lunes, 2 de septiembre de 2013

LA PÉRDIDA DEL ESTRECHO DE GIBRALTAR (1936)




Indalecio Prieto
El 21 de septiembre de 1936, dos semanas después de tomar posesión de la cartera de Marina y Aire de la República, Indalecio Prieto ordena que el grueso de la Flota parta inmediatamente hacia el Cantábrico para detener una supuesta ofensiva del ejército sublevado sobre el País Vasco. Como consecuencia de esta decisión el dominio naval sobre el Estrecho se pierde, sus aguas quedan prácticamente libres para el tráfico de los convoyes de los golpistas desde el norte de África después de dos meses de bloqueo. Sobre la mesa de Franco estaba el problema de llegar a la península con sus tropas, un problema agobiante estando la Flota  Republicana en Tánger y que se agravaba cada día que pasaba. Cuando los buques partieron para el Norte, Prieto le solucionó el problema al general sublevado. En menos de un mes cerca de 40.000 soldados altamente entrenados y experimentados, junto con armamento y maquinaria de guerra llegan a la península y permiten a Franco su avance desde el sur, constituyendo las tropas llegadas de África la vanguardia del ataque a Madrid. Desde entonces el Estrecho y sus aguas occidentales quedan bajo dominio de la Armada sublevada. 

¿Por qué se tomó esta decisión? ¿Sirvió para algo? ¿Que consecuencias tuvo?

A la espera de que el Gobierno se decida a permitir el acceso público a todos los archivos militares en cierto modo solo caben especulaciones, eso sí, basadas en hechos reales conocidos y sustentadas por cierta lógica. De la misma forma, en Gibraltar existen archivos sobre la Guerra Civil aún clasificados, que se suponen de gran importancia, sobre todo en lo relativo a las dos Armadas.

El Gobierno

Podemos entender, o suponer con facilidad, que Presidencia de Gobierno, Ministerio de la Guerra, Ministerio de Marina y Estados Mayores eran, lógicamente, las partes implicadas en la decisión. Conviene recordar aquí que una de las obligaciones encomendadas por Prieto al Estado Mayor de la Flota cortaba de raíz su poder de decisión,  o en cualquier caso limitaba el mismo en cuanto a sus iniciativas , quedando estas como prerrogativa exclusiva de Prieto y así lo hizo constar:
"Será función del Estado Mayor de la Flota el estudio y preparación de las operaciones navales de acuerdo con las directrices señaladas por el Ministro"
Dada la "excentricidad" de la decisión de enviar la Flota al Cantábrico, es casi seguro que el Estado Mayor pondría justificados reparos a la misma y que una vez desoídos estos se limitó a ponerla en práctica, decir aquí que Pedro Prado, Jefe de Operaciones de la Flota, se negó a firmar la orden ministerial destinada a los comandantes de las unidades navales afectadas.

En la fecha en que se ordena a la Flota partir rumbo al Cantábrico, el Consejo de Ministros de la República está presidido por Francisco Largo Caballero. Su formación se materializa el cuatro de septiembre de 1936. Largo Caballero es a la vez Presidente del Consejo y Ministro de la Guerra, el 15 de septiembre efectúa un reajuste ministerial básicamente para cubrir la cartera de Obras Públicas, la cual estaba provisionalmente a cargo del titular de Agricultura, quedando finalmente su composición como sigue:

Ministro de Estado: Julio Álvarez del Vayo (PSOE)
Ministro de Justicia: Mariano Ruiz-Funes García (IR)
Ministro de Marina y Aire: Indalecio Prieto Tuero (PSOE)
Ministro de Hacienda: Juan Negrín López (PSOE)
Ministro de la Gobernación: Ángel Galarza Gago (PSOE)
Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes: Jesús Hernández Tomás (PCE)
Ministro de Trabajo Sanidad y Previsión; José Tomas i Piera (ERC)
Ministro de Agricultura: Vicente Uribe Galdeano (PCE)
Ministro de Obras Públicas: Julio Just Gimeno (IR)
Ministro de Industria y Comercio: Anastasio de Gracia Villarrubia (PSOE)
Ministro de Comunicaciones y Marina Mercante: Bernardo Giner de los Ríos (UR)
Ministro sin cartera: José Giral Pereira (IR)
Ministro sin cartera: Manuel Irujo y Ollo (PNV)

Indalecio Prieto volvía a ser ministro tres años después de haber sido titular de la cartera de Obras Públicas. Para su primera cartera ministerial, Hacienda, fue nombrado en 1931, nada más instaurarse la II República.

Indalecio Prieto (1883-1962) aunque asturiano de nacimiento pasó a residir en Bilbao desde muy joven, obrero sin cualificación entró a trabajar como taquígrafo en el diario La Voz de Vizcaya, posteriormente fue redactor en El Liberal, publicación que llegaría a ser de su propiedad. Con 16 años ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao, en 1911 es diputado provincial por Vizcaya, en 1917 es elegido concejal del Ayuntamiento de Bilbao. Fue elegido diputado, en plena dictadura de Primo de Rivera.

A lo largo de su carrera política tuvo ocasión de protagonizar varios enfrentamientos parlamentarios y políticos de diversa índole. Con ocasión del Desastre de Annual de 1921 efectuó desde su escaño en la Cortes duros ataques en contra de los dirigentes del ejército y contra el propio rey. Igualmente fue crítico con Julián Besteiro y Largo Caballero. Llegó a enfrentarse  frontalmente a Clara Campoamor oponiéndose al reconocimiento del voto a las mujeres.

En 1933 la salida de los socialistas del gobierno provocó la ruptura del PSOE con las formaciones netamente republicanas, en las elecciones de noviembre fue la derecha la que consiguió el mayor número de votos, el PSOE contestó a las urnas con la preparación de la huelga general revolucionaria de octubre de 1934, en cuya organización Prieto, junto a Largo Caballero, tuvo una participación destacada, encargándose personalmente de los preparativos iniciales y posteriormente de la organización militar procurando el suministro de armas, de la adhesión a la huelga de oficiales militares y de conseguir financiación, sin embargo no participó en su desarrollo, ya que, con antelación suficiente a su inicio, huyó a París. Largo Caballero fue encarcelado.

Está mayoritariamente aceptado que la labor de Prieto al frente del Ministerio Marina y Aire primero y de Defensa después, fue un desastre. En marzo de 1938 se posicionó a lado de los partidarios de una paz negociada. Negrín le destituyó en abril de 1938. Posteriormente, y para rematar la faena, en 1939 apoyó el golpe de estado de Casado.

A pesar de sus por él reconocidas inclinaciones liberales formó parte de la ejecutiva del PSOE, partido en el que se mantuvo hasta su muerte en Méjico y del que fue presidente desde 1935 hasta 1948. Durante la II República ocupo varias carteras ministeriales, Hacienda, Obras Públicas, Marina y Aire y Defensa. En abril de 1938, tras la caída del Frente de Aragón, Negrín le destituye y sale del Gobierno, el fin de la guerra lo vive como embajador en Sudamérica, acabada la guerra se exilia en Méjico, donde continúa con su actividad política a través de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. Fue nombrado Secretario General de la Junta Española de Liberación (1943-1945). En 1945 entra a formar parte del Gobierno de la República en el Exilio. En 1950, a la edad de 67 años dimite de todos sus cargos.

Azaña había sido ministro de la Guerra con Alcalá Zamora en 1931, cargo que compaginó con el de Presidente del Gobierno hasta 1933. Cuando en 1936 accede a la presidencia de la República vuelve a instaurar de forma permanente la costumbre de que el presidente del Consejo sea a la vez el responsable del Ministerio de la Guerra, así lo fueron Casares Quiroga y Largo Caballero. En 1937 Negrín cambia el nombre del ministerio por el de Defensa Nacional, el Ministerio de Marina y Aire desaparece y Prieto, ministro de Marina y Aire es nombrado titular de Defensa Nacional. Resulta evidente que la pérdida del Estrecho sufrida siendo Prieto ministro de Marina y Aire no le pasó factura, quizás dicha pérdida aún no se había asumido o valorado correctamente, o quizás porqué fue consensuada con Largo Caballero.

Largo Caballero
A modo de resumen en la fecha en que la Flota abandona el Mediterráneo, Largo Caballero como presidente del Consejo y Ministro de la Guerra, Indalecio Prieto como ministro de Marina y Aire y el propio presidente Azaña como tal, y también a causa de su anteriores funciones como ministro de la Guerra, eran los máximos responsables de la estrategia a seguir, los que debían, en teoría, autorizar las  operaciones militares de envergadura, tal y como lo era el traslado del grueso de la Flota para defender Bilbao de un hipotético ataque, dejando sin presencia republicana eficaz las aguas del Estrecho. Resulta evidente que las acciones militares estaban en última instancia supeditadas a la decisión de políticos sin ningún tipo de formación en cuestiones de estrategia militar, sin duda, a la vista de los acontecimientos posteriores, debemos admitir que el factor político estuvo presente con fuerza durante toda la guerra y así se oficializó el 16 de octubre de 1936, cuando se publicó en la Gaceta de Madrid la Orden del día anterior por la que el ministro de la Guerra, Largo Caballero, asumía el mando de todas las fuerzas armadas y organizadas como Jefe Superior de las mismas, dando así carácter de oficial a su dirección de todas las fuerzas de tierra, mar y aire que ya venía ejerciendo de facto desde el inicio de la guerra. 

La situación en las costas

En los dos meses siguientes a la sublevación militar, el ejército rebelde consiguió aglutinar bajo su dominio los territorios de Zaragoza, Galicia, la actual Castilla León, Álava, Navarra, Baleares con la excepción de Menorca, Canarias, Ceuta, Melilla, una buena parte de Cáceres, el Protectorado de Marruecos y las ciudades de Cádiz, Sevilla, Granada e Irún. Como puede verse, el Mediterráneo quedó en poder de las tropas gubernamentales y con él sus puertos a excepción de Mallorca. En la zona occidental del Estrecho, en la costa atlántica, la sublevación triunfa en Cádiz que junto con su Base Naval y el Arsenal de La Carraca en San Fernando queda en poder de los sublevados. En el Cantábrico todos los puertos del País Vasco, Asturias y Cantabria quedaron bajo el mando del Gobierno. En resumen solo los puertos gallegos, sus astilleros y su base naval de Ferrol  fueron ocupados por los sublevados en los primeros momentos de la sublevación, Cadiz caería inmediatamente, Sevilla después, convirtiéndose en la principal suministradora de munición para los fusiles de los sublevados, ya que junto con Toledo poseían las por entonces dos únicas fabricas para este tipo de munición y Toledo era aún republicana. A Mola con sus columnas detenidas en Somosierra y muy escasas de munición se le enviaron dos millones de cartuchos vía Portugal.

