en total, fueron ingresados en los hospitales; el resto subió a un tren especial que partió hacia la frontera con la España republicana poco después del mediodía.
La prensa rochelesa, incluida la conservadora, hizo un reconocimiento expreso del buen comportamiento de los asturianos y de la ausencia de incidentes dignos de mención, pese a la insólita circunstancia de la afluencia masiva de combatientes extranjeros armados. Para el semanario “La Gazette d’Aunis”, «estos asturianos tienen bastante buena presencia. Acostumbrados desde hace meses a la escasez y las privaciones, sabían esperar pacientemente por los víveres que se les distribuían. No hay que olvidar que eran los mejores soldados al servicio de la España roja y que mostraron siempre un coraje delante del cual todo el mundo debería descubrirse.»
En la costa occidental de la isla de Olerón naufragó otro pesquero que venía de Asturias cargado de milicianos y civiles. Se trataba del “San José”, que había salido de Avilés y, falto de combustible, terminó su viaje embarrancando en un lugar denominado “Les Hutte”, próximo a St. Denis de Olerón. En las primeras horas de la mañana del domingo 24, la marejada, con la pleamar, le hizo zozobrar y el centenar largo de personas que permanecían a bordo hubo de ganar la orilla en medio de un fuerte oleaje y con el agua, literalmente, llegándoles al cuello. No se sabe con exactitud el número de víctimas, pero las diferentes informaciones aparecidas en los periódicos de esas fechas hablaban de una veintena de desaparecidos. En los días siguientes, al menos siete cadáveres fueron recogidos a lo largo de la costa.
La travesía del “San José” debió de ser espantosa. Salieron de Avilés a la aventura, sin ningún marinero a bordo y prácticamente sin víveres ni agua potable, y con el combustible escaso. Después de dos días de navegación, estuvieron otro vagando por la mar, sin rumbo, en medio de una fuerte tempestad y con dos cadáveres a bordo. Uno de ellos era el de una chica de unos dieciocho años que había caído a la mar a consecuencia del excesivo número de personas que abarrotaban la cubierta del pesquero. Cuando pudo ser recogida de las aguas, ya estaba muerta. El otro cadáver era de un hombre que, desesperado, se había suicidado pegándose un tiro. Un teniente de milicias enloqueció a consecuencia de los tensos momentos vividos a bordo y cuando se vio en tierra, lo primero que hizo fue correr a internarse en el bosque, donde permaneció oculto hasta que, un día más tarde, fue hallado por patrullas de la gendarmería y de gentes del lugar, tendido en el suelo y completamente extenuado, incapaz de articular una sola palabra. Este teniente fue enviado a la vecina Rochefort e ingresado en un hospital.
El centenar de personas que consiguió llegar a tierra y sobrevivir al naufragio del “San José” fueron rápidamente socorridos en St. Denis, donde la población les dio albergue, comida y ropa seca, a la espera de que desde la sub-prefectura de Rochefort se tomasen las disposiciones adecuadas para pasarlos al continente. Siguiendo las instrucciones de la alcaldía, les condujeron a la colonia de vacaciones de la Abbaye de l’Ormeau, donde se les suministró la comida del mediodía. La inmesa mayoría de los naúfragos eran milicianos, pero se contaban también algunos civiles y tres mujeres con algunos niños. Hacia las tres de la tarde partían hacia Barcelona, vía Rochefort, en tres autobuses. Dejaban atrás cinco muertos que fueron enterrados en una fosa común, aparte de los cadáveres que irían apareciendo por la costa en los días siguientes.
La flotilla más numerosa de barcos con refugiados huidos de Asturias en la tétrica noche del miércoles 20 fue la que llegó a Burdeos. Bueno, a Burdeos propiamente dicho, no, que ya las autoridades francesas se encargaban de desviarlos antes hacia los tingladillos portuarios de los pequeños pueblos de la orilla izquierda de la Gironda,  próximos a la desembocadura. En general, mercantes y pesqueros, según llegaban, permanecían primero fondeados en Le Verdon y después, a tenor de las disponibilidades, iban siendo enviados hacia Pauillac, un pueblecito situado a unos treinta kilómetros del centro de Burdeos. En casos excepcionales, cuando el número de heridos a bordo era elevado, se autorizaba a los buques a subir hasta la zona de Bassens, donde estaba atracado el trasatlántico español “Habana”, el mismo que había participado en la evacuación de Bilbao y que ahora había sido reconvertido en barco-hospital.
