Si, de contar, sencillamente porque la historia no la escriben los historiadores, ni los cronistas, mucho menos aún aquellos que no son ni una cosa ni la otra.
Realmente las páginas de la historia la escriben sus protagonistas y lo hacen sin saber de que forma serán finalmente interpretados sus hechos y menos aún como serán las intenciones del narrador, ni que orientación tomará su prosa.
Así, miles de acontecimientos que modificaron el curso de la historia, quedan junto con sus protagonistas a merced de la manipulación de sus narradores, los cuales cuentan como aliada a la infantil credulidad de sus lectores en relación con todo aquello que se les presenta en letra impresa, más aún si está convenientemente editada y publicitada.
El color del cristal utilizado adquiere una importancia tal, que consigue hacer pasar por verídicos e incontestables hechos de dudosa existencia, o incluso de probado fruto de la fantasía. De esta forma y color, y a modo de ejemplo, el sucesor de Alfonso XI en el trono de Castilla, Don Pedro I,era denominado por unos El Cruel y por otros El Justiciero, acepciones ambas que no impidieron que su hermano Don Enrique de Trastamara lo asesinara con su propias manos , después de vencerlo en Montiel, asesinato que unos festejaron como una liberación , otros como un terrible magnicidio y todos omitieron al proclamarse Rey de Castilla con el nombre de Enrique II, reinado durante el cual siguió llevando a cabo sus "ideales fratricidas" peleando con los reinos hermanos de Aragón, Navarra y Portugal.
Así pues, deberíamos exigir que los textos de historia y crónicas se atuviesen a la estricta narración de los hechos, dejando para el lector su interpretación, la cual siempre será más cercana a la realidad cuanto más se profundice en el contenido y estudio del relato. Esto debería hacerse desde la escuela. Lo contrario es usurpar un derecho al estudiante y al estudioso, provocando, en la mayoría de los casos, hacerles caminar a lo largo de su vida por sendas equivocadas, manteniendo principios y conductas alejados de la realidad,en proporción directa con el grado de manipulación a que hayan sido sometidos los textos a los que acuden para informarse y, posteriormente de forma inevitable, formarse.
De esta forma, casi sin darnos cuenta, llegamos a la madurez con un equipaje repleto de contradicciones ,y que en muchos casos, motivado por el desengaño, hace abortar cualquier nuevo intento de "querer saber".
El diccionario de la Real Academia Española, que debería aclarar con esplendor que es y que no es historia, a causa del elevado número de significados que otorga al vocablo (10), colabora, me temo que premeditadamente, a su "indefinición" :
Por relativa afinidad con el contenido y objeto de este blog, quisiera encuadrar el mismo en la acepción 5ª :
"Conjunto de los acontecimientos ocurridos a alguien a lo largo de su vida o en un periodo de ella."
no obstante resulta inevitable para la narración que utilice también su 4º significado, al objeto de contextualizar los mismos :
"Conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc...de un pueblo o de una nación"
Unidos ambos significados podremos llegar a conseguir mejor calidad en el relato de los acontecimientos que le ocurrieron a Benito Sacaluga Rodriguez, procurando optimizar dicha calidad ateniéndonos a los hechos probados y contrastados, evitando emitir opiniones y juicios que intenten influir en quien lee, eso si, llamando a las cosas por su nombre y con todas sus letras.
Así las cosas, los hechos quedan claramente expuestos tal y como sucedieron, impidiendo además cualquier intento de desvanecerlos, mediante opiniones apartadas de la realidad de los mismos, tendentes a justificar determinados comportamientos y sobre todo los sucesos que provocan que la historia vivida por Benito Sacaluga sea ésta y no otra, independientemente de su posición y comportamiento en relación con los acontecimientos que desembocaron en su encausamiento, posterior consejo de guerra-carente de los más elementales derechos para el procesado- y asesinato a manos de las tropas franquistas sublevadas, en medio del regocijo y vítores de sus verdugos, acompañados por flamígeras exaltaciones al dictador y a su aparato represor.
Y, así es, y así seguirá siendo, por mucho que alguien se empeñe en justificar tales crímenes, intento vano y único posible de realizar, toda vez que es caso imposible poner en duda que existieron.
Benito Sacaluga
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