Conviene aquí poner de manifiesto la importante colaboración que Portugal prestó a los sublevados, bajo la dictadura de Oliveira Salazar y su Estado Nuevo, de matices ampliamente fascistas hasta el año 1945, una vez consumada la victoria de los Aliados en la IIGM. El gobierno de Oliveira Salazar permitió a los sublevados durante toda la guerra la utilización de sus puertos y autorizó el paso por su territorio de suministros de todo tipo para el ejército franquista, una colaboración de la que prácticamente no se ha hablado pero que fue vital.

Ilustración: www.zonu.com
Geográficamente las plazas republicanas de Asturias, Cantabria y País Vasco quedaron totalmente aisladas por tierra del resto de las zonas gubernamentales y sometidas a un duro bloqueo terrestre y marítimo por parte de los sublevados. El bloqueo afectaba seriamente a los suministros básicos para la población y por supuesto a los relativos al ejercito (armamento, víveres, municiones…), al mismo tiempo la presencia de unidades navales golpistas en sus aguas impedía la salida a faenar de las flotas pesqueras. Mola esperaba aún que el PNV se uniese al levantamiento, ello habría significado el dominio total del Cantábrico, zona que se habría convertido en la principal vía de llegada de los convoyes alemanes, la posesión de las zonas industriales intactas y un considerable numero de combatientes, además del dominio de todo el norte peninsular sin ningún desgaste.

El Estrecho de Gibraltar

Teniendo en cuenta que el inicio del golpe se llevó a cabo desde África, la importancia del control de las aguas orientales del Estrecho, (Mar de Alborán, Mar Menor y Mar Chica) y las occidentales atlánticas era una cuestión fundamental. Así lo vio el entonces ministro de Marina José Giral, cuando el día 17 de julio de 1936, nada más tener conocimiento de la rebelión de las tropas de Marruecos, envió unidades de la Flota a aguas del Estrecho con la misión de atacar y hundir sin contemplaciones cualquier convoy de tropas sublevadas procedente de las costas africanas, ordenando también el bombardeo desde el mar de objetivos militares en las plazas de Tetuán, Ceuta y Melilla, ya en poder de los rebeldes. Esta rápida y contundente actuación de la Flota Republicana consiguió que el Ejército de África, principalmente compuesto por mercenarios marroquíes, a los que se les denominó Regulares, y por legionarios del Tercio de Extranjeros, quedara inicialmente bloqueado e imposibilitado para trasladarse a la península.

Una vez avanzada la guerra sería de gran importancia el control de Mediterráneo Oriental para impedir los envíos desde Italia para las tropas fascistas, y además conseguir una protección eficaz a los convoyes rusos que prestaban apoyo material a la República y que eran atacados impunemente por los submarinos italianos. A pesar de que Italia había firmado en agosto de 1936 el Pacto de No Intervención junto con 26 países más, sus submarinos se adentraban en aguas territoriales españolas hasta tal punto que el 22 de noviembre de 1936 el "Torricelli" torpedea al crucero republicano "Miguel de Cervantes" a la entrada del puerto de Cartagena. El silencio del Comité de No Intervención sobre este incidente animó a Italia a potenciar su presencia cerca de las costas españolas, se calcula que desde agosto de 1936 hasta el mes de febrero de 1937, 13 cruceros, 22 destructores, 2 lanchas torpederas, 7 buques auxiliares y 42 submarinos italianos y alemanes habían desempeñado misiones de guerra en el Mediterráneo, unas misiones que se siguieron desarrollando de forma clandestina hasta que en noviembre de 1938 Inglaterra autoriza formalmente a Mussolini la intervención sin limites en la guerra española.

En la primera semana de agosto de 1936, gracias a la decisiva ayuda de cazas y bombarderos italianos y alemanes, los sublevados consiguen romper el bloqueo y llegar a la península con un reducido convoy, el por ellos denominado “Convoy de la Victoria”, una decisión a la desesperada de Franco que sin embargo le dio excelente resultado, consiguiendo trasladar el cinco de agosto en los buques "Ciudad de Cadiz", "Ciudad de Ceuta" y en el remolcador "Almagro" 1.600 soldados, explosivos, munición, seis piezas de artillería de 105 mm y dos ambulancias militares, con la única escolta del cañonero "Eduardo Dato", el guardacostas "Uad Kert" , el torpedero T-19 y el apoyo de 13 aviones de diferentes características. De la Flota de la República solo el destructor "Alcalá Galiano", que inexplicablemente se encontraba en solitario patrullando las aguas occidentales del Estrecho,  llegó a tiempo para intentar impedir el paso del convoy, en el combate fue alcanzado por la artillería del "Eduardo Dato" y varias bombas de aviación a la altura de Punta Europa, ya sin munición antiaérea puso rumbo al puerto de Málaga con 18 marineros muertos y 28 heridos. La reacción de la Flota Republicana tiene lugar dos días después, el siete de agosto, con el envió a la costa de Algeciras del crucero "Libertad", el acorazado "Jaime I" y dos destructores, que atacan las baterías de costa de Isla Verde, San Antonio y Santiago, la ciudad, los muelles y los buques que allí se encuentran, consiguiendo inutilizar al "Eduardo Dato" y al "Uad Kert". Ningún convoy más consiguió en esos momentos romper el bloqueo, ni lo intentaron, a causa del posicionamiento de la Flota Republicana en Tánger y a pesar de los continuos ataques a que fue sometida ésta por la aviación extranjera. El grueso del temido ejército de África tuvo que mantenerse a la espera de poder llegar a la península.

Gourdou-Leseurre GL32
Puede afirmarse sin duda que en esas fechas el control naval del Mediterráneo era republicano, con la excepción citada de las aguas de Mallorca. La isla de Menorca y su Base Naval de Mahón se mantuvieron fieles a la República. No fue así en el Cantábrico, el cual en un primer momento estuvo “dominado” por los sublevados, permitiendo a estos la toma de las plazas de Irún y San Sebastian y el consiguiente aislamiento por tierra con Francia de las tropas republicanas del Norte. Esta situación de supremacía naval se intentó solucionar en el mes de agosto de 1936, enviando a la zona cinco submarinos, misión que fracasó a causa de la actuación desleal de sus comandantes, solo uno de ellos, el del C-5 se mantuvo íntegramente leal al gobierno republicano, aunque no pudo evitar que el sabotaje de sus torpedos le impidiese hundir al acorazado "España", el torpedo que lanzó  contra el acorazado no llegó a explotar, hundimiento que de haberse producido habría tenido consecuencias muy negativas para la, ya de por si menguada, flota sublevada y la moral de sus miembros. De todas formas el "España", que fue salvado del desguace a causa de la guerra, acabó hundido en abril de 1937. Se encontraba bloqueando la bahía de Santander y chocó con una mina cuando huía, al ser atacado por los Gourdou-Leseurre republicanos con base en Sondika (Vizcaya), antiguos cazas reconvertidos en bombarderos ligeros con capacidad para bombardeo en picado. No se descarta que también fuese alcanzado por alguna bomba lanzada por los cazas según publica el CESEDEM (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional) en una monografía de Juan M. Riesgo Pérez-Dueño sobre el hundimiento del acorazado:
“Uno de los mayores éxitos de la Aviación republicana fue el hundimiento del acorazado España intervinieron: seis Gourdou Leseurre, capaces para hacer bombardeo en picado pese a su velocidad de solo 280 kilómetros/hora pero pudiendo llevar una bomba de 250 kilogramos pilotados por Baquedano, De la Mata, R. Panadero, García Borrajo, Zambudio y Vabss. Según me relató Antonio García Borrajo, les dio tiempo a despegar, bombardear, volver a cargar y bombardear. Aunque alcanzaron al acorazado su blindaje le permitió resistir, pero al navegar muy forzado a toda máquina y en zig-zag, no pudo evitar el campo de minas y una mina al estallar junto a su casco, le hizo ir a pique. El propio Borrajo presenció desde el aire como la tripulación fue salvada por el destructor Velasco que se acercó para ello. Borrajo en ese momento no hizo uso de sus cuatro ametralladoras.”
La Flota Republicana

En el contexto de la guerra en el mar, parece claro que Prieto decidió que la función de la Flota Republicana debía centrarse principalmente en impedir la llegada a la península de los suministros que por vía marítima recibían los sublevados procedentes de Alemania e Italia, y los traslados de tropas y material de guerra desde el norte de África, operaciones éstas a desarrollar en las inmediaciones occidentales del Estrecho de Gibraltar, y misiones éstas que debían compartirse con el desbloqueo de los puertos republicanos del Norte, en esos momentos su única vía de comunicación con el resto de la España aún republicana.

Según lo anterior, en nuestra Guerra Civil las acciones bélicas en el mar no tenían como objetivo principal destruir las unidades navales enemigas, estas acciones de guerra naval quedaban dentro del objetivo principal, representado por el bloqueo de sus rutas marítimas y puertos e impedir movimientos de desembarco en las costas, junto con la ejecución de bombardeos de objetivos militares desde el mar.

Aparte de la defensa de sus costas y los ataques a objetivos enemigos en tierra, podríamos decir que la función de la Flota Republicana se centraba en el ataque a los convoyes enemigos y en la protección de los propios.

