(1) El 21 de agosto de 1936 “La Correspondencia de San Fernando” publica lo siguiente:
Noticia facilitada por la Jefatura de la Base Naval
Informe del Teniente de Navío D. José María Otero Goyanes sobre la sublevación del “Jaime I”
Salimos de Santander por orden del Ministro de Marina para Vigo con objeto de rellenar de carbón y esperar allí órdenes. A la llegada a Vigo, nos encontramos con barcazas preparadas y enseguida de fondear se empezó con el carboneo, haciendo solamente 450 Tn. Estando en esa faena y a eso de las siete de la tarde del 17 de julio, vino a bordo un oficial del Ejército, el cual pasó a hablar con el señor comandante. Más tarde me enteré por el propio señor comandante que dicho oficial le había comunicado de orden del Comandante Militar de la Plaza, que a las dos de la madrugada se iba a declarar el estado de guerra en Vigo y quería saber con que gente del barco podía contar para reforzar la guarnición. El señor Comandante le contestó que no tiraría en contra y que no podía en modo alguno dar ayuda por necesitar de toda la gente por ser escasa, ya que había parte con permiso de verano.
Como luego diré, la conversación sostenida por el señor Comandante y el referido oficial, fue oída por unos cabos que fueron luego los que componían el Comité.
Mientras esto sucedía, y enterados jefes y oficiales de lo que estaba pasando en todos los barcos, por los radios sorprendidos, tratamos el tercer comandante don Carlos Aguilar Tablada y yo (ambos con la representación de jefes y oficiales mejor dicho él con la del otro tercero don Rafael Moro, pues con el segundo poco se podía hablar, pues no se daba cuenta exacta del asunto, y yo con la de todos los oficiales a excepción del capitán maquinista don Tomás Acción) de la conveniencia de obrar rápida y enérgicamente.
Como no conocíamos bien el señor comandante, por haber embarcado el día antes, decidimos plantearle toda la cuestión, cosa de la que quedó encargado el tercer comandante Aguilar Tablada. Más tarde dicho jefe me llamó y me dijo que le había hablado y que aunque sin ver en él energía, notaba que sería fácil de convencer. Se recibió luego la orden de salida para Cádiz, orden que se cumplimentó a las tres de la mañana del día 18. A la mañana siguiente y en vista del malestar que había entre los oficiales por no haberse decidido nada, fui nuevamente a hablar con el referido tercer comandante, el cual me dijo que los dos le iríamos a hablar claramente al comandante y que de esa entrevista sacaríamos ya la consecuencia para obrar, caso necesario, directamente por nuestra cuenta. Efectivamente a eso de las 11 de la mañana y aprovechando que nos encontrábamos en el puente, el tercer comandante referido, el señor comandante, el alférez de navío don Carlos Falquina (cuyo destino era el de ayudante mío en la derrota) y yo, decidimos sacar la conversación en la caseta de derrota. He de hacer constancia que con anterioridad habíamos decidido los oficiales (y los jefes creo que también) ir armados y montar una guardia permanente de seis oficiales. En la caseta de derrota empezamos a hablar con el señor comandante al cual efectivamente notamos fácil de convencer, pero sin darnos una contestación categórica a nuestras proposiciones, una de las cuales, la más importante, era al llegar a cabo San Vicente, hacer rumbo a Ceuta a donde entraríamos de noche y allí pedir una sección del Tercio para que no fuese posible ninguna sublevación a bordo. Nos pareció que el señor comandante estaba de acuerdo con esta idea, pero como digo sin darnos una contestación categórica. Después comentamos entre nosotros esta conversación y decidimos que si al llegar a San Vicente el señor comandante no se decidía en hacer rumbo a Ceuta, entonces obrar por nuestra cuenta.
Pensaba comunicar esta decisión en la cámara a la hora de comer pero no me dio tiempo por lo siguiente: A eso de las doce y media de esa mañana, y estando todavía en la caseta de derrota, el oficial de guardia teniente de navío don José Cañas, desde la puerta de la referida caseta, le dijo al señor comandante:
“Mi comandante estoy observando una actitud especial entre los cabos los cuales se están reuniendo en cubierta y he creído ver alguna pistola”Al oír esto montamos nuestras pistolas y salimos de la caseta. Efectivamente observamos que todos los cabos se dirigían hacia el puente y sacaban sus pistolas de debajo de las marineras. Inmediatamente se me ocurrió decirle al tercero que yo me quedaba en la escala de estribor y que fuese él a la de babor como así hizo.
El alférez de navío Falquina (con la arrancada que lo caracterizaba) quiso ser el primero en dar la cara y por la escala de babor y con la pistola en la mano, bajo a hacer frente a todos los cabos, pero antes de llegar al puente bajo el cabo de artillería Julián Fernández que venía en cabeza, le pegó un tiro en el vientre que le hizo caer.
