lunes, 18 de agosto de 2014

CARTAGENA, DEL 4 AL 7 DE MARZO DE 1939





Cañones Vickers 381/45 destinados para la defensa
de la Base Naval de Cartagena, alcance de 35 km. 
En marzo de 1939 las fuerzas republicanas de Cartagena se sublevan contra el Gobierno de la República en apoyo de las negociaciones de paz iniciadas por Casado y ante la negativa de Negrín a dar por finalizada la guerra. El inicio de la IIGM se preveía inminente y ello podía significar la intervención en España de los ejércitos aliados contra Hitler y por tanto la derrota fulminante de las tropas franquistas. La posición de Negrín, lejos de ser descabellada, representaba la única opción de victoria. 

Los efectivos disponibles en la zona republicana eran más que suficientes para intentar una resistencia de varios meses, pues a los 800.000 hombres del Grupo de Ejércitos en la Región Central, encuadrados en 16 Cuerpos de ejército, 50 divisiones, 140 Brigadas Mixtas, 500 carros, un millar de piezas de artillería y más de 300 aviones, había que añadir la Escuadra situada en la Base Naval de Cartagena, que era netamente superior a la de Franco. Además se había elaborado un plan de resistencia con diversas líneas fortificadas escalonadas, con la línea final Águilas-Torrevieja para cubrir hasta el fin los accesos a Cartagena como reducto final, garantizando la evacuación en caso necesario contando con el apoyo de la Escuadra. Los casadistas impiden que esta última esperanza de victoria se materialice. 

El día cuatro de marzo Cartagena se subleva a las órdenes del coronel Gerardo Armentia Palacios, comandante jefe del Parque de Artillería de la Base Naval. Durante las conversaciones que tuvieron lugar esa misma noche entre los mandos de la Base Naval se aprecian dos tendencias, por un lado la de aquellos que reunidos en el edificio de la jefatura no quieren dar posesión a Galán,(enviado por Negrín para hacerse cargo de la plaza y la Base) formada por el jefe del Estado Mayor Mixto Vicente Ramírez, el jefe del arsenal Morell, el subsecretario de Marina Antonio Ruiz y el coronel del regimiento de artillería Armentia; y por otro la de los que reunidos en el Parque de Artillería además quieren aprovechar el momento para iniciar una sublevación, formada por el jefe del Estado Mayor de la Base Fernando Oliva, el teniente coronel de artillería Arturo Espa y el ingeniero de caminos Rafael La Cerda. A este último se le encarga que convenza al general Bernal para que tome el mando de la sublevación, a lo que se opuso manifestando que tenía conocimiento de que una Brigada venía sobre Cartagena y otra estaba ya en Murcia, por lo que se mostraba contrario a cualquier enfrentamiento con derramamiento de sangre e inútil resistencia con los pocos medios que contaba y considerando que estaba relevado del mando de la Base permaneció al margen de los acontecimientos.

En el amanecer del domingo día 5 el ambiente en Cartagena estaba caracterizado por la incertidumbre sobre las consecuencias de la actuación de movimientos habidos durante la madrugada. Los reunidos en el Parque de Artillería, a los que en las primeras horas de la mañana se les habían unido el general en reserva de Infantería de Marina Barrionuevo y el comandante Lombardero, ante la noticia de que el coronel Armentia podía estar preso pues todavía no había regresado de su reunión en la jefatura de la Base, deciden nombrar al primero de los citados como jefe de la sublevación y al segundo su jefe de Estado Mayor. Desde este momento era lógico el estudio de un balance de fuerzas, sobre todo para definir los apoyos y resistencias que pudiera encontrar la sublevación. En un primer momento parecía estar a favor toda la artillería de costa, que el teniente coronel Espa controlaba desde su puesto de mando, y antiaérea, mientras que el batallón de retaguardia estaba claramente en contra. La Infantería de Marina permanecía indecisa y la Escuadra estaba preparada para salir a la mar. Desde la jefatura de la Base Antonio Ruiz, que decía haber convencido a Negrín para anular el nombramiento de Galán como jefe de la Base Naval para que recayese en él, telefoneó al general Barrionuevo comunicándoselo, pero no fue aceptado por los sublevados a pesar de que personalmente se presentó en el Parque el coronel Armentia, que no dudaron en ponerlo en prisión ante su actitud poco definida para unirse a ellos.

Se imponía como primera medida el proceder a organizar las fuerzas disponibles, pues además de los que se incorporaban voluntariamente eran muchos los que quedaron en libertad en las cárceles, por lo que la biblioteca del Parque de Artillería se convirtió en el centro de clasificación y encuadramiento de unidades bajo mandos responsables. Por su parte el teniente coronel Espa recibió la orden de preparar las baterías de costa para romper el fuego contra la Escuadra republicana si ésta no zarpaba en un cuarto de hora. Al mediodía, encabezados por el submarino C-4, los destructores Ulloa, Escaño, Gravina, Almirante Antequera, Almirante Miranda, Lepanto, Almirante Valdés y Jorge Juan, así como los cruceros Méndez Núñez, Libertad y Miguel de Cervantes, enfilaban la bocana del puerto con rumbo a África, llevando a bordo además de sus dotaciones a más de 600 paisanos y algunos de los que habían ocupado puestos de mando en la Base. tan sólo quedaron los destructores Sánchez Barcaíztegui, Alcalá Galiano, Churruca, Alsedo y Lazaga, más el submarino C-2, todos ellos con averías que les impedían navegar.