Una vez definidas las posiciones de mandos y  tripulaciones la Flota Republicana quedó compuesta principalmente por las siguientes unidades:

1          Acorazado
3          Cruceros
10        Destructores operativos
2          Destructores en reparación
2          Destructores en construcción
2          Submarinos Clase B
5          Submarinos Clase C
3          Submarinos en reparación
1          Cañonero
3          Torpederos
2          Guardacostas
5          Patrulleros
2          Buques de transporte
1          Petrolero
1          Buque Hospital
6          Dragaminas
4          Lanchas dragaminas
10        Pesqueros armados
4          Buques auxiliares
6          Remolcadores

Asimismo contaba con el Regimiento de Infantería de Marina nº 1 con base en Cartagena.

La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi estaba compuesta por las siguientes unidades:
4        Bous armados (Buques bacaladeros requisados a PYSBE y artillados )
4        Dragaminas
6        Buques auxiliares

La Flota sublevada

En julio de 1936 los buques de guerra que apresaron los sublevados, pusieron bajo su bandera y estaban operativos eran:

Un acorazado (España) Operativo en agosto de 1936.
Un crucero (Almirante Cervera)
Un destructor (Velasco)
Tres cañoneros tipo Dato
Cinco torpederos
Cinco guardacostas

Aun sin tener en cuenta que el acorazado "España" era una reliquia y con parte de su artillería desmontada, la superioridad de la Flota Republicana era en ese momento abrumadora y, en ese momento, en julio de 1936, se debió acabar por completo con los buques sublevados y con el Arsenal de Ferrol, donde se estaba acabando de poner a punto el "Baleares" y el "Canarias", y terminando de construir dos cañoneros-minadores. Eliminación que habría supuesto que sus próximos buques de guerra y sus operaciones navales dependieran por completo de la colaboración de sus socios italianos y alemanes, debiendo para ello incumplir escandalosamente el Pacto de No Intervención. De todas formas, y a pesar del Pacto, en octubre de 1936 los italianos vendieron a los sublevados dos destructores y dos contratorpederos, aunque de poco les sirvieron, ya que al tratarse de buques con más de 20 años de servicio sufrían constantes averías, hasta tal punto era su falta de capacidad operativa que el Estado Mayor de los sublevados los calificó de "chatarra". Igualmente los italianos pusieron a disposición de los sublevados cuatro submarinos en los que iba a bordo un oficial español para el caso de que fueran interceptados por las patrullas internacionales.

El Mando de la Flota Republicana

José Giral deja el cargo de ministro de Marina el 22 de agosto de 1936 y le sucede Indalecio Prieto, que toma posesión del ministerio el 4 de septiembre, siendo presidente del Consejo Largo Caballero.

Cuando Prieto el cuatro de septiembre de 1936 toma posesión de su cargo de ministro de Marina y Aire el Estrecho de Gibraltar está controlado por la Flota Republicana desde el 18 de julio, los convoyes de los sublevados no pueden llegar a la península y esperan en África la oportunidad de hacerlo. Diecisiete días más tarde  Prieto hace que cambie la situación.

El Estado Mayor de la Armada en la fecha de la sublevación estaba a cargo del vicealmirante Francisco J. de Salas González, el Segundo Jefe de Estado Mayor era el contralmirante Joaquín Cervera Valderrama, ambos se unieron a la sublevación desde el primer momento, fueron arrestados y fusilados. 

Largo Caballero  aprobó un Reglamento de Reorganización de la Flota, en el que se determinaron las atribuciones y funciones tanto del "Comité Central" como de los Comités de los buques (posteriormente eliminados por Negrín en 1937), e introdujo la figura del Comisario Político de la Flota, nombrando para el cargo, Comisario General de la Flota Republicana, al socialista Bruno Alonso Gonzalez, amigo personal de Indalecio Prieto, un socialista de honradez intachable, siempre beligerante y comprometido desde siempre contra la corrupción, las injusticias y desigualdades sociales, diputado a Cortes por el PSOE en 1931,1933 y 1936.

El reto más urgente de Alonso era lograr eliminar la lógica desconfianza que la marinería, auxiliares y suboficiales tenían sobre los mandos del Cuerpo General, a causa de su más que dudosa vinculación a los ideales republicanos. Alonso debía garantizar la obediencia al mando militar, de tal manera que la confianza de los combatientes en los jefes que los dirigían fuese absoluta y total, sobre la base de que sin disciplina difícilmente se consigue combatir con posibilidades de victoria. Por otro lado era necesario que las decisiones de los mandos tuvieran para la tropa una garantía de consenso con el Gobierno, esto pasó a solucionarse estableciendo la necesidad de que todas las solicitudes al Mando, al Gobierno y las órdenes a los subordinados, fuesen firmadas conjuntamente por el Mando y por el Comisario. En julio de 1937, Alonso también asumiría el cargo de Comisario de la Base Naval de Cartagena, cargo que hubo que eliminar debido a la oposición frontal al mismo de los mandos del Cuerpo General destinados en esa Base.

Alonso fue nombrado Comisario en diciembre de 1936, por lo que no necesariamente  participó o tuvo que autorizar la decisión de enviar la Flota al Cantábrico, aunque también es cierto que en el mes septiembre ostentaba el cargo de Comisario de Guerra en la recién creada Junta de Defensa de Santander y por tanto cabe la posibilidad de que influyera a favor de dicha decisión.

De forma paralela, se creó el Estado Mayor Central de las Fuerzas Navales de la República, su primer jefe fue el capitán de corbeta Luis González de Ubieta, cargo que ejercía en la fecha del envío de la Flota al Cantábrico. Como jefe de la Flota en esa fecha estaba el capitán de corbeta Miguel Buiza, nombrado el uno de septiembre de 1936. Buiza estaba al mando de los buques que partieron hacia el Cantábrico.

Según lo anterior podemos suponer que la orden de Prieto a la Flota para que partiera hacia el Norte debió ser consensuada con Largo Caballero y Luis González de Ubieta y al menos conocida por Bruno Alonso, por supuesto Largo Caballero y Azaña estaban al corriente, de todas formas, aún con la negativa de Ubieta, se llevó a cabo.

El País Vasco

Al principio de la sublevación Guipúzcoa y Vizcaya se mantienen fieles a la legalidad republicana, el levantamiento solo triunfa en Vitoria y buena parte de Álava, contrariamente puede decirse que en Vizcaya no hubo alzamiento, y en Guipúzcoa, tras un tímido intento de sublevación, ésta fue sofocada por las fuerzas del Frente Popular, contraviniendo las expectativas de Mola de contar rápidamente con la adhesión del PNV dada su vocación conservadora y su notoria vinculación con la Iglesia Católica. Al PNV no le fue fácil tomar la decisión de permanecer leales al Gobierno, este asunto se debatió intensamente hasta el último momento.

La posición del PNV junto a la República, ya de por si incierta, se ve perjudicada  a causa de los desmanes cometidos durante los tres primeros meses de la guerra contra la Iglesia y en las cárceles del País Vasco, actuaciones éstas que el PNV no pudo controlar. A raíz de estos hechos sus dirigentes comienzan a realizar gestiones con Inglaterra para que apoyasen un régimen autónomo independiente, y consecuentemente quedar desvinculados del conflicto.

El Gobierno de la República, al conocer estas maniobras, propone al PNV reforzar las ayudas para la defensa de sus territorios, la eliminación del bloqueo marítimo de sus puertos y la rápida aprobación del Estatuto de Autonomía Vasco. Días más tarde el PNV decide unirse a la defensa de la República.

Mola esperó la decisión del PNV de adherirse a la rebelión para actuar, y admitió oficialmente a las organizaciones nacionalistas vascas. El 18 de agosto finalmente y a la vista de los acontecimientos Mola toma la decisión de “disolverlas”.

La orden de Prieto

Una vez tomada la decisión por los vascos y justificándose por una posible ofensiva del ejército sublevado contra Bilbao, Prieto ordena que el grueso de la Flota se dirija al Cantábrico. Se toma la decisión de que partan de su base doce buques de guerra con destino a las aguas del Norte, el veintiuno de septiembre los barcos salen del puerto de Málaga y avistan Bilbao el día veintitrés. La decisión de Prieto es calificada por el capitán de navío Cerezo en los siguientes términos:
"Al tomar la decisión de enviar la Flota al Cantábrico, a Indalecio Prieto le ha sobrado osadía; la osadía propia de los ignorantes cuando resuelven una cuestión que desconocen"
Con la Flota en el Norte, el uno de octubre de 1936, se aprueba por las Cortes Republicanas el Estatuto de Autonomía del País Vasco y se crea la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi, al mando de Joaquín de Eguía y Unzueta (Capitán de la Marina Mercante y Subinspector Local de Servicios Marinos), sus unidades son seis bacaladeros de altura requisados, a los que se les dotó de cañones de 101,6 mm cedidos por el acorazado "Jaime I".

Los supuestos acuerdos del gobierno con el PNV para que se mantuviese al lado de la República se cumplieron, pero el precio pagado fue descomunal.

Los destructores republicanos "Gravina" y "Almirante Ferrandiz" quedan encargados del bloqueo del Estrecho. Los sublevados no pierden el tiempo con el grueso de la flota gubernamental alejada del Mediterráneo, días después de su partida el ya operativo crucero "Canarias", navegando junto con el "Almirante Cervera", hunde al destructor "Almirante Ferrandiz" a la altura de Cabo Espartel, mientras se encontraba custodiando las aguas del Estrecho, alcanzando también al "Gravina" que tiene que retirarse con graves desperfectos al puerto de Casablanca. Para el Gobierno el "Canarias" aún no estaba operativo a causa del retraso ocasionado por el impacto de una bomba de aviación, no se temía por tanto su llegada a esas aguas, los servicios de información de la República se equivocaron, la bomba que supuestamente lo había inutilizado temporalmente no impactó en el "Canarias", lo hizo en el agua, por tanto la operatividad del crucero no sufrió retrasos, un día antes de que Prieto ordenara salir a la Flota el "Canarias" ya navegaba en óptimas condiciones de combate bajo las ordenes del capitán de navío Bastarreche.