El adelantado de la evacuación en aguas de la gran ría bordelesa no fue, sin embargo, ni un pesquero ni un mercante, sino un antiguo velero motor llamado “Rubio”. El “Rubio” se encontraba cargando cajas de sidra champanada en la ría de Villaviciosa cuando fue asaltado por un grupo de milicianos en retirada y su patrón conminado, bajo la amenaza de las armas, a zarpar y poner rumbo a Francia. El “Rubio” llegó a la Gironda el jueves 21, y sobre las tres de la tarde fue autorizado a atracar en los pontones de Pauillac-Trompeloup. En esa embarcación consiguieron forzar el bloqueo y realizar sin contratiempos la singladura 124 milicianos y una miliciana. En el detalle de los aduaneros franceses en el que se consigna el armamento intervenido figuran 3 fusiles ametralladores, 2 metralletas, 50 fusiles de guerra y otros 3 de caza, y 160 revólveres automáticos.
El viernes 22, poco después del mediodía, atracaban escalonadamente en los muelles de madera de Pauillac-Trompeloup dos mercantes ingleses, otros dos españoles, un remolcador, tres pesqueros y dos motoras, todos con milicianos y civiles. Los dos mercantes ingleses eran el “Bramden”, con 250 evacuados, y el “Stangrove”; el “Stangrove” había zarpado de Gijón en la mañana del miércoles 20 con 706 personas a bordo, en su mayoría mujeres, niños y hombres no combatientes que huían de la ciudad. Parte de la dotación del “Císcar” y del “C-6” evacuó de Gijón en este buque. Detenido y apresado en la mar por un bou armado nacionalista, ya hemos visto como solamente la decidida intervención del “Southampton” pudo impedir que fuese apresado e internado en un puerto nacionalista con su tripulación y pasaje. Los mercantes españoles eran los costeros “Cervantes” y “María Santiuste”; el “Cervantes” había salido de Gijón, con 291 personas y en el “María Santiuste”, procedente también de Gijón, venían 639 evacuado, de ellos, 50 estaban heridos, 50 eran mujeres y había 10 niños.
El remolcador “Plutón”, de la JOP de Avilés, procedía del puerto de Gijón y traía a bordo 184 personas, entre ellas, parte de la tripulación del “Císcar”. De los tres pesqueros, he podido averiguar que uno de ellos era el “Adelina”, que había salido de Luanco con 33 hombres, 3 mujeres y un muchacho; otro debía de ser el “Victoria”, que hacía de remolcador, procedente de Gijón, con 30 evacuados; el tercero podría ser el “Justiniano”, un pesquero gallego que hizo de dragaminas en las Fuerzas Navales del Cantábrico, procedente de Gijón con 56 personas. Las motoras que se mencionan quizás fuesen la L-1, perteneciente a la Marina de Euzkadi y transferida en Agosto a las Fuerzas Navales del Cantábrico, en Santander; se trataba en realidad de un pesquero de Motrico que, ya en Gijón, según me comunica J. P., fue el encargado de remolcar al submarino C-6 el 20-10-37 para hundirlo en alta mar. Esta motora llegó a Francia con 5 personas y patroneada por León Aguirregomezcoa Mancisidor, de Motrico. La otra motora podría ser la V-7 (ó 17), que era una lancha guardapesca de la Marina Mercante que llegó a Pauillac, al parecer, con los fondos del EM de las Fuerzas Navales del Cantábrico.
El mismo viernes 22, a la una de la tarde, llegaba a Le Verdon el torpedero gubernamental “Nº 3” que había salido del puerto de El Musel con Valentín Fuentes, jefe de la Marina; al coronel Prada, jefe del Ejército; sus respectivos estados mayores, y parte de la dirección del PCE a bordo. En total, venían 90 personas, de las que 38 pertenecían a la tripulación. El torpedero “Nº 3” llegó a Le Verdon muy averiado y tuvo que ser remolcado hasta Pauillac por el torpedero francés “Vauquois”. Este torpedero “Nº 3” terminaría sus días en Francia, donde fue desguazado.
Hacia el mediodía del sábado, el pesquero “Alfredo”, procedente de Gijón (o/f. Avilés), arribaba a Royan con 215 milicianos y oficiales gubernamentales, varios de ellos, heridos. Tras entrevistarse con las autoridades marítimas, partió de nuevo hacia Le Verdon, población situada en la otra orilla de la Garona, frente a Royán.
Los vapores ingleses “Hillfern” y “Bramhill”, que habían fondeado el viernes en Le Verdon, fueron autorizados el sábado a remontar la Garona hasta los pontones de Pauillac. En el “Hillfern” llegaron  300 evacuados y en el “Bramhill” otras 598 personas.
