jueves, 30 de enero de 2025

LA DESAPARICIÓN DEL SUBMARINO "C-5" (CAPÍTULO V. LA TEORÍA DEL SABOTAJE DEL COMANDANTE)


 


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La teoría del sabotaje del comandante


El capitán de corbeta José Mª de Lara y Dorda era el comandante del submarino ‘C-1’ cuando se produjo la sublevación militar (Julio 1936). Al comienzo de la guerra, según información recogida y publicada por Ramón Cayuela, miembro de la dotación del ‘C-5’ y desembarcado antes de la última misión, en su libro “Relatos inéditos de los submarinos republicanos de la guerra civil española, C-5 y C-2”, Lara y Dorda había intentado cambiar de bando. Con el pretexto de ir a un especialista en Madrid para que le diagnosticara el estado de su brazo izquierdo,  ocultaba su plan de pasarse a los sublevados o encontrar protección en alguna embajada extranjera. El 25 de agosto de 1936 es nombrado oficialmente comandante del ‘C-5’. 



CC José María de Lara y Dorda


En este punto es imprescindible poner de manifiesto que Lara y Dorda fue nombrado por el ministro de Marina, Indalecio Prieto, Jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico el 15/10/1936, al mismo tiempo que mantenía la comandancia del ‘C-5’, nombramiento que apuntala el total desconocimiento que Prieto tenía sobre la actitud  de los mandos a su cargo pertenecientes al Cuerpo General de la Armada. Lara ocupó el puesto de Jefe de las FNC hasta el 24/10/36, fecha en la que fue sustituido por el CC Federico Monreal Pilón.

Según se expone en el libro de los Hnos. Moreno “La guerra silenciosa y silenciada”: 

“Lara decidió, desde el primer momento en que se hizo cargo del ‘C-5’, incorporarse con el buque a las fuerzas nacionales. Imbuido en esta idea, por dos veces renunció a pasarse el solo sin el submarino. La primera ocasión se le presentó en Tánger, cuando ya mandaba el ‘C-5’. El capitán de corbeta Lara lo tenía todo dispuesto y estaba en tierra, provisto de un maletín que contenía algunas joyas valiosas, utilizables como dinero si fuese necesario. No era difícil continuar el camino emprendido pero lo pensó mejor y regresó a bordo tras haber considerado la posibilidad de hacer algo más positivo para la causa nacional, incluso la de pasarse con el submarino.

La segunda ocasión se le presentó en Bilbao donde se le ofreció la oportunidad de pasarse a las líneas nacionales por el frente de Orduña. La respuesta que dio fue que “él no se pasaba más que trayendo un barco para ponerlo al servicio de la España nacional” añadiendo que “lo único que le hacía vivir era la esperanza de poder vengar la traición de que había sido víctima”. A tal efecto, el capitán de corbeta Lara se proveyó de una pistola, dos cartuchos de dinamita y una botella de amoniaco concentrado. Su plan consistía en aproximarse a la costa o a un buque de guerra nacional y obligar, pistola en mano al único serviola que estaba con él en el puente cuando estaban listos para hacer inmersión, a trasladarse a proa o a popa, ordenar conectar el gobierno del buque, que iba en la torreta, al puente. Al subir el timonel, le obligaría a acompañar al serviola y entonces, el personalmente, gobernaría el buque en demanda de nuestras fuerzas. En el caso de que alguien, desde abajo, mirase por el periscopio y se diese cuenta de la maniobra, entonces arrojaría la botella de amoniaco a la cámara de mando para que sus vapores obligasen a la dotación a desalojarla, quedando él dueño de la maniobra. Si esta medida no resultase eficaz y tratasen de cambiar el gobierno o hacer inmersión, emplearía los dos cartuchos de dinamita para provocar las suficientes averías en el submarino que lo inutilizase, con la esperanza, remota de que diese tiempo a que se acercase algún buque nacional.

Si me fallasen los medios de que dispongo para apoderarme del barco, lo hundiré y moriremos todos. Confío en que Dios me perdone”.