La hegemonía en el Estrecho acababa de perderse. Es entonces cuando Prieto ordena el inmediato regreso de la Flota al Mediterráneo, en Bilbao quedan un destructor ("José Luis Diez"), un torpedero y dos submarinos, pero el daño ya estaba hecho, desde aquel día los dos cruceros franquistas comenzaron a escoltar a los convoyes procedentes de África, desde aquel día los sublevados no tuvieron prácticamente ningún problema en esas aguas, ninguna dificultad para el transporte de tropas y suministros, el Gobierno nunca dio instrucciones a la Flota para “reconquistar” el Estrecho, así se perdió el control en esas aguas y posiblemente así se empezó a perder la guerra. El trece de octubre de 1936 el grueso de la Flota inicia su vuelta al Mediterráneo y se ubica en los puertos de Cartagena y Málaga… prácticamente ya no saldría nunca más del Mediterráneo. En total la Flota estuvo en aguas del Cantábrico solo veinte días, el "José Luis Diez" permaneció amarrado en el puerto de Santurce durante ocho meses sin prácticamente salir a navegar. 


La caída del País Vasco

Desde un punto de vista basado en la situación del País Vasco, totalmente aislado por tierra del resto de las zonas republicanas a excepción de Santander y Asturias pero también aisladas, no es descabellado pensar que su caída en manos de los rebeldes era solo cuestión de tiempo. Un tiempo que marcarían Mola y Franco. Fracasada una primera ofensiva fascista sobre Vizcaya, el gobierno de la República ordena al ejército vasco que rompa el frente por Villareal. El Estado Mayor Vasco organiza 27 batallones de infantería (25.000 hombres) integrados por combatientes sin experiencia pero con el apoyo de más de 10.000 milicianos destinados en el frente. La ofensiva se inicia el treinta de noviembre. Franco decide el envío inmediato de refuerzos a los carlistas que defendían la posición. La falta de instrucción militar de los batallones vascos hace fracasar la operación y los 27 batallones vascos se retiran.

En la primera semana de la rebelión se organizan en Navarra ocho columnas, de mayoría requeté, con unidades de falangistas y del ejército regular. A principios de septiembre tres de estas columnas toman Irún cortando todas las comunicaciones del País Vasco con Francia. Las otras cinco columnas se dirigen a San Sebastian, ciudad que ocupan el trece de septiembre sin encontrar resistencia. Tras reagruparse, las tropas carlistas se dirigen a Vizcaya. El veintinueve de septiembre, tres días después de que la Flota llegase al Cantábrico, Mola inicia una ofensiva sobre el frente occidental de Guipuzcoa pero son rechazados por las milicias republicanas. Mola ordena detener la ofensiva, en ese momento el ejército sublevado tiene dominada prácticamente toda Guipuzcoa, la línea del frente se establece en la frontera con Vizcaya. Las unidades de la Flota no intervinieron en absoluto en la defensa de Guipuzcoa si bien su presencia hizo demorar los planes de Mola. Tampoco puede decirse que se temía una invasión por el sur de Vizcaya o por sus costas, la ofensiva hacia casi un mes que se estaba produciendo por Guipuzcoa. No es hasta la primavera de 1937 cuando Mola decide iniciar un ataque definitivo sobre Vizcaya. Las ocho  brigadas de requeté navarras, entre los que hay diez batallones de vascos de Álava y Guipúzcoa, muchos carlistas navarros y tropas del resto de España inician el ataque sobre Vizcaya por el suroeste con el apoyo de 140 aviones, de los que 65 son de la Legión Cóndor, y apoyo artillero entre el que hay siete baterías italianas. Guernica es bombardeada por la Legión Cóndor el veintiséis de abril. La ayuda del Gobierno de la República se limita fundamentalmente al envío de 50 unidades de aviones caza.

La Flota vasca (Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi) estaba compuesta en exclusiva por bous artillados, no obstante su inferioridad en todos los sentidos, tienen el coraje de enfrentarse al crucero "Canarias", una gesta épica de los marinos vascos que se dio en llamar la Batalla de Cabo Machichaco. 

Ilustración : www.grijalvo.com

El "Canarias" se encontraba navegando a la altura de Bilbao a la espera para atacar y apoderarse del mercante "Mar Cantábrico", procedente de Nueva York con un importante cargamento de material de guerra para la República, recibió el cuatro de marzo la orden de capturar al mercante "Galdames", en ruta a Bilbao desde el puerto francés de Bayona con un cargamento de moneda, iba escoltado por el "José Luis Díez"  y por los Bous de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi:  "Gipuzkoa", "Nabara", "Bizkaia", "Pantzeska", "Joseba Mikel" y "Donostia". En la batalla uno de los bous, el "Nabara" se enfrenta al "Canarias" y es hundido después de tres horas de combate, el mercante "Galdames" es  apresado y conducido por el "Canarias" hasta Pasajes. La tripulación y pasajeros del "Galdames "fueron condenados a prisión e incluso algunos fueron fusilados. El más significado de los fusilados fue Manuel Carrasco Formiguera, político catalán y representante de la Generalidad de Cataluña ante el Gobierno de Euzkadi.

Una batalla en la que no intervinieron ni los submarinos republicanos C-2 y C-5 ni el torpedero T-3 allí destacados. Tampoco combatió el destructor "José Luis Diez", que escoltaba al mercante, su comandante el alférez de navío Carlos Moya, alegando una avería en las máquinas, huyó dirigiendo el buque al puerto de Burdeos, una vez allí procedió a sabotear las turbinas del destructor para después desertar junto con varios oficiales del buque.

Este comportamiento de los mandos de las unidades navales republicanas destacadas en Vizcaya fue inmediatamente denunciado por el lendakari Aguirre, por medio del envío de varios telegramas dirigidos al Gobierno: En el último enviado dice:
“Necesidad imprescindible urgentísimo venga escuadra a romper bloqueo proteger armamentos, víveres. Último caso, envíen cuatro destructores, tres submarinos, obligándose Gobierno vasco poner tripulación dispuesta enfrentarse enemigo”
Telegrama que se emite cinco meses después de que Prieto, una vez que había conseguido la adhesión de los vascos a la República y forzado por la situación en el Estrecho, ordenase la retirada de los buques inútilmente enviados en septiembre.

José Antonio Aguirre
El ocho de mayo de 1937 el lehendakari Aguirre, y a pesar de que Largo Caballero ostenta oficialmente desde octubre de 1936 la jefatura de todas las fuerzas armadas, toma el mando de todas las operaciones militares vascas. Ordena movilizar a todos los hombres que puedan empuñar armas o hacer trabajos de fortificación, llegando a disponer de 70.000 soldados, pero no dispone de armas para todos, también se incorporan varios batallones de santanderinos y asturianos.

A primeros de junio, la República intenta retomar el control de la guerra en Vizcaya y envía a Bilbao a Mariano Gamir Ulibarri, militar profesional, vasco y no identificado con ningún partido político, recomendando a Aguirre que le ceda el mando militar. Aguirre acepta,  Gamir dispone de unos 40.000 hombres para continuar la guerra. El once de junio los sublevados dan comienzo al asalto del inacabado Cinturón de Hierro de Bilbao que es sobrepasado al cabo de 36 horas. El dieciocho de junio cae Bilbao, todo el País Vasco queda en manos franquistas y con el todos sus puertos y sus magníficas zonas industriales y mineras.

Avance de los sublevados en el Frente del Norte (1937)


Durante el año que duró la resistencia en el País Vasco la Flota estuvo prácticamente ausente a excepción de los veinte días que permaneció en el norte en septiembre de 1936. El destructor "José Luis Diez" quedó atracado en Santurce sin hacer nada hasta que en mayo de 1937, con la ofensiva franquista ya avanzada, la policía y la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi se apoderan de él y del "Ciscar", desalojando a sus dotaciones. A petición del mando republicano los días siguientes embarcan en ellos más de 200 marineros de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi para sustituir a parte de sus antiguas tripulaciones, en las que no se confiaba. El quince de junio de 1937, los destructores "Císcar" y "José Luis Díez" abandonan Bilbao hacia Francia, cargados de refugiados y con varias personalidades civiles y grupos de militares que aprovechan el viaje para desertar poco antes de que los sublevados entren en Bilbao.

Juan de Ajuriaguerra
Como ya se ha dicho, en junio de 1937 las tropas sublevadas toman Bilbao y todo el País Vasco queda en manos de los insurrectos. Los batallones vascos de Santoña y Laredo reciben instrucciones del Gobierno de la República de retirarse hacia Asturias, órdenes que no solo no se cumplen, sino que dichos batallones se sublevan contra la República y toman Santoña y Laredo procediendo a la liberación de más de 2.500 presos políticos. El comandante local vasco proclama la República de Euzkadi y ordena a dos de sus oficiales que crucen el frente y se entrevisten con las fuerzas italianas para negociar una rendición, el resultado es el conocido como Pacto de Santoña. Juan de Ajuriaguerra, presidente del Bizkai Buru Batzar, había estado negociando durante varios meses un acuerdo de rendición con la mediación del Vaticano; el Gobierno de la República y el lendakari vasco tuvieron conocimiento de estas negociaciones de rendición, aunque ni el PNV ni el Gobierno Vasco no conocieran sus términos hasta terminada la guerra.

Pacto de Santoña

Se llegó a un acuerdo a espaldas del Gobierno de la República, en Valencia en esos momentos, por el que el Ejército Vasco se rendiría, entregando sus armas a los italianos, a cambio de que respetasen la vida de sus soldados y fueran considerados prisioneros de guerra bajo la soberanía italiana, permitiendo evacuar por mar a los dirigentes políticos, funcionarios vascos y a los oficiales que lo deseasen. En aquel momento los vascos aceptaron la rendición sin ulteriores condiciones, aunque trataron inútilmente de conseguir unas mayores garantías del coronel Farina, jefe del Estado Mayor de las fuerzas italianas. Así las cosas los italianos entraron en Santoña tomando posesión del control civil y militar. El 26 de agosto habían entrado al puerto santoñés los buques mercantes ingleses "Bobie" y "Seven Seas Spray" procedentes de Bayona bajo la protección del destructor inglés "Keith". Comienza de inmediato el embarque de refugiados con pasaporte vasco. A las 10 de la mañana enterado el general Dávila ordena la inmediata suspensión de la operación y el desembarque de los refugiados. Únicamente el mercante "Bobie" pudo, con anterioridad a la orden de Dávila,  abandonar el puerto con 533 heridos a bordo escoltado por el "Keith".