Yo que observé esto disparé mi pistola contra dicho cabo el cual rodó a cubierta, y desde entonces se sostuvo un intenso tiroteo que durante veinte minutos impidió que nadie subiese al puente. De pronto me di cuenta de que habían herido al tercer comandante, el cual dejó por tano libre la escala de babor, por donde subieron varios cabos, que por cierto y con la cobardía que les caracteriza, al pasar ante el tercero herido siguieron disparando a bocajarro hasta rematarlo. A todo esto el señor comandante y el oficial de guardia se dedicaban a arengar a la marinería, que ajena a todo esto dormía en el castillo. Dicha marinería, casi en su totalidad, respondió con vivas al señor comandante y a los oficiales y salieron hacia popa para armarse y venir en nuestra ayuda. De pronto noté que me habían herido en un hombro e inmediatamente un golpe en el costado que me hizo caer sin sentido. Antes de esto observé que uno de los cabos que habían subido por la escala de babor disparaba por detrás sobre el teniente de navío Cañas, el cual cayó muerto sobre el puente. Cuando volví en mi, me encontré con que dos marineros me llevaban a la enfermería en medio de un fuego espantoso sobre el puente, procedente de ametralladoras instaladas en las Torres 2 y 3. También tengo que hacer constar que los marineros que me llevaban, secundados por otros que habían llegado ya al puente en ayuda nuestra gritaban:
“Canallas, cobardes, alto el fuego, que está don José Mª Otero herido”.Al llegar a la enfermería me curó el médico Solana y me llevaron en unión del alférez de navío Falquina a la enfermería de infecciosos. Todo esto pasaba a la altura del cabo Mondogo costa de Portugal, y tengo la impresión de que si hubiésemos tenido un poco más de suerte y no hubiésemos caído tan pronto, otro hubiera sido el resultado de la sublevación por la cantidad de marinería que venía en nuestra ayuda, pero que al llegar al puente y encontrarse sin oficiales se iban entregando a los cabos y también a las Clases, los cuales aparecieron una vez dominada la situación en cubierta con sus pistolas.
Una vez en la enfermería me vino a visitar el Comité de Cabos, presidido por el cabo Souto, que según él me dijo era el jefe de dicho Comité. Por este Comité me enteré de que habían recibido orden de Madrid de tirarnos al agua a muertos, heridos y prisioneros, pero que ellos no hacían esto por el aprecio que nos tenían y que solamente lo hacían con los muertos, como así hicieron.
También me dijeron que habían registrado mi camarote, y que habían encontrado una porción de papeles que les hacían ver que yo me relacionaba con fascistas y que estos papeles los habían metido dentro de un sobre en donde yo tenía que firmar diciendo que eran de mi propiedad. Los examiné y al ver que efectivamente eran míos (aunque entre ellos iban cartas de mi familia que ni siquiera me hablaban del fascio) no tuve inconveniente y firmé. También me comunicó el referido Comité que el señor comandante debía estar en un estado próximo a la locura, pues pedía a grandes voces (naturalmente yo de esto me enteré por medio de los mismos cabos) que lo detuvieran, que no podía seguir de comandante después de haberle asesinado a sus oficiales y también me enteré de que se negó a ocupar sus alojamientos terminantemente, alojándose en una caseta de proa.
También me dijo el Comité que desde la salida de Santander estaban en comunicación con Madrid sin que nosotros nos enterásemos.
Supe también que las Clases iban haciendo de oficiales, aunque saqué la impresión de que quién mandaba verdaderamente en el barco era el Comité, siendo después del capitán de navío don Joaquín García del Valle (yo creo que antes) el comandante del barco el Oficial 3º Naval de cargo y de Oficial de puente un segundo contramaestre llamado Juan Maniños.
He de hacer constar también, lo verdaderamente inexplicable, como es por la enfermería de infecciosos donde yo estaba, yo creo que pasó a ver como me encontraba casi toda la dotación del barco y todos en una actitud que no me es posible explicar por lo de respetuoso y verdadero afecto.
Al día siguiente y a eso de las siete de la tarde (día 21) entrábamos en Tánger en cuya entrada nos atacó un avión, dándose el caso de que la dotación se metió toda en la protectora y a su paso por delante de la enfermería yo les gritaba: “Canallas, cobardes, no dejéis a los oficiales sin proteger ni a los heridos”, dándose el caso también inexplicablemente de que no me hiciesen nada.
A eso de las ocho me desembarcaron en una camilla, en unión del alférez de navío Falquina y de varios marineros y cabos, lo cuales entramos en el Hospital Español de dicho puerto.
