En todas las guerras hay ganadores y perdedores. La mayoría de los enfrentamientos se producen entre diferentes países, entre diferentes naciones o pueblos, todos los soldados que en ellas intervienen ansían su fin, un fin a ser posible con resultado de victoria, pero sobre todo un fin que les permita volver a sus países a sus hogares, con los suyos, una vuelta a veces complicada y larga pero cierta para aquellos que han combatido hasta el fin por la defensa de su país, de su patria, y para aquellos que cautivos del enemigo han soportado largos años de prisión en incomprensibles campos de concentración. Separemos de estos soldados a los criminales de guerra, ellos tampoco volverán a sus hogares, se refugiaran al amparo de algún dictador, a las orillas de un mar templado, metamorfoseados en modélicos ciudadanos aficionados a la jardinería, auto mantenidos por los botines logrados a costa de vidas ajenas.
En el caso de España, no podemos engañarnos, si la victoria hubiera sido republicana los protagonistas del exilio habrían sido aquellos que apoyaron la sublevación. Esto no sucedió y por tanto solo cabe imaginar. Lo realmente acontecido desde abril de 1939 está hoy al alcance de todos, no lo ha estado siempre, solo desde la muerte del dictador Franco empezaron a abrirse los cajones, todavía quedan muchos por abrir, y a manifestarse las prisioneras memorias de los protagonistas, todos involuntarios objetivos de una venganza sin limites ni razón y de la que aún hoy pueden verse y sentirse sus consecuencias.
Antes de comenzar la guerra, y durante el primer trimestre de 1936, fueron cientos de miles los españoles que cruzaron las fronteras huyendo de la hostilidad y de la violencia. Un exilio que fue constante y cuyas condiciones nunca llegaron a ser aventuradas por sus protagonistas, de haber sido así muchos habrían preferido quedarse en España, con todas las consecuencias, más aún si aquellos que escogieron Francia como país de destino hubieran podido intuir la inminente invasión de los nazis.
En Francia oleadas de refugiados españoles cruzan desde enero de 1939 las recién abiertas fronteras franco-españolas, a los pocos días de la caída de Barcelona, y se distribuyen principalmente por las regiones del sur, Burdeos, Toulouse y algunas poblaciones de las costa atlántica francesa. Dos meses más tarde, desde el puerto de Cartagena parte rumbo a África lo que queda de la Flota. Desde Alicante inician el camino algunos buques mercantes repletos de republicanos.
Se estima en casi medio millón el numero de españoles que en marzo de 1939 se habían refugiado en Francia, entre ellos casi 200.000 eran civiles.Iniciada la invasión nazi, muchos de los procedentes del ejercito republicano se unirán al poco tiempo a la resistencia francesa contra la ocupación alemana, otros son enviados por el Régimen de Vichy a realizar trabajos forzados. Aquellos que se unieron a la resistencia, luchando para conseguir la derrota del aliado de Franco, albergaban la esperanza de que esa derrota propiciase la liberación de España. Cuando las tropas del general Lecrerc luchaban por la liberación de Paris, fue la sección española de su ejercito la primera que puso los pies en suelo parisino.
Mejico acoge a más de 20.000 españoles, Estados Unidos acepta una acogida selectiva de españoles, entre ellos se encontraban Severo Ochoa y Ramón J.Sender. Procedentes de Francia unos cuantos miles de refugiados se instalan en Argentina, Venezuela y Colombia, algunos en Cuba.
Mejico y Sudamérica dan hogar a,Max Aub, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Manuel Andújar, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Buñuel, Picasso,Sánchez Albornoz, Vicente Aleixandre.... y miles de españoles anónimos. Los cuadros y dirigentes del Partido Comunista de España son acogidos junto con sus familias en la Unión Soviética. Unos 10.000 españoles son deportados y enviados a los campos de concentración nazis.
Este éxodo no acaba en 1939, ni en 1945, la policía y el aparato franquista persigue de forma implacable cualquier semilla de oposición a su dictadura, sus labores de depuración son minuciosas y constantes, realmente la salida de españoles no termina hasta que se produce la muerte del dictador en 1975. En resumen tres años de guerra y treinta y seis de posguerra.
Unos exiliados a los que la propaganda franquista presentaba como fugitivos de la justicia, como activistas contra el pueblo español, como "rojos" asesinos, comunistas, anarquistas.... o como revolucionarios sin bandera, cuando en realidad solo huían de la muerte o de los campos de concentración del aparato franquista, penas a las que se enfrentaban por el solo hecho de haber combatido por su libertad y la de los españoles, una libertad que militares sublevados y capitalistas querían abolir y finalmente abolieron con la ayuda de los fascistas italianos y alemanes y la política de no intervención del resto del mundo.