El pacto no se llevó a cabo, en parte debido al  excesivo retraso en la llegada de los buques de evacuación, retraso que permitió que el Cuartel General de Franco al conocer la situación ordenase inmediatamente la anulación de lo pactado y el internamiento en la prisión de El Dueso de los republicanos que pretendían exiliarse. En noviembre, la represión franquista se pone en marcha, más de 5.000 combatientes vascos fueron internados en campos de trabajo, un número similar fueron enviados definitivamente a prisión y más de 500 fueron condenados a muerte. 

El denominado Pacto de Santoña   fue "ocultado" durante años, por un lado el Gobierno de la República no quería poner de manifiesto la traición de una parte de su ejército, por otro los nacionalistas vascos renegaban de haber mantenido contactos con el enemigo encaminados a abandonar la República, y finalmente los sublevados querían evitar la humillación que suponía reconocer que sus aliados extranjeros tomaban decisiones sin consultarles, y más aún acompañadas con la firma de importantes acuerdos con el enemigo. 

Inmediatamente, Franco abolió los fueros de Vizcaya y Guipúzcoa a causa de su condición de “provincias traidoras” por no haberse sumado a la sublevación militar. Álava y Navarra en cierto modo conservaron parte de sus privilegios fiscales y de orden público. El Estatuto vasco aprobado por el Gobierno de la República  en octubre de 1936 pasó a ser historia.

La teoría

Sin duda la decisión de trasladar el grueso de la Flota al Norte fue una decisión equivocada. La decisión de partir al Cantábrico debería haber estado justificada de forma proporcional al riesgo que se corría, desguarneciendo el Mediterráneo y las aguas occidentales del Estrecho y no lo estaba. Una decisión cuyos verdaderos motivos y justificación siguen, al menos para mí, sin conocerse con amplitud y claridad. A mi modo de ver el Gobierno cometió otro error al no ordenar días después de la sublevación la destrucción de la exigua flota enemiga y los arsenales de Ferrol, quizás el error fue fruto de la idea de que el levantamiento no triunfaría.

Solo hacia dos meses que la guerra había comenzado, como se ha dicho anteriormente no fue fácil para el Gobierno conseguir que el PNV se mantuviera al lado de la República. Podemos atrevernos a pensar que la guerra pudo significar en cierto modo una posibilidad para que el País Vasco consiguiese algo más que el Estatuto por el que venía luchando democráticamente desde 1931. Hasta el 18 de agosto no decide su posición. Posteriormente y a finales de septiembre los sucesos que tuvieron lugar en los buques prisión "Altuna-Mendi" y "Cabo-Quilates" fondeados en Bilbao, influyen negativamente en la moral nacionalista vasca. En dichos barcos permanecían presos aquellos que antes lo estaban en los penales de San Sebastian, evacuados antes de la ocupación franquista de la provincia. El 25 de septiembre Bilbao es bombardeado intensamente. Grupos incontrolados acuden en gabarras a los barcos prisión en la noche del 26 al 27, ayudados por los guardianes proceden a dar muerte a parte de los prisioneros en venganza por el bombardeo. Se calcula que en el "Cabo-Quilates" fueron 41 las victimas  y 29 en el "Altuna-Mendi", pero son solo estimaciones. Tras estos sucesos los dirigentes del PNV vuelven a reconsiderar su postura en el conflicto, hasta el punto de entablar conversaciones con la diplomacia británica para “independizarse del mismo" y al mismo tiempo de España.

Puede comprobarse que la Flota Republicana prácticamente no tuvo participación en la defensa del País Vasco, solo cuando la posición de los vascos con respecto al levantamiento militar no estaba definida maniobró el Gobierno para que se decantasen por la República, ofreciendo a cambio el envío del grueso de la Flota y la aprobación inmediata del Estatuto Vasco. La invasión de Vizcaya se inicia ocho meses después de la fecha en que Prieto envió la Escuadra al Norte, la justificación que Prieto esgrimió carecía de razones de peso si nos atenemos al desarrollo y cronología de las operaciones militares llevadas a cabo para la conquista de Vizcaya. Si la idea de Mola era atacar también por la costa bien podría haberlo hecho una vez que la Flota se retiró en octubre de 1936, veinte días después de su llegada.

También, y a  la vista de los acontecimientos, no es descabellado pensar que el gobierno “abandonó” en cierta forma al País Vasco una vez que consiguió que se implicase en la defensa de la República, y tras hacer una demostración de poder y colaboración extrema enviado la Flota al Cantábrico y aprobando de un plumazo el Estatuto vasco. Es posible que dada la situación de aislamiento en que se encontraba el País Vasco se diese por perdido de antemano, o considerado de muy difícil defensa. Si repasamos lo acontecido en el Frente del Norte poco o nada estuvo supeditado a la intervención de Prieto, los sublevados tenían su principal baza en la ofensiva por tierra y los bombardeos aéreos, la excusa de Prieto basada en una operación por el mar carecía, como ya he dicho, de fundamentos de peso, y en cualquier caso el envió de tantas unidades no era necesario. Tampoco se aprovechó la estancia de la Flota en el Cantábrico, con todos los buques sublevados que operaban en esa zona escondidos en Ferrol, para enviar convoyes de tropas y armamento para resistir el ataque por  tierra, operaciones que habrían sido las normales una vez que la Flota estaba en aguas del Norte.

Es defendible aceptar que el PNV intentó obtener beneficios por su participación en la guerra al lado del Gobierno de España. No es por tanto ningún despropósito suponer que el envío al Cantábrico del grueso de la Flota respondiese exclusivamente a una maniobra política en la que no intervinieron ni fueron consultados o escuchados sus mandos. Es lícito suponer, insisto, que el PNV puso condiciones extremas a su lealtad al gobierno.

Está demostrado que el nacionalismo vasco negociaba con los sublevados y con el Vaticano para lograr una salida de la guerra, abandonando así la defensa de la República Española. Prieto y el resto del Gobierno lo sabían y no actuaron contundentemente para evitarlo. Está igualmente claro que la postura del PNV ante la sublevación estuvo sembrada de dudas desde el primer momento.

Prieto, un político nato, impetuoso y con ciertas dosis de vehemencia y Largo Caballero, antepusieron la adhesión del PNV al interés estratégico del Estrecho. Azaña lo consintió. Esta creo que fue la primera equivocación, la segunda fue no acabar con la flota enemiga en julio, una flota que nada más tener conocimiento de la partida hacia el norte de la flota gubernamental envió dos cruceros al Estrecho, el Canarias y el Almirante Cervera.

Una maniobra, la de Prieto, descabellada e inútil. Doce buques de guerra (un acorazado, dos cruceros, seis destructores y tres submarinos), en perfecto estado operativo se utilizaron como moneda provisional de cambio sin valorar detenidamente las consecuencias que el abandono del Estrecho podía llegar a suponer, y aún más descabellada, si cabe, si tenemos en cuenta que la ofensiva sobre el País Vasco se estaba llevando a cabo desde el interior, ahí estaba el frente, y que el avance definitivo sobre Vizcaya estaba lejos de iniciarse.

Según Michael Alpert :
"No se puede minimizar la importancia del control nacional sobre el Estrecho de Gibraltar. Los nacionales dominaban una posición central, controlando una ruta marítima estrecha, y dominaban también el hinterland donde se encontraban las bases de apoyo. Al dominar el Estrecho se abrió la posibilidad, de gran significación para los meses venideros, de establecer una base avanzada en Palma de Mallorca, cuyo abandono por las fuerzas expedicionarias de la República llegaría a adquirir ahora una significación evidente".
Tampoco se aprovechó la permanencia de la Flota en aguas del Norte, salvo el desbloqueo provisional de las aguas y la entrega de un pequeño suministro de material, munición y víveres. No recibieron ninguna orden para conseguir el dominio de las comunicaciones marítimas enemigas, ni se interrumpió la llegada constante de material desde Alemania, que estando los buques republicanos en el Norte tenía la ruta a Sevilla más o menos libre. 

En el capitulo III de la Historia de la Armada Española, editado por el Ministerio de Defensa, titulado “Las acciones Navales de la Guerra Civil  Española” se reconoce la importancia del dominio del Estrecho y la importancia del papel de los buques :
“…El dominio del Estrecho, primero republicano y más tarde nacional, la campaña del Cantábrico totalmente favorable para la Armada nacional y la guerra en el Mediterráneo, ya en la última fase de la contienda, dieron la victoria final a quienes mejor supieron utilizar la herramienta naval que poseían. La decisión de Indalecio Prieto fue la peor de toda la guerra civil".
En la Guerra Civil, con la sola excepción del "desembarco" en la península de las tropas de África y el desbloqueo del Estrecho, las escasas operaciones navales que se realizaron no fueron decisivas, la guerra se libraba en tierra firme donde la artillería, carros blindados, la infantería y los bombardeos aéreos fueron los protagonistas destacados y en estos medios de combate el ejercito sublevado tenía una superioridad abrumadora, mejor preparación y una importante ayuda de Alemania e Italia, no así en cuanto a la marina de guerra en la que la superioridad correspondía a la República, una superioridad que no se supo rentabilizar, más bien me atrevería a decir que su potencial se desperdició. Muchos somos los que coincidimos en que en los días inmediatos a la sublevación, solo con el acorazado "Jaime I", protegido por una flotilla de destructores y bien posicionado en el Estrecho, ningún barco sublevado habría llegado a la península, máxime si tenemos en cuenta que los sublevados todavía no disponían de submarinos.