Los dos oficiales (Falquina y yo) entramos conducidos por el Comité y con un oficio en el que se decía que quedáramos detenidos y a disposición el comandante del “Jaime I”. En esta situación estuvimos en dicho hospital, en una sala todos los heridos reunidos. Al día siguiente falleció el cabo de artillería Julián Fernández al que yo había herido, confesándose y arrepintiéndose en alta voz de su actuación pidiéndole perdón al alférez de navío Falquina y dirigiéndose a mí en unos términos que francamente me emocionaron, teniendo que recogerle su última voluntad, que por escrito traslade al ministro de España.
El día 29 falleció el alférez de navío Falquina, al cual dejamos en depósito en el cementerio en espera de poder trasladarlo a Tetuán con objeto de hacerle un entierro con los honores que le corresponden máxime después de haberse comportado como un héroe.
Quiero destacar asimismo, la infame conducta el Ministro de España señor Prieto y del Administrador del Hospital, tanto conmigo como con el teniente de navío Gómez Ruiz que desde el día 21 se encontraba también en el hospital por enfermo. Continuamente nos amenazaban con detenernos en el "Tofiño" o en cualquier barco de guerra. Nos prohibieron las visitas, etc, etc.
Diariamente venían a vernos el médico del “Tofiño” acompañado del Comité del barco, armados con pistolas y de paisano con el propósito de llevarnos al “Tofiño” en cuanto yo pudiese moverme, cosa que se evitó debido a la conducta admirable de los médicos Amiera y Sirven que todo lo que diga de su manera de proceder es poco.
Quiero también hacer constar la conducta de los practicantes Alcalá y Álvarez, el último de los cuales fue echado del hospital, sin duda por su actuación respecto a nosotros.
El día 9 de agosto el señor director del hospital, Dr. Amiera, recibió un telegrama del Juez Instructor de la Flota (un tal Balboa, maestre radiotelegrafista) (3) diciendo que el detenido T. de N. José Mª Otero fuese entregado en el primer barco de guerra y conducido a Málaga. Dicho Dr. entregó el telegrama al señor Ministro de Italia, el cual nos envío al Juez Instructor de Tánger (italiano), el cual al ver que estábamos detenidos nos dijo que en una zona internacional nadie podía estar detenido sin orden suya y por lo tanto si queríamos salir tanto del Hospital como de Tánger que él nos garantizaba dicha salida.
Le dijimos que queríamos entrar en la zona española, eso hicimos el día 9 acompañados por la policía. Este día llegamos a Tetuán (el teniente de navío Gómez Ruiz y yo) presentándonos al general Orgaz y al jefe de las Fuerzas Navales, quedando agregados al Estado Mayor.
De la actuación de los jefes y oficiales del “Jaime I” nada puedo decir de cómo se llevó a cabo, por no habérseme dicho más que estaban detenidos en una casamata. Se que el jefe de máquinas y dos oficiales maquinistas siguen actuando después de haber caído el barco en poder de los rojos.
Tetuán 15 de agosto de 1936
JOSE Mª OTERO (2)
(Rubricado)
Bien hasta aquí la particular versión de un militar sublevado sobre lo sucedido en el acorazado "Jaime I" del 17 al 21 de julio de 1936. Un relato para sus jefes sublevados que éstos publican en la prensa local de San Fernando (Cádiz) un mes después de ocurridos los hechos, con el golpe de estado fracasado y España en guerra. Como es habitual los defensores de la libertad son calificados de asesinos, sin tener en cuenta que las víctimas fueron consecuencia de un intercambio de disparos.
Dicen los franquistas que solo publicamos las versiones republicanas de la guerra, pues bien, aquí está la versión de uno de los sublevados, vanagloriándose de su actuación, de su rebelión contra el Gobierno legitimo, contra su uniforme, contra sus superiores y contra sus compañeros de armas, todo ello con el único objetivo de acabar con el sistema de libertades y justicia social que regía en la España de entonces. Su comportamiento le valió al sublevado José Mª Otero Goyanes la concesión de la Medalla Militar individual, que le fue concedida el 10 de noviembre de aquel mismo año. Acabada la guerra el franquismo recompensó espléndidamente a la familia Otero Goyanes. En el municipio de Ribeira una plaza lleva el nombre del militar sublevado y a la postre fiel y contumaz franquista.
El 25 de febrero de 2014, el Ayuntamiento de Ribeira, desestimó con los votos del Partido Popular la solicitud de retirada de la placa y cambio de nombre de la plaza, contraviniendo así lo dispuesto en la Ley de Memoria Histórica.
1.- Documento facilitado por Miguel Ángel López Moreno
2.- Para saber más del firmante de la carta recomiendo visitar el siguiente enlace: