lunes, 23 de julio de 2018

EN EL DESTRUCTOR SÁNCHEZ BARCÁIZTEGUI. JULIO 1936




(1) Buque de historia


Nos encontramos ya sobre la cubierta de uno de los buques de más historia de la Flota Republicana. Ciertamente, el “Sánchez Barcáiztegui”, - el “abuelo” glorioso de todos nuestros destructores - se ha hecho acreedor, a lo largo de estos dos años de guerra, a uno de los puestos más distinguidos en la estimación general.

Todo es cordialidad a nuestra llegada a bordo. Caras conocidas y amigas. Saludamos. El Comandante, don Álvaro Calderón; el Comisario, camarada Joaquín Martínez; el Segundo, don Pascual Vidal; el Jefe de Máquinas, don José Rodríguez, a la vez, excelente ajedrecista. Bien pronto estamos todos reunidos en la Cámara del Mando. El pasado empieza a desfilar a impulsos de nuestra charla, y escribimos...

El 17 de julio de 1936...

El día en que el movimiento sedicioso comenzaba en el Norte de África, la flotilla de destructores - cuya capitana era nuestro buque -se encontraba surta en el puerto de Cartagena. El Mando del buque tenía órdenes secretas para estar listos a las diez y media de la noche. La dotación ignoraba por completo la realidad del hecho subversivo africano.

A las veintitrés horas y treinta minutos, el “Sánchez Barcáiztegui” se hacía a la mar, él solo, rumbo a Algeciras, a una velocidad de treinta millas. Antes, habían salido ya otras unidades. A las tres de la madrugada del día siguiente, se cambió rumbo, poniendo proa a Melilla,  como consecuencia del radiograma siguiente: 

“Ministro Marina a Jefe Flotilla destructores: Destructor “Sánchez Barcáiztegui” debe salir, con toda urgencia, para Melilla, sin entrar puerto, vigilando posible intento transporte tropas Legión u otros cuerpos a Península, impidiéndolo por todos los medios que estén a su alcance, incluso hundimiento de los transportes. Vigilará también, dentro aguas jurisdiccionales, buques con bandera extranjera que intentasen transporte tropas españolas”.

Amanecida en el Cabo Tres Forcas...

Destructor "Lepanto"
Al amanecer, el buque se encontraba a la altura del Cabo Tres Forcas. Poco más tarde, a las seis, avistamos al destructor “Lepanto”, que se hallaba en servicio de vigilancia y en zafarrancho de combate. Paramos junto a él, preguntándonos su Comandante si había novedad alguna, contestándole negativamente y ordenándole siguiera en su puesto. El “Sánchez Barcáiztegui” continuó la vigilancia ante la entrada de Melilla. Al rato, se divisó, por la parte de Mar Chica, la silueta de otro barco similar, que luego resultó ser el “Almirante Valdés”, al cual insistió la capitana se mantuviese en el sector señalado de antemano.

A bordo se recibió un nuevo despacho del Ministerio, indicando que, por los tres destructores, se procediese a cañonear los objetivos militares, sobre Melilla, que un hidroavión marcaría al efecto. En este interregno, como el “Sánchez Barcáiztegui” se hallaba en las proximidades de la entrada del puerto, se destacó un bote de a bordo llevando al Segundo Comandante a tierra, regresando poco tiempo después, no sin antes prevenir a la dotación del bote callasen cuanto habían visto y oído en tierra. El propio Segundo Comandante se trasladó luego al “Lepanto”, con cuyo Mando se entrevistó. A las dos de la tarde, aparecía el hidroavión de referencia, el cual bombardeó ciertos lugares de la plaza, sin que los Mandos de los buques tomasen medida alguna.

En Melilla. Se conoce la sublevación...

A las 6 de la tarde, el “Sánchez Barcáiztegui” y el “Almirante Valdés” atracaban al muelle, destacándose seguidamente de nuestro buque un Oficial de Estado Mayor, quien regresó a bordo poco después, acompañado del Teniente Coronel Yagüe y su Capitán Ayudante. Yagüe, al pisar la cubierta y estrechar la mano del Comandante, dijo:
“Son ustedes unos héroes! No esperaba menos. La Marina siempre tiene que inclinar la balanza”. 
Bajaron a la cámara, donde estuvieron cambiando impresiones por espacio de una hora. Al despedirse, exclamó:
“A las siete, les mandaré a ustedes dos camionetas con víveres”.
Una vez marchados los visitantes, se ordena a los Auxiliares bajasen a la cámara del Comandante, leyéndoles éste a los reunidos un telegrama del General Franco, en el que, titulándose salvador de España, daba cuenta de haberse sublevado contra el Gobierno republicano, contando, además, con la adhesión del Ejército.

A continuación de la lectura, el Comandante dijo:
“En estos momentos, no obedezco más órdenes que las emanadas del general Franco y las del Capitán general de la Base de Cartagena, asumiendo toda responsabilidad a que hubiera lugar, pidiéndoles un poco de amor y ayuda material, para defender la causa salvadora de España”. 
Idéntica operación se repitió con la Marinería, la cual respondió con el mayor silencio a los tres vivas a España con que el Comandante terminó su intervención.

La dotación reacciona contra los traidores...