La noche del viernes al sábado se calcula que llegaron a Le Verdon una docena de pesqueros y vapores con refugiados procedentes de Asturias. Yo creo que, como media, en cada pesquero vendrían unas cien personas, milicianos en su inmesa mayoría, pero también mujeres, niños y hombres en edad no militar. Entre estos pesqueros se encontraban los llamados “San Félix”, “Fortunato”, “Manuela”, “Alonso” (o “Alfonso”), “Musel”, “María Elena”, “San José”, “Marona-L” y “Fontana”. Al mediodía del sábado se les dio la orden de remontar hacia los tinglados portuarios de Pauillac-Trompeloup, a donde llegaron en las primeras horas de la tarde, comenzando entonces a desembarcar todos los refugiados que traían a bordo. Solamente el “María Elena”, por el elevado número de heridos que traía, recibió autorización para subir aguas arriba, hasta Bassens, casi frente por frente de Burdeos, y transbordar los heridos al  buque hospital “Habana”.
A bordo del “María Elena” llegó a Francia Javier Bueno, el director del periódico socialista “Avance”. El “María Elena” era un costero de casco de hierro de unas 500 Tm., que el día 20 estaba atracado en el Muelle de Oriente de Gijón, frente a las tiendas que vendían lonas; debió de zarpar aprovechando la pleamar de la madrugada del 20 para el 21, que era a las 3h. 40m. Es muy probable que, dada la proximidad del palacio de Revillagigedo, donde entonces había un hospital militar, muchos de los heridos que allí se encontraban trataran de huir embarcándose en los pesqueros y vapores que se aprestaban a zarpar del Muelle. Según los últimos datos que me fueron facilitados por J. P., en el “María Elena” llegaron a Francia 1.800 personas, de las cuales unas 800 venían heridas.
El periodista y escritor Cabezas, que era uno de los redactores de “Avance” en esa época, cuenta en su libro sobre la guerra civil todos los avatares que les tocó vivir a él y al resto de la redacción del periódico socialista. Parece ser que en la mañana del miércoles 20 habían mantenido una reunión con Javier Bueno, el director, para preparar la evacuación. Siguiendo las instrucciones recibidas, el director les citó a todos de nuevo a las siete de la tarde, en el local del periódico, para salir desde allí todos juntos en los coches hacia El Musel, donde embarcarían en el barco designado. ¿Sería éste el torpedero “Nº 3”? Cabezas no lo aclara, aunque lo sugiere. El caso es que cuando llegaron las siete de la tarde, el que no aparecía en la redacción era, precisamente, Javier Bueno, el director. Preocupados por la tardanza, uno de ellos fue a ver si le encontraba en casa y, efectivamente, allí estaba. Lo que había ocurrido era que, ante el temor de que los milicianos del frente se presentasen en Gijón, los del torpedero “Nº 3” adelantaron la hora de salida para las cuatro de la tarde y se fueron. Javier Bueno, aunque recibió el aviso, se negó a partir dejando al resto del personal del periódico en la estacada. No solamente eso, sino que también se preocupó de asegurarles una plaza en el “María Elena”, que estaba en el Muelle y tenía previsto zarpar de madrugada. Al enterarse el resto de la redacción, resolvieron no esperar más, sino partir inmediatamente a pie hacia El Musel y embarcar donde pudiesen. Por el camino tuvieron que abandonar a un compañero de redacción que era cojo y no podía seguirles el paso. Llegados a El Musel, el grupo consiguió meterse en el “Mont Seny”, un viejo carguero de casco de madera. Uno de ellos, el famoso Ovidio Gondi, cambió en el último minuto de bordo y se pasó a un pesquero. El resultado final fue que solamente consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por los buques de la Armada de los nacionales y conducido a Ribadeo y después a Ferrol. Los prisioneros pasaron al campo de concentración de “Camposancos”, en la provincia de Pontevedra, a la espera de ser sometidos a consejos de guerra sumarísimos.
Pero volviendo de nuevo a las aguas de la Gironda, en el pesquero “Alonso” llegaron 255 personas procedentes de Avilés; en el “Manuela”, 254 de Gijón, y en el remolcador de la JOP de Gijón “Musel”, 40 evacuados. El “San José” era un dragaminas santanderino perteneciente a las Fuerzas Navales del Cantábrico, que hacía pareja con el “San Antonio”; había salido de Gijón patroneado por Antonio Suárez Barbazán y también consiguió ganar la costa francesa.