Había llegado el momento de nombrar a los nuevos mandos, como así se hizo, y de establecer contacto con el Cuartel General de Franco, remitiéndose el primer telegrama a las 14:20 horas dando cuenta de la sublevación y sus incidencias. Pero en el transcurso de las próximas horas, hasta llegar la noche, se plantearon serias dudas sobre el éxito de la operación, a pesar de tener conocimiento de la expedición naval  franquista que se preparaba para desembarcar como apoyo y así asegurar la posesión de Cartagena.

Día 6, el desenlace

La primera noticia sobre la entrada en la ciudad de fuerzas republicanas leales al Gobierno se recibe en la mañana de este día en el Arsenal, que decían haber hecho dos prisioneros y que tras el interrogatorio se sabe que pertenecen a la Brigada 206, de la 10ª división que manda Víctor Frutos, que el pasado día 3 habían salido de Buñol (Valencia) con dirección a Cartagena al mando de Artemio Precioso. A mediodía, el edificio del Parque de Artillería se encuentra incomunicado con el exterior, todas las comunicaciones habían sido cortadas, y se aprecian signos de fuerzas de cerco a su alrededor. el coronel Armentia solicita unirse a los combatientes del Parque y recibe el encargo de la colocación de los puestos de vigilancia y defensa del mismo. Sin embargo solicita mantener un cambio de impresiones con el general Barrionuevo pero no es atendido, mientras que las baterías de costa al mando de Espa se encuentran sin órdenes y con la escuadra franquista a la vista.

El teniente coronel Joaquín Rodríguez, designado Jefe de las operaciones, había dado la orden de ocupar la costa y a las pocas horas las baterías de La Chapa y Cenizas comunican estar cercadas y a punto de ser ocupadas no dándoles tiempo a inutilizar el material. Cuando Espa intenta ponerse en contacto con las baterías de Cabo Tiñoso, Jorel y Castillitos, no lo consigue e igualmente la batería de Aguilones le comunica que está siendo atacada. Estaba claro que lo único que restaba por hacer era comunicar a la escuadra franquista que las baterías de costa estaban en manos republicanas para que se retirasen de la zona de fuego. y así lo hicieron y en un pequeño bote se trasladaron a Cabo de Palos donde fueron hechos prisioneros.

En la batería La Parajola el capitán Martínez Pallarés, según el relato personal del cabo Juárez Montegrifo, ante la presencia de fuerzas que marchaban hacia el asentamiento ordenó la defensa de la posición pero esto no pudo llevarse a cabo por el mal estado del armamento individual, por lo que para evitar un inútil enfrentamiento se izó la bandera tricolor y se les acogió en sus instalaciones.

Durante la noche se estableció un duelo artillero entre las baterías de Aguilones y La Parajola, del cual resultó esta última con una sola pieza útil y todos los elementos auxiliares de la dirección de tiro averiados.

Ya en la madrugada del día siete el tiroteo en el Parque de Artillería se había hecho muy frecuente y aparecen las primeras tanquetas, que lógicamente hacían presumir un asalto al edificio. Como así ocurrió, produciéndose algunos muertos y heridos así como el derribo de la puerta principal que fue volada por el disparo de una tanqueta. Las fuerzas de la Brigada 206 entraron en el recinto y mantuvieron un enfrentamiento con el propio coronel Armentia al intentar subir al piso superior, resultando éste muerto en la acción. Por otro lado el general Barrionuevo y el comandante Lombardero son hechos prisioneros en el propio despacho del coronel del Regimiento.

Cartagena y su Base volvían a ser republicanas después de tres largos días de sublevación, pero la Flota dejó de serlo para siempre. La II Guerra Mundial dio comienzo seis meses mas tarde. El Gobierno de Franco ya estaba reconocido por los países europeos y nadie nos ayudó, lo que no impidió que muchos republicanos españoles lucharan en Europa contra los nazis hasta el fin de la guerra, muy al contrario que Franco que se mantuvo fiel a Hitler hasta que se empezó a considerar que los nazis tenían la guerra perdida.

Franco envió en 1941 una División a luchar en Rusia junto a Hitler, la 250º División de Voluntarios Españoles, conocida como la División Azul, en compensación por la ayuda alemana recibida durante la Guerra Civil. Incomprensiblemente durante la primera legislatura de J.L.Rodriguez Zapatero (2004) el ministro de Defensa José Bono incluyó en el desfile de la Fiesta Nacional a un veterano de la División Azul.

En 2013, siendo presidente del gobierno Mariano Rajoy, la Guardia Civil organizó una serie de actos de homenaje conmemorando sus 169 años de existencia. Uno de ellos tuvo lugar en la comandancia de San Andrés de la Barca. En el acto se entregaron diplomas a treinta asociaciones civiles y militares vinculadas a dicho cuerpo entre las que se encontraba la Hermandad de Combatientes de la División Azul. La delegada de gobierno en Cataluña, María de los Llanos de Luna, entregó el diploma al representante de la Hermandad, que vestía el uniforme falangista. Ambas exaltaciones al nazismo y al franquismo fueron duramente criticadas por la prensa internacional, los medios de comunicación españoles más importantes se pusieron de "perfil".

Benito Sacaluga.

Fuente. RHN nº 106