El relato anterior lo atribuyen los Hnos. Moreno a una conversación mantenida por Lara y Dorda con el contralmirante en la reserva Roberto López Barral residente en Madrid y que tuvo lugar a finales de diciembre de 1936, sin que existan pruebas primarias de la misma, atribuyendo los autores su veracidad a otras declaraciones del teniente de navío Luis Verdugo en las que nos viene relatar su conversación con Lara a su paso por Madrid. Recordemos que a finales de diciembre de 1936 Lara se encontraba en Bilbao. 

Es inevitable acudir a lo difundido por los franquistas en el caso de la desaparición del submarino ‘B-5’ (octubre 1936), unos argumentos también basados en el posible sabotaje del comandante, según se puso de manifiesto en el expediente instruido para establecer las causas de la muerte de éste último, Carlos Barreda Terry, para atender o no la solicitud de pensión que presentó su viuda alegando que su marido murió defendiendo a los sublevados:

 

En la declaración del capitán de navío Enrique Manera, se especifica patentemente la posibilidad de que la pérdida se debiera a la decisión del capitán de corbeta Carlos Barreda Terry de hundirse con el buque. En ella describe un intento de sabotaje por parte del comandante,  y la mención a la intervención del capitán de corbeta Remigio Verdía (jefe de la flotilla de submarinos destacados en Málaga), en la que tuvo que calmar a la tripulación, es un hecho indicativo muy claro de las intenciones de Barreda.

En el expediente instruido para averiguar las circunstancias en que murió este jefe, fechado el 14 de julio de 1938, consta claramente desconocerse la causa determinante de la desaparición del submarino pero resulta incontrovertible que su comandante era de ideología nacional, pues manifestó a dos testigos que “antes de hacer daño a las unidades nacionales era capaz de hundirse con el barco.”


Como puede, verse la versión del hundimiento del ‘C-5’ por sabotaje del comandante y la del expediente relativo al hundimiento del ‘B-5’ presentan importantes similitudes.

Por otro lado, el épico plan urdido por Lara para entregar el submarino a los sublevados más bien parece el guion de una película de hazañas bélicas, en definitiva el sueño de un traidor, algo mínimamente realizable en cualquier caso, menos aún si como sabemos Lara estaba estrechamente vigilado por toda la dotación y sus órdenes ni siquiera se consideraban, sin embargo los franquistas de ayer y hoy dan, interesadamente, por ejecutado el plan de Lara. Es más, en plena guerra y en un Consejo Superior de la Armada consideraron a Lara como un héroe muerto en acción de guerra, le concedieron la Medalla Militar y a su viuda una pensión militar. 

Desde su llegada al buque, como ya se ha expuesto anteriormente, se pueden contabilizar dos situaciones de peligro a él atribuidas, en Tarifa y en Cartagena, errores voluntarios relativos al torpedeamiento del acorazado ‘España’ y del ‘Almirante Cervera’, estos últimos reconocidos como intencionados por los almirantes Hnos. Moreno, y un tercero, el constatado intento fallido de apoderarse del submarino en Portugalete con la colaboración de otros marinos partidarios de la sublevación. Estas actuaciones están comprobadas, son reales y certifican la condición de traidor de Lara y Dorda. 




Dibujo realizado por el AN Carlos Moya Blanco, comandante del destructor 'José Luís Díez', representando reuniones preparatorias para apoderarse del 'C-5' en diciembre de 1936, en Portugalete, para entregarlo a la armada sublevada. Intervinieron el autor del dibujo, Moya Blanco, el comandante del 'C-5' Lara y Dorda, el comandante del Torpedero Nº3 Sánchez Ferragut, los comandantes médicos Torres Pintos y Valdés Gutiérrez y el comandante de ingenieros navales Cardín Fernández. (Publicado en el libro "Submarinos Republicanos de la Guerra Civil Española).

Tristemente, estos comportamientos traidores eran algo habitual entre los comandantes de la Flota republicana, en mayor medida de los que fueron sacados de las cárceles en las que estaban presos desde julio de 1936 por adhesión a la sublevación, y que fueron destinados a buques, Base, Estado Mayor e incluso al Ministerio, pero no existe caso demostrable alguno en el que estos marinos provocasen el hundimiento de sus buques arriesgando su propia vida junto a las de las dotaciones.


Benito Sacaluga




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