Nunca sabremos que hubiera sucedido si la Flota no hubiese perdido la hegemonía en las aguas del Estrecho, o la hubiese recuperado de forma inmediata, lo que es seguro es que las tropas sublevadas que esperaban en África el traslado a la península hubieran tenido que permanecer allí indefinidamente, haciendo fracasar el avance que comandaba Franco, una operación que solo la Flota podía realizar y que no  hizo. A mayor hipótesis, y dejando a un lado Ferrol por tratarse de un puerto excelentemente defendido gracias a su artillería de costa y su situación, no resulta descabellado pensar en la posibilidad de que una vez dominado el Estrecho, con su intervención desde el mar se hubiese recuperado Cádiz, su Base Naval y sus astilleros, solo defendida por su exigua artillería de costa (un cañón de 30.5 en Torregorda y la batería Munai-Arguelles en el puerto). En la misma tesitura nos encontramos ante la recuperación de la abandonada isla de Mallorca. El intento de recuperarla llevado a cabo por la Generalitat de Cataluña, dirigido por el capitán Alberto Bayo estaba condenado al fracaso antes de que las tropas embarcasen. Sin duda con la isla de Mallorca bajo bandera republicana se habría conseguido también la plena operatividad de la Base Naval de Mahón, infrautilizada durante toda la contienda, prácticamente cumpliendo un papel  testimonial y bloqueada por mar a causa de la ocupación de Mallorca por los sublevados y la ilegal ayuda de los submarinos y aviones italianos. Una vez que Cádiz y Mallorca estuviesen bajo bandera republicana lo estaría todo el Mediterráneo, desde Cádiz hasta Portbou, y los suministros para la República procedentes de Rusia habrían seguido llegando sin problemas, no así la ayuda alemana que solo podría llegar por los puertos gallegos, tráfico que habría sido mucho mas fácil de detectar por los buques de guerra franceses destinados a las patrullas de control en esa zona por el Comité de No Intervención. y les obligaría a utilizar con más intensidad los colaboracionistas puertos portugueses, según venían haciendo desde el comienzo de la guerra, por estar sus aguas libres de vigilancia internacional a pesar de que España había denunciado esta situación en numerosas ocasiones ante el Comité de No Intervención en Londres. Esta situación en el Mediterráneo convertiría a Ferrol y temporalmente a los puertos portugueses en los únicos posibles puntos de entrega de la ayuda alemana. En el mes de octubre de 1936 según declaración del primer lord del Almirantazgo, las unidades navales extranjeras que estaban en esa fecha en aguas territoriales españolas, eran las siguientes:

Alemanes: dos cruceros y seis destructores. 
Italianos: un crucero, dos destructores y un guiaflotillas. 
Ingleses: un acorazado, un crucero, un buque depósito y siete destructores. Además, un crucero y tres destructores en las inmediaciones de Gibraltar y Tánger. Otros tres destructores estaban en San Juan de Luz y otro, con refugiados estaba rumbo a Marsella.

Mapa que muestra las zonas de control de los cuatro países del Comité de No Intervención (rojo: Gran Bretaña; azul: Francia; verde: Italia; gris: Alemania).

Según estas declaraciones el almirantazgo ingles no hacia referencia, aunque era plenamente consciente de ello, a los submarinos  italianos que constantemente se adentraban en aguas territoriales españolas al objeto de atacar buques gubernamentales incumpliendo reiteradamente el Pacto de No Intervención. En otro orden de cosas y echando cuentas, podemos comprobar que según las declaraciones de Almirantazgo británico casi había en nuestras aguas más buques de guerra extranjeros que españoles y a pesar de ello los italianos y alemanes operaban sin mayores problemas.

Con el Mediterráneo bajo dominio marítimo republicano, las Islas Canarias y las provincias africanas quedarían completamente bloqueadas y su recuperación sería cuestión de tiempo. Mientras tanto Ferrol se habría convertido en la única Base Naval en poder de los sublevados, en el único punto de reparación y abastecimiento para sus buques, obligándolos a una peligrosa concentración de las unidades y a tener que realizar largos recorridos por la costa atlántica para acceder a las costas mediterráneas más próximas, utilizando cifras aproximadas más de 650 millas náuticas entre Ferrol y el Estrecho que tardarían en recorrerse por los cruceros, aproximadamente, 20 horas navegando a toda máquina (33 nudos) y con mar favorable, teniendo en cuenta que a esta velocidad disponían de una autonomía de 1.235 millas náuticas supondría llegar a Cádiz  con el 50% del combustible agotado, lo justo para regresar a Ferrol. A velocidad normal de crucero, entre 20 y 25 nudos, la autonomía se eleva a 4.000 millas náuticas pero la travesía duraría más de 29 horas. En ambos casos sus maniobras serían completamente previsibles y habría que descartar su permanencia durante más de uno o dos días en el sur a causa de la imposibilidad de repostar, tanto combustible como munición.

A modo de resumen, en el tema del Estrecho, Prieto y el Gobierno o el Gobierno y Prieto actuaron bajo unas presiones que no supieron administrar, cediendo a las pretensiones crónicas del PNV, y lo hicieron, como se suele decir, “sin reparar en gastos”. En lo que se refiere a la no utilización efectiva de la Flota también se equivocaron rotundamente.

El gobierno republicano, sus políticos, se empeñó en plantear una "guerra naval" en cierto modo "defensiva", prácticamente exenta de iniciativas en el terreno ofensivo. El Estado Mayor de la Flota estaba subordinado a las decisiones del Gobierno y este a su vez estaba condicionado por los intereses o planteamientos de los partidos que lo integraban. Por el contrario todas las acciones del bando sublevado estaban totalmente huérfanas de planteamientos políticos, solo contaba la estrategia militar. En definitiva la República combatía en una guerra contra ejércitos dirigidos exclusivamente por militares que casi siempre tuvieron la iniciativa y para los que la única política era la victoria militar. Ante un planteamiento como este y sin la ayuda internacional a la República la victoria de los sublevados estaba prácticamente asegurada y desgraciadamente así sucedió.

Las unidades de la Flota cumplieron la misión encomendada por el Gobierno desplazándose al Norte, cuando veinte días después se les ordenó regresaron precipitadamente y vieron como su potencial de combate había sido desaprovechado, lo vieron en ese momento y lamentablemente lo siguieron viendo durante toda la guerra. El Almirante Ferrandiz, con solo siete años de servicio y hundido a placer por el Canarias, quedó para siempre bajo las aguas de las inmediaciones del Cabo Espartel, pasando a ser el primer buque de guerra republicano abatido por los sublevados en un desigual combate naval.

Lo que los mandos de la Flota pensaban sobre la orden de Prieto, lo que expusieron, sus propias opiniones ante el Estado Mayor, o ante los ministros de Guerra y Marina, las opiniones por parte de los responsables de los buques, no lo conocemos aún. Si sabemos que el jefe de la Flota Republicana, el capitán de corbeta Miguel Buiza, indignado por lo sucedido al Almirante Ferrandiz y al Gravina elevó una protesta al ministro de Marina y Aire denunciando la falta de información aérea que tenían los barcos sobre los movimientos de los buques enemigos,…


Miguel Buiza
"información pedida con insistencia y prometida sin resultado, que hubiera evitado el sacrificio estéril de la dotación heroica del destructor Almirante Ferrándiz”. 

Prieto, también primer responsable de la aviación, le contestó escurriendo el bulto y defendiendo a las fuerzas aéreas manifestando que:
"….con una escasez de medios que la coloca en terrible inferioridad viene dando pruebas de maravilloso espíritu de sacrificio” 
Lógica contestación si viene de un político. Podemos pensar que Prieto dejó “solos” al Ferrandiz y al Gravina de forma gratuita, provocando otro “daño colateral” a cuenta de su solución política al tema vasco.

Es cierto que en el seno de la Flota había ausencia de mandos, antes de la sublevación el Cuerpo General de la Armada contaba con más de 600 Jefes y Oficiales,  de ellos parte de los que en 1936 se sumaron a la sublevación y de los que se negaron a ella fueron apresados o ejecutados por uno y otro bando. Finalmente el número de Jefes y Oficiales del Cuerpo General con los que pudo contar la Flota Republicana era del orden de 56, de los que un buen número eran quintacolumnistas, colaboracionistas con los sublevados, algunos de los que habían participado en la sublevación fueron sacados de las cárceles para comandar los buques republicanos, otro error del Gobierno. En algunos casos los nombramientos fueron totalmente incompresibles y arriesgadísimos, tal y como fue que se designase al teniente de navío Eduardo Armada Sabau como comandante del crucero Libertad, buque insignia de la Flota y sede de su Estado Mayor. Al final de la guerra Armada Sabau siguió carrera con Franco en agradecimiento a su valiosa colaboración durante su destino en el Libertad.

También es cierto que aunque los sublevados disponían de mandos suficientes, tenían una importante carencia de suboficiales y cabos de marinería como consecuencia de haber fusilado a todos los que se opusieron a la sublevación, que fueron la mayoría. Así, si la República tuvo la necesidad de poner en funcionamiento la Escuela Naval Popular para la formación de oficiales, los sublevados tuvieron que crear sobre la marcha una Escuela de Marinería y Artillería de donde salían marineros con la categoría de Cabo Provisional.

Todo lo anterior es cierto, como también lo es el nulo rendimiento de la escuadra sublevada a pesar de su esplendida dotación de mandos del Cuerpo General. La derrota sufrida por los sublevados en la batalla de Cabo de Palos en la que unos marinos que ellos calificaban despectivamente como "marinos de dudosa capacidad a las órdenes de cabos comunistas" hundieron en combate al crucero Baleares es uno de los muchos ejemplos, otro que aún deja más en evidencia la falta de capacidad de los marinos sublevados fue la hazaña del destructor José Luis Diez cuando procedente del puerto de El Havre con destino a la Base de Cartagena navegando a las ordenes del alférez de navío Juan Castro cruzó en solitario el Estrecho de Gibraltar sin que los cruceros sublevados Canarias, Almirante Cervera y Navarra, los destructores Ceuta, Melilla y Huesca y el cañonero Júpiter que lo estaban esperando, avisados por el espionaje alemán, consiguieran impedir que lo atravesara, siete buques sublevados repletos de capitanes y tenientes de navío que solo consiguieron impactar una vez en el José Luis Diez y que no pudieron impedir que éste se refugiara en Gibraltar a pesar de resultar averiado en el combate. Una incapacidad de los mandos y de su Estado Mayor que en el mar no podía ser compensada con mayores efectivos, tal y como lo fue la de Franco en el arte militar, a años luz de la capacidad estratégica del general republicano Vicente Rojo. Una incapacidad militar la de Franco que no solo ha sido silenciada por los historiadores militares, sino que ha sido motivo de continuas alabanzas presentándonos al dictador como un excelente estratega militar, una mentira más del franquismo finalmente desmontada en el año 2000 por Carlos Blanco Escolá en su libro "La incompetencia militar de Franco".