El lunes 25, por la mañana, llegó a Le Verdon el mercante inglés “Stanleigh”, con 19 refugiados recogidos en la mar frente a Asturias, refugiados que desembarcó en Pauillac. Los cuatro barcos ingleses que habían recalado en aguas bordelesas transportando evacuados asturianos, el “Hillfern”, el “Bramhill”, el “Stanleigh” y el “Stangrove”, después de desembarcarlos en Pauillac, remontaron hasta Bassens para aprovisionarse de combustible y avituallarse de víveres. Finalizadas esas operaciones, zarparon de nuevo hacia las costas españolas bajo dominio republicano, que eran ya las del litoral mediterráneo.
La primera unidad de la improvisada flotilla de evacuación asturiana que hizo su aparición en aguas de la bahía de Arcachón, se había anticipado también a la huida general de Gijón y había salido de ese puerto un día antes, el 19, hacia las ocho de la noche. Se trataba de la lancha de “Salvamento de Náufragos”, que el jueves, a las doce y cuarto de la mañana ganaba el abrigo del puerto de Arcachón con 17 personas a bordo, entre las cuales había una mujer, un hombre de 56 años y un chico de 16, perteneciendo los 14 restantes a la tripulación. En sus declaraciones manifestaron haber dejado la ciudad de Gijón envuelta en llamas a consecuencia de los bombardeos de la aviación y haber sido perseguidos por dos barcos nacionalistas hasta el límite de las aguas territoriales francesas.
Una lancha de vigilancia costera llamada “Mitote”, que había zarpado de Gijón en la noche del 20 al 21, arribó al puerto de Arcachón a las 9 de la mañana del viernes. A excepción de dos refugiados civiles, las otras 38 personas que venían a bordo eran marinos de las Fuerzas Navales del Cantábrico, 29 de los cuales, incluido algún oficial, pertenecían a la dotación del destructor “Císcar”, de donde habían sido recogidos al ser hundido éste por uno de los últimos bombardeos de la aviación nacionalista al puerto de El Musel. Hasta las diez y media de la noche no se les autorizó a desembarcar, siendo entonces instalados en un hangar situado en el número 6 de la Coste, en el cual pasaron la noche. Uno de los marinos, que venía herido, fue evacuado en una ambulancia al hospital Saint André de Burdeos. Según J. P. la lancha “Mitote” era la antigua “Sogalinda”, de la matrícula de Bilbao, que pertenecía a la condesa de Zubiría.
En la mañana del sábado 23, atracaba en los muelles del puerto de Arcachón el remolcador “Gaditano”, de la J.O.P. de El Musel, con 130 milicianos y 49 civiles. Entre los evacuados había 4 oficiales, 23 militares y 61 guardias de Asalto.
En los días siguientes, tres pesqueros franceses entrarían en Arcachón trayendo cada uno, a remolque, otro pesquero español con refugiados de Asturias. Las primeras noticias partieron de la Radio Marítima de Arcachón que recibió el domingo, a las ocho y media de la mañana, un primer mensaje del pesquero francés “Princesse Marie-José”, en el que comunicaba que había recogido un barco español a la deriva con refugiados a bordo, que carecía por completo de carbón, agua y víveres. Se trataba del pesquero “Aralarco-Mikel-Duna”, en el que venían un total de 49 personas. El “Princesse Marie-José” pertenecía a las Pêcheries Cameleyre y estaba mandado por el patrón Causac. A pesar del mal estado de la mar, los marineros franceses consiguieron embarcar a su bordo a la totalidad del pasaje y tripulación que venían en el pesquero español, y traer a éste a remolque hasta Arcachón, en cuyo puerto entraron el domingo con la marea de la tarde.
En la tarde de ese mismo domingo 24 de Octubre, arribaba a Arcachón el pesquero francés “Le Soufleur”, con 36 refugiados a bordo y el pesquero “Nueva Balbina” a remolque.
El “Aralarco-Mikel-Duna”, de Candás, y el “Nueva Balbina”, de Avilés, habían partido los dos en la noche del 21 de Bañugues; el “Aralarco” traía a bordo 38 milicianos y 11 civiles; entre los militares había un oficial y diez milicianos que venían heridos, y entre los civiles, dos mujeres. En el “Nueva Balbina” venían 9 milicianos y 27 civiles. Una vez en el puerto, fueron desembarcados rápidamente, ya que estaban totalmente extenuados. Se les buscó alojamiento y se les suministraron alimentos y comidas calientes. Diez heridos graves fueron enviados en ambulancias hacia Burdeos; nueve de ellos ingresaron en el barco-hospital español “Habana” y el otro, en el hospital “Saint André”.
El lunes, a las seis de la tarde, 73 refugiados partían de Arcachón en autocar hacia Burdeos, donde, por ferrocarril, continuarían viaje hacia Cerbère, en la frontera francesa con Cataluña.

Torpedero N3

Ese mismo lunes 25, a las ocho de la mañana, llegaba al puerto de Arcachón el pesquero francés “Alcyon” con otro pesquero español a remolque. El pesquero español aparece citado con el nombre de “Madalia de Cantas” (sic) que, procedente de Gijón y con 176 personas a bordo (o/f 170p.), fue encontrado en apuros al Oeste de La Coubre. No he podido encontrar en ningún registro o lista de buques ningún pesquero con ese nombre. Lo más probable es que haya un error y en realidad se trate del “Natalia”, de Candás, propiedad de Cipriano Cuervo. Los refugiados fueron conducidos a los muelles de madera de Eyrac, y después de las correspondientes visitas de las autoridades de Marina y de los servicios aduaneros, una vez requisado el armamento, fueron autorizados a desembarcar. Los autocares que les aguardaban les trasladaron hasta las antiguas instalaciones Chevillet, donde se les sirvió comida caliente y se les suministró ropa seca. Los ocho heridos que había entre ellos fueron atendidos de urgencia allí mismo, y a continuación, enviados en una ambulancia a un hospital de Burdeos. El resto de los refugiados fue, así mismo, conducido posteriormente a Burdeos para su repatriación por ferrocarril.
J. P. me facilita la información de la llegada al puerto de Arcachón el viernes 22 de la motora “Loly” procedente de Gijón. Traía a bordo un total de 38 personas, 29 de las cuales eran marinos de la dotación del “Císcar”, encontrándose entre ellos el propio comandante del destructor, Antonio Castro Izaguirre, y uno de los oficiales, llamado Antonio Fernández. Resulta sorprendente que el comandante del “Císcar” no viajase en el torpedero “Nº 3” con el jefe de las Fuerzas Nacionales del Cantábrico.
Por último, un pesquero procedente de Gijón llegó a San Juan de Luz a la una de la tarde con 25 hombres a bordo, uno de ellos casi un niño (o/f 38p). Habían empleado treinta y seis horas en realizar la travesía y, una vez desembarcados, se les suministraron alimentos y bebidas. Por la tarde, fueron conducidos al tren en el que partieron hacia Barcelona, vía Perpiñán.
El lunes 25, a primeras horas de la mañana, surcaban las aguas de la rada de San Juan de Luz dos pesqueros procedentes de Avilés con un total de 223 milicianos a bordo. Los milicianos no fueron autorizados a desembarcar hasta que el armamento que portaban hubo sido requisado y precintado por las autoridades francesas. Las armas eran de una gran variedad y múltiple procedencia, las había incluso alemanas, y fueron depositadas en los almacenes de las Aduanas bajo la vigilancia de un destacamento de la Guardia Móvil. Los milicianos fueron reavituallados y los que precisaban atención médica fueron conducidos al dispensario de las Soeurs de la Charité, donde recibieron los cuidados necesarios. A continuación, fueron conducidos al Ayuntamiento, en cuyas inmediaciones se agolpó una gran muchedumbre. A las ocho y media de la tarde partieron por ferrocarril hacia Cerbére.
Por otra parte, no quiero dejar de mencionar aquí dos referencias que tengo respecto a los barcos de la evacuación. La primera es que según una fuente, uno de los pesqueros que consiguió salir de Avilés y llegar a Francia, se llamaba “San Luis”, sin embargo, no he podido localizar el puerto francés al que arribó ni averiguar cuántas personas llevaba a bordo. La segunda, se refiere a la draga del puerto de Avilés llamada primero “Elshout”; durante la guerra, “Manolín Rodríguez”, en homenaje al primer miliciano de Avilés muerto, y después de la guerra, “Alvargonzález”, en recuerdo del que fuera ingeniero director de la JOP de Avilés, que había sido fusilado por los rojos. Se trataba de una draga de succión construida en Holanda en 1919, de casco de acero y 500 Tm. de desplazamiento. Esa draga, la noche de la evacuación, intentaron sacarla de Avilés cargada de gente y sin marineros a bordo, embarrancando en la escollera, frente a La Maruca, donde terminó el viaje.

(1) Publicado en Asturias Republicana.