Las palabras del Comandante, dando estado público al movimiento rebelde, producen enorme sorpresa a bordo. La dotación ignoró hasta ese momento la nueva situación política que acontecía. Empieza a reaccionar la gente, creciendo por instantes la desconfianza general sobre el Mando del buque y contra la sublevación. Fruto de este malestar, fue que se destacasen, para hablar con el Mando, el contramaestre y el condestable de cargo, quienes pidieron, en nombre del resto de la dotación, se sacase el barco fuera de puerto, y que se acataran las órdenes del Gobierno que fuere.

El Mando repuso: “Esperen ustedes a que lleguen las dos camionetas de vi veres prometidas”

Mientras tanto, el Oficial de E. M. que había saltado anteriormente a tierra, se dejó decir tan imprudentemente en un corrillo formado por elementos de la dotación:
“No teman nada. Ahora vendrán dos Banderas del Tercio a rendirnos honores por lo bien que nos hemos portado”. 
Convencidos, entonces, Marinería y Auxiliares de la traición, y ya con conocimiento de las órdenes dictadas por el Ministerio de Marina sobre el particular, facilitadas por el personal de la Estación de Radio de a bordo a la gente de más confianza del buque, se insiste cerca del Mando en la petición de salida a la mar. Todo fue inútil. Igual reacción se notaba a bordo del “Almirante Valdés”.

¡Ahí vienen los legionarios!

De pronto, una voz potente resuena en el “Sánchez Barcáiztegui”: ¡Ahí vienen! Y es que, en ese preciso momento, se ven acercarse al barco, con bandera y música, las tropas legionarias que la traición había prometido transportar a la Península. El instante era del mayor peligro y emoción. El “Almirante Valdés” corta las amarras y se pone en movimiento, quedando embarrancado. Al propio tiempo, nuestro buque maniobra ya con sus máquinas, pretendiendo el Comandante embestirlo contra el muelle, maniobra que evitó la dotación, poniéndose en contacto con Máquinas, para que desobedecieran las órdenes del Puente. La gente es dueña ya de los movimientos del destructor. La ametralladora enfila a los que llegan, en previsión de un ataque. Por fin, en medio de la mayor confusión y tras penosos esfuerzos, se consigue poner a salvo el barco, abandonando el puerto.

“He jugado, y he perdido”, dice el Comandante...

Una vez fuera de Melilla, se detiene al Mando y a la Oficialidad, excluyéndose de esta medida al Alférez de Navío don Alvaro Calderón (actual Comandante del destructor) y al Jefe de Máquinas, en atención a la fidelidad al Régimen demostrada. Un vigilante participa a la dotación que el Comandante quiere hacer unas declaraciones. Baja a la cámara un Auxiliar, y aquél dice: 
“He jugado, y he perdido. Traté de vender a ustedes, y ahora quieren hacer lo propio conmigo. Es un deshonor, para un jefe, llegar detenido por sus inferiores. Les pido me lleven a Orán y me dejen marchar”.  
La petición fue denegada por la gente, añadiendo que los tribunales juzgarían.

La dotación dueña absoluta...

Inmediatamente se cursó al Ministerio de Marina el siguiente despacho:
“Esta dotación pone en conocimiento de V. E. que ha conseguido hacer abortar movimiento contra el Régimen a bordo este buque, teniendo detenidos a jefes y oficiales que intentaron hundirlo. Esperamos instrucciones. ¡Viva la República"
El Ministro, apenas recibido el radiotelegrama, lo hizo público para conocimiento y estímulo de las restantes unidades de la Flota.

En Málaga, se impone la República...

El barco hace rumbo a Málaga. En la población hay intenso tiroteo. Varios edificios aparecen ardiendo. La situación allí no está definida. Se destaca a tierra una comisión armada. Son las nueve de la mañana. Los comisionados advierten que si a las diez y media no han regresado a bordo es que han caído en poder de los sublevados, y qué se proceda al cañoneo de la plaza. A la hora convenida, viendo que no retornaba el bote, se mandó cubrir tres piezas, esperándose unos minutos, antes de abrir fuego sobre la ciudad. En esos precisos momentos, aparecía el bote con los comisionados, quienes dijeron que había una plaza más ya conquistada para la República.

El “Alsedo”, ganado para la causa...

Los detenidos a bordo, fueron entregados a las autoridades de tierra. Desde Madrid, en avión, llegó el Capitán de Corbeta don Federico Monreal, haciéndose cargo del mando del buque, que le transfirió don Álvaro Calderón, que era quien lo venía desempeñando desde lo a primeros instantes. A las ocho de la noche, se vio arribar al destructor “Alsedo”, que fondeó fuera del puerto, cuyo Comandante notificó al nuestro si podía entrar en bahía y amarrar a nuestro costado. Se le contestó permaneciera el barco allí y viniese a bordo el propio Comandante para participarle un asunto de importancia. Tan pronto como vino, fue detenido.  Ante la tardanza en regresar de éste, el Segundo del “Alsedo”, recelando, nos envió este despacho: “Intranquilo por su tardanza, dígame como se llama su repostero”. La contestación, fue que viniese también al “Sánchez Barcáiztegui”, quedando igualmente detenido.







(1) Semanario La Armada. Cartagena. Nº 77. 13 de agosto de 1938.