Una vez más quedaba en evidencia la incapacidad de los mandos de la marina sublevada, unos mandos a los que el teniente coronel de maquinas de la Armada de la República Benito Sacaluga Rodríguez en un artículo publicado en La Armada y saliendo en defensa de las descalificaciones constantes de los marinos sublevados hacia los marinos republicanos, los califica de:
"...mandos formados en aquella Escuela Superior de Guerra Naval situada en el centro del enfurecido océano de El Prado madrileño...cuya nula competencia y falta de pericia han puesto de manifiesto en cuantas ocasiones se les han presentando...."
En relación a los muy numerosos infiltrados en la Flota Republicana, recojo dos fragmentos del libro de Victoria Fernández Díaz "El Exilio de los Marinos Republicanos":
"...Al menos cinco oficiales de la Armada con mando en la Flota Republicana figuran en la "Relación enumerativa de miembros de la quinta columna", relación hecha con los que solicitaron su condición una vez acabada la guerra. Quiere esto decir que no es completa puesto que no figuran los que no lo solicitaron expresamente. Estos cinco oficiales son Eduardo Armada, teniente de navío comandante en el Libertad y en el destructor Jorge Juan que lleva hasta Bizerta,; José Luis Barbastro Jiménez, teniente de navío, comandante en los destructores Almirante Ferrándiz y Gravina y en el crucero Méndez Núñez que lleva hasta Bizerta; José Ruiz de Ahumada, teniente de navío, comandante en el Torpedero nº3, secretario de la Base Naval Principal de Cartagena y comandante en el destructor Gravina que lleva hasta Bizerta; José María de la Puerta Yañez-Barnuevo, teniente de navío, agregado a la Jefatura de la Flotilla de Destructores y profesor de Tiro Torpedo en la Escuela Naval, que quedó en Cartagena; Federico Vidal de Cubas, alférez de navío, comandante en los destructores Alsedo y Lepanto, destituido el tres de marzo de 1939..." 
"...Un caso particular lo constituye  Luis Abárzuza, comandante del destructor Jorge Juan y al servicio, según él mismo cuenta en Bizerta, de los sublevados. Era de la escala de tierra, es decir poco conocido en los barcos. Pero ante la carencia de oficiales pronto se le dio el mando de un buque. Con la Flota internada y a punto de llegar los franquistas para recogerla se sincera con sus compañeros durante los días que pasa en Bizerta. Les cuenta que se había labrado fama de "frecuentar casas de rameras" para justificar sus ausencias del barco y así informar a Burgos de la situación en Cartagena por medio de un rudimentario aparato de radio. En la reunión que mantuvieron algunos oficiales con Salvador Moreno cuando llegó a Bizerta, desveló su condición de espía al servicio de Burgos y regreso a España como invitado del almirante franquista".
Escasez de mandos y oficiales que no pudo paliarse con la creación de la Escuela Naval Popular en octubre de 1937 de la que salieron entre 50 y 60 nuevos oficiales, pero con una escasa preparación derivada del corto periodo de estudios, (seis meses).

Es cierto que la liberación de las prisiones republicanas de marinos inicialmente sublevados para su incorporación a la Flota fue un gran error y la causa de un extremo colaboracionismo con el enemigo junto con un gran número de sabotajes de todo tipo, pero Prieto lo defendió a capa y espada, ya en las comunicaciones de baja en la Armada que se enviaron a los marinos partidarios de la sublevación se incluía una coletilla en la que se decía:
"...quienes de entre los depuestos, pudieran acreditar en su día que han permanecido invariablemente fieles al régimen, serán repuestos en sus respectivos empleos con los honores y preeminencias correspondientes, debiendo hacerse la reposición por decreto, previo acuerdo del consejo de ministros"
Curiosa coletilla teniendo en cuenta que va dirigida a marinos que habían participado en la sublevación o eran claramente partidarios de la misma. Poco tardaron los depuestos, muchos de ellos en prisión, en ponerse a disposición de Prieto.

Es cierto que en los momentos iniciales la Flota padecía una desorganización notable, situación que se mantiene hasta que en septiembre de 1936 se procede a su reorganización y se crea la figura del Comisario General de la Flota Republicana para coordinar y dirigir a los Comités de los buques, pero también es cierto que desde el gobierno no se quiso, o no se supo, aprovechar su potencial para ganar la guerra. La escuadra gubernamental, incomprensiblemente, nunca recibió orden alguna para intentar bloquear nuevamente el Estrecho a pesar de que su potencial de combate lo permitía y de que dicho bloqueo era fundamental para conseguir acabar en un principio con los convoyes franquistas desde África y a continuación con los aprovisionamientos que los sublevados recibían de Alemania a través de los puertos de Cádiz y Algeciras,

Es cierto que los sublevados ya contaban con la potencia artillera del Canarias, su eficacia gracias a los modernos instrumentos de control de tiro alemanes que incorporaba y su velocidad punta de 33 nudos (similar a la de los destructores) hacían del crucero un buque temible, difícil de abatir en superficie, pero es igualmente cierto que era perfectamente vulnerable, sobre todo a los ataques submarinos. Prueba de ellos es que al Canarias se unía el Baleares, de similares características en cuanto a artillería y velocidad y no obstante fue hundido por la Flota Republicana en la Batalla de Cabo de Palos por los torpedos lanzados desde el destructor Lepanto, un buque con la mitad de eslora que el Baleares y menos de la cuarta parte de potencia artillera.

Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expresado sobre la Flota, lo positivo y lo negativo, desde mi punto de vista insisto en que la Flota Republicana era perfectamente capaz de acabar con la sublevada, de imponer su dominio en el mar, otra cosa es que ni siquiera se intentase. Prieto y Largo Caballero sabrán porqué.

Una Flota que finalmente y ante la sublevación casadista en Cartagena recibe ordenes de partir de la Base con rumbo incierto, hacia el norte de África, con destino a un exilio al principio doloroso y finalmente infernal. Al mando de la Flota estaba el almirante republicano Buiza. Un viaje en el que a medio camino Buiza recibió ordenes de Negrín de volver a Cartagena:
"Ministro de Defensa Nacional a jefe Flota: Dominada situación creada en Cartagena dispongan que Flota se reintegre a su base" 
Ordenes que no pudo llegar a cumplir ante la oposición de los mandos de los buques partidarios de la traición-rendición de Casado. El segundo viaje de Buiza al desastre junto con el que tuvo que emprender a la fuerza para llevar sus buques al Cantábrico en 1936. 

Una Flota Republicana cuyas unidades navales ponen los sublevados bajo su bandera rebelde en el puerto de Bizerta (Túnez), tachando gratuitamente de cobardes a sus mandos y tripulaciones sin tener en cuenta que la entrega se produce con la guerra ya terminada. El cuatro de abril de 1939 el diario Cartagena Nueva publica esta nota:
"La Nueva Flota Nacional.- Bizerta.- Ha zarpado de este puerto con rumbo a España, la totalidad de los buques que integraban la flota roja, y que como se sabe entregó cobardemente en este puerto. Todos los buques son tripulados por marinos de la España Nacional, los cuales, durante su estancia en este han recibido constantes muestras de simpatía".
Los que esto proclamaban públicamente, los que privaban del honor a los marinos vencidos desoían, quizás por desconocimiento, que la victoria en el combate puede que de la gloria, pero no necesariamente el honor a los hombres, el honor nace del comportamiento en el combate y, como no, de la causa por la que se combate y así es sea cual sea el resultado de la batalla.

Entiendo que es oportuno recordar aquel pasaje histórico, cuando el abatido virrey del Perú José de la Serna, herido, ensangrentado, pálido y jadeante expresase “¡Gloria  al vencedor!”, obteniendo como respuesta “Honor al vencido” célebre y noble frase del mariscal Sucre. 

Una guerra en la que vencidos fuimos todos, hasta los que nacimos tras ella y tardamos demasiados años en estrenar libertades y en la que a causa de ella los militares vencedores ya habían perdido el honor en el mismo instante en que decidieron levantarse en armas contra su propio país, ¿cabe más deshonor en un militar?

Un excelente botín de guerra fueron los barcos que los sublevados recogieron en Bizerta... acompañado de la “depuración” de aquellos marinos que permanecieron fieles a la República y que engañados por los fascistas finalmente decidieron volver a la península y de la de aquellos que equivocadamente permanecieron en Cartagena con la vana ilusión de una justicia militar que nunca existió, para inmediatamente convertirse en las primeras victimas de la represión franquista en Cartagena una vez acabada la guerra, una cobarde y feroz represión que se prolongó en toda España durante seis años en su más alto grado y que siguió activa hasta pasados otros treinta. Dos días después de su victoria, el tres de abril, Franco anunciaba la brutal represión a través de los micrófonos de Radio Nacional liquidando definitivamente cualquier esperanza de paz y reconciliación:
" ! Españoles, alerta! España sigue en guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos." 
...y los enemigos de España según Franco eran todos aquellos que no pensaban como él y también los que pensando como él pudieran representar un peligro para su "caudillaje".

