Lo que sigue a continuación es el extracto de un capítulo del libro "Nueve Artículos sobre Política Naval", de Antonio Ros. publicado en Cartagena en 1937, y prologado por el ministro de Marina José Giral Pereira.
De la combinación entre una gran potencia artillera y una coraza protectora nace el Acorazado. Atendiendo a otros factores, tales como el radio de acción y la velocidad, factores que están en proporción inversa con el desplazamiento y el peso, magnitudes derivadas ambas de la coraza y la artillería, tanto la velocidad como el radio de acción quedan en un segundo plano a la hora de su diseño.
Hasta la segunda mitad del siglo XX, el acorazado era el buque indispensable en cualquier acontecimiento bélico en el mar. Sus potentes cañones, emplazados en las casi inexpugnables torres blindadas, harán blanco, en la acción combativa, a muchas millas de distancia, y su agresión temible le servirá –aparte de la seguridad de su coraza- para ampararse de la artillería enemiga y para defender a las demás unidades que lo acompañan.
El acorazado es barco destinado a hundir al buque enemigo, cualquiera que sea su fortaleza, y salir indemne de la operación destructora. Para ese efecto cuanta con una artillería muy potente, para luchar con sus semejantes, con otra secundaria para barcos de inferior tonelaje y con una coraza, que, con los progresos de la siderurgia, reforzada con con aceros cromados y al tungsteno, los defiende sobradamente de los ataques, por duros y reiterados que estos sean.
Aisladamente, y constituyendo escuadra de combate, es el acorazado el buque más importante de una Flota. Mientras el submarino practica el corso, y el destructor convoya o defiende un puerto, o vigila un estrecho, y el crucero observa al enemigo, adquiere una importante información del mismo, o se lanza a la vanguardia para desorientarlo, el acorazado, dueño del mar, mide sus fuerzas contra todas las del adversario, impone su predominio, protege un desembarco, y destruye y aniquila.
España solo cuenta en la actualidad (1937) con dos acorazados, antiguos, de escaso tonelaje y de análogas características. Hoy, fiel a nuestro Gobierno, uno de ellos, el más moderno, más equipado y en mejor uso: el “Jaime I”. En servicio desde diciembre de 1921 y a pesar de su escaso desplazamiento, 16.400 toneladas, su velocidad de 19 nudos y un radio de acción superior a 5.000 millas náuticas, lleva coraza de 20 centímetros y dispone de cañones de potente calibre (8 de 305 mm.), buena artillería secundaria (20 -diez por banda- de 110 mm.) y modernos cañones antiaéreos, montados en los últimos meses.
Artillería digna de tenerse en cuenta, toda vez que el mismo calibre aparece en las torres de acorazados de más envergadura. De 305 milímetros es la artillería principal de los seis acorazados franceses del grupo “París”, de 22.000 toneladas, y del “Voltaire”, de 17.500; de la misma medida lo llevan los doce cañones del “Arkansas” norteamericano, del año 1927; también montan el mismo calibre los “Oktjabrskaja-Revoluzia”, “Marat”, Michael Frunze” y “Perischskaja”, que figuran en la flota de la URSS, con coraza de 25 centímetros y un tonelaje de 25.500 toneladas.
Recientemente, nuestro “Jaime I”, pudo darse el lujo de asomarse a la bahía de Algeciras y destruir a discreción cuanto quiso, sin que la artillería enemiga lograse, con la repetición de impactos, otra cosa que deslustrar la pintura de sus costados.
Asegura el almirante británico Fisher que "la velocidad es un arma". Los ingleses cuentan con un acorazado de 42 mil toneladas y artillería de 381 mm., el “Hood”, que alcanza los 31 nudos, pero su coraza lo coloca en situación de inferioridad con otros buques de protección más cumplida. Mejor protección antes que mayor velocidad. Así lo entendieron siempre los alemanes y fue el Gran Almirante de la Kaiserliche Marine Alfred von Tirpitz quien sostuvo que "el éxito en el combate naval estriba en no dejarse hundir".
Con más fuerte potencia destructora, o más débil, con coraza de mayor o menor grosor, y con velocidad mejor o peor registrada, lo cierto es que el acorazado es y será el buque insigne e insustituible de toda flota bien organizada. Si es veloz y potente su artillería, impondrá en todo instante el momento y la proximidad del combate. Si su coraza no es liviana, los proyectiles que le alcancen, aún funcionando debidamente sus espoletas e incidiendo con la inclinación de rigor, no destrozaran lo bastante para anular su flotabilidad. En la guerra ruso-japonesa fueron necesarios para hundir cada acorazado ruso cerca de mil proyectiles de más de seis pulgadas lanzado a unos cinco kilómetros. Y el “HMS Invincible”, en la batalla de Jutlandia, pasto de un intenso y duro bombardeo, necesitó, finalmente, para ser hundido que una granada perforase el techo de una de sus torres, explotando en su interior, y que las llamas producidas incendiasen el pañol correspondiente. (1)
(1) De esta forma fue inutilizado el acorazado “Jaime I”, a causa de una explosión en los pañoles de la Torre 3. Ninguno de los muchos bombardeos que tuvo que soportar pudieron con el. No fue una bomba de la aviación, tampoco una granada enemiga, para hundirlo había que hacerlo desde dentro, y así se hizo, un sabotaje llevado a cabo por algún miembro de la dotación acabó con él.
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