El escritor y periodista Rafael Torres en su libro "Los Esclavos de Franco" nos relata:
Eduardo de Guzmán, director del diario Castilla Libre hasta el 28 de marzo de 1939 en que entran en Madrid las primeras tropas de Franco, y luego detenido, torturado, condenado a la última pena, indultado más tarde y, tras muchos años de cárcel, represaliado e impedido de ejercer su profesión (tuvo que ganarse la vida con el seudónimo de Edward Goodman, escribiendo novelas del Oeste), reflexionó dolorosa y acertadamente sobre esa subversión histórica de Franco: 
"España en poco más de un siglo, entre 1833 que empieza la primera y 1936 que se inicia la última, ha padecido cuatro guerras civiles con una duración total de 18 años e incontables dolores, lagrimas y muertos. Estas cuatro guerras civiles han sido preparadas, iniciadas y sostenidas por las capas más reaccionarias de la sociedad española, que cuando no han detentado el poder han procurado recuperarlo como sea y a costa de lo que sea. De las cuatro contiendas, los elementos liberales puestos a la defensiva alcanzaron la victoria en tres, las terminadas en 1840,1848 y 1878. En los tres casos la pelea terminó cuando callaron las armas y en ninguno de los casos hubo persecuciones, castigos implacables ni represiones. Los militares carlistas derrotados fueron admitidos en los ejércitos liberales y ninguno padeció cárcel ni torturas. Un general carlista, Urbistondo, es ministro de la Guerra con Isabel II, y el más siniestro de los caudillos del pretendiente, el general Cabrera, consigue que Alfonso XII le reconozca todos sus grados y títulos, incluso que le pague los atrasos de los muchos años que no ha podido cobrar por estar en la ilegalidad. En cambio, la decoración varía al final de la última contienda, la única ganada por la extrema derecha española"
El tema expuesto, como ya dije anteriormente, según mi opinión solo podrá ser debidamente aclarado cuando sean accesibles los archivos que los gobiernos español y extranjeros tienen secuestrados, hasta entonces casi todo es para mí solo una teoría o, si se quiere, una vehemente especulación. Es fundamental conocer la documentación generada desde días antes a que se tomara la decisión de trasladar la Flota hasta que ésta llega a Bilbao, sin duda esta documentación recogerá los motivos aducidos, las opiniones de los verdaderos responsables de la Flota, sus reacciones ante la orden de partir, si fueron o no consultados o si por el contrario tuvieron que acatar sin rechistar las ordenes aún sabiendo que abandonar el Mediterráneo era un riesgo que no se podía correr. De la misma forma la documentación del PNV es imprescindible para conocer el contexto y el alcance de sus negociaciones con el Gobierno republicano en esas fechas, sus intenciones y su valoración sobre la decisión de Prieto desde que se toma y hasta los momentos inmediatos y posteriores a su orden relativa al regreso de los buques a sus bases de partida.

Demasiados errores los cometidos por Indalecio Prieto desde su cartera ministerial, el más importante fue sin duda desguarnecer el Estrecho, otro desaprovechar la Flota y otro de no menos importancia lo cometió al incorporar en la Flota a mandos de tendencias claramente anti-republicanas, en prisión por su adhesión al levantamiento de julio de 1936:
"...se inicia en la Marina una política tendente a reponer en sus puestos a cuantos habían tomado parte en la sublevación fascista, con el pretexto de la falta de técnicos...  "
Incluso al Estado Mayor de la Flota incorporó Prieto a marinos sublevados tales como Vicente Agulló, Navarro y Gerardo López de Arce. Hasta tal punto estaban recolocados en los Estados Mayores, Bases y en la Flota  marinos inicialmente sublevados que públicamente se comentaba :
"...en caso de triunfo fascista no habrá necesidad de hacer cambios ni en el Ministerio, ni en Cartagena, ni en la Flota.."
A la vista de estos hechos y sobre todo por la inclusión del Ministerio como "zona afectada" hasta cabe suponer, sin mucho riesgo de equivocarse, que  la quinta columna estaba también perfectamente instalada en las más altas esferas del organigrama de la Marina, incluso en cargos meramente políticos e incluso en el SIM, servicio encargado de identificar a los colaboracionistas.

Para terminar me quedo con la calificación que el almirante Miguel Buiza, Jefe de la Flota, dio al hundimiento del Almirante Ferrándiz y la hago extensiva a todo lo relacionado con lo provocado por la orden de Prieto: todo finalmente acabó siendo un “sacrificio estéril”. En relación con el desaprovechamiento de la Flota no cabe buscar más responsables que el Gobierno, de ninguna manera cabe denostar a las tripulaciones. Conviene no olvidar que si la República conservó en 1936 la mayor parte de la Flota fue gracias a las tripulaciones de los buques. De no haber sido así la guerra habría durado pocos meses, quizás semanas, el propio Prieto lo reconoce cuando toma posesión de su cargo en  1936 mediante una comunicación que envía a la Flota saludando a todas las dotaciones:
"...con su heroísmo evitaron la sorpresa que pudo haber dado en tierra en breves horas con el régimen político que el pueblo se dio libremente... "
Mi teoría resumida es que la decisión de Prieto fue un movimiento político injustificable, es solo eso una teoría, las opiniones sobre lo que se debería haber hecho una vez que los acontecimientos ya han sucedido son en cierto modo fáciles de efectuar y mucho más fáciles de rebatir, no obstante  invitan a la polémica y si se quiere a la reflexión. Una reflexión que al menos disminuirá el concepto negativo que mayoritariamente se tiene de los marinos que se posicionaron para defender a la República Española y que muy a su pesar vieron, como ya dije anteriormente, que su enorme potencial se desaprovechaba a causa de decisiones equivocadas contra las que nada podían hacer y con unos mandos la mayoría desafectos o lo que es peor colaboracionistas con los golpistas. Los marinos que permanecieron fieles a la República no solo consiguieron que la Flota no cayera en manos golpistas, desde las bases en tierra hasta el último marinero de las dotaciones de todos los buques combatieron siempre que se presentó la ocasión de hacerlo y lo hicieron sin aspirar a más que derrotar a los enemigos de la República, a un ejercito autodenominado nacional que sin embargo estaba plagado de soldados extranjeros y que sin la ayuda del exterior, de los fascistas italianos y los nazis alemanes, no habría podido mantener el levantamiento durante más de unas semanas o quizás menos. Un ejército que en parte justificaba su golpe como una Cruzada en defensa del catolicismo y que estaba compuesto en gran parte por islamistas.

Unas dotaciones, las de la Flota, entregadas a la causa republicana hasta el último momento, cuando ya los ejércitos de tierra flaqueaban y deseaban una rendición.

Bruno Alonso, el cuatro de marzo de 1939, nada más estallar la sublevación contra Negrín en Cartagena, a tanto solo veintiséis días de la derrota y un día antes de la salida de la Flota para África, escribía en La Armada:
“…el honor y el recuerdo de nuestros queridos muertos con la historia de nuestra flota, sus mandos y dotaciones, y más aún, aquellos que el 18 de julio dieron los barcos al pueblo, exige que no se manche en estas horas dramáticas; hay que exigir, imponiendo a todos ¡serenidad absoluta!, y hay que exigir e imponer esa serenidad a quienes la pierdan, manteniendo la razón con la razón, pero prevenidos y a tiempo para cortar por el fuego cualquier deserción o infamia…”
Los acontecimientos inmediatamente posteriores derivados del golpe de Casado y unas horas de retraso en la llegada a Cartagena de la 206 Brigada Mixta enviada por Negrín para sofocar la sublevación de la Base (aclaremos aquí que solo se sublevó la Base, la Flota siempre permaneció al lado del Gobierno), provocaron que no hubiera más remedio que hacer partir a la Flota. El Comandante Precioso y su 206 Brigada llegaron a Cartagena en la tarde del día cinco, horas después de que la Flota soltara amarras y saliera del puerto.  La 206 Brigada restableció la normalidad en Cartagena pero la Flota ya no regresó. 

Alonso hasta el último momento se mantuvo al lado del Gobierno de Negrín, momentos antes de iniciarse la sublevación en la Base y ante los rumores de detección de Galán, enviado por Negrín para hacerse cargo de su jefatura, y ante las objeciones puestas por el mando para comunicarse con ellos, Alonso telefonea a la jefatura desde el crucero Miguel de Cervantes y le dice al Oficial de Guardia lo siguiente:
“Diga usted a quien corresponda que si en el término de tres minutos no se ponen al aparato los señores Ramírez y Galán, diciéndonos que están bien y que no hay novedad alguna, el Cervantes romperá el fuego contra Capitanía.”
Permitieron que ambos se pusieran al teléfono de inmediato, sabían que Alonso cumpliría la amenaza.

Alonso en su libro editado en México en 1944 “La Flota Republicana y la Guerra Civil de España” escribe:
“Zarpa la flota. Con el ánimo amargado, destrozado, más que por los sucesos pasados. Por la trascendencia del momento, me despido mentalmente de los muchos camaradas que quedan en tierra. En ella queda también mi familia, cuya suerte en aquellos instantes no podía adivinar. Al salir distingo a lo lejos ¿realidad o espejismo de la ilusión? un grupo de soldados de aviación que enarbolan la bandera republicana.”
Conocer la verdad es en nuestro caso muy difícil, el paso del tiempo, el ocultismo interesado y la desaparición de los protagonistas dificultan, aún más cada día que pasa, el esclarecimiento de lo sucedido en la Guerra de España, una labor que debería haberse iniciado sin cortapisas y de forma inmediata a la aprobación de la Constitución de 1978.

Benito Sacaluga.






Autores consultados:

Alonso Gonzalez, Bruno
Alpert. Michael
Aróstegui, Julio
Barruso, Pedro
Blanco Escolá, Carlos
Casanova, Julián
Casas de la Vega, Rafael
Cervera Pery, José
Dimas Balsalobre, Floren
Dominguez Benavides, Manuel
Egea Bruno, Pedro M.
Fernández Díaz, Victoria
Pardo San Gil, Juan
Thomas, Hugh
Torres, Rafael
Viñas, Ángel
Zugazagoitia, Julián

Otras fuentes consultadas:

Diario Cartagena Nueva
Diario Oficial de la República
Fundación Bruno Alonso
Gaceta de la República
Hemeroteca ABC
Hemeroteca Archivo Municipal de Cartagena
Hemeroteca La Vanguardia
Historia de la Armada Española. Ministerio de Defensa
La Armada
Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores


Acorazado Jaime I

Foto tomada posiblemente en en Muelle Sur (en obras)
del puerto de Santa Cruz de Tenerife
en la primavera de 1936.