El 17 de junio de 1937 el acorazado Jaime I, el navío más poderoso de la Flota Republicana se hunde en el Muelle de La Curra del Arsenal de Cartagena, donde se encontraba reparando los daños causados en el mes de mayo por los impactos de varios proyectiles frente a las costas de Almería. Pasadas las 3 de la tarde varias explosiones iniciadas en la torre número 3 acabaron con el acorazado. Aún hoy en día se desconocen exactamente las causas de las explosiones, existiendo varias versiones que van desde la causalidad fortuita hasta el sabotaje o el accidente. Desde aquí trataremos de proporcionar argumentos encaminados a concretar los motivos de las explosiones, de la voladura del buque.
Construido en los astilleros de El Ferrol, fue puesto en quilla el 23 de febrero de 1910 aunque no fue entregado a la Armada hasta finales de 1921. Media 139 metros de eslora, 24 de manga y tenía un calado de 7,70 metros. Desplazaba 15.700 toneladas a una velocidad que superaba los 19 nudos. Su armamento estaba compuesto por cuatro torres dobles con 2 cañones de 305/50 mm cada una, 10 cañones de 101 mm por banda, dos piezas de 75 mm y dos de 45 mm. Su dotación era de 850 hombres. Formaba junto con los cruceros Libertad y Miguel de Cervantes el núcleo de la Flota. El 18 de julio de 1936 Benito Sacaluga se encontraba a bordo del buque en calidad de Comandante de Máquinas.
Acorazado Jaime I |
Las desafortunadas actuaciones llevadas a cabo por parte de miembros de su Comité y su constituida Guardia Roja, muy especialmente las relacionadas con los incidentes de los buques prisión Rio Sil y España 3 el dieciocho de agosto de 1936 le convirtieron en objetivo prioritario de la armada sublevada.
Pasados los primeros meses desde la sublevación y después de una reorganización de la estructura de mando y la influencia comunista, el Jaime I se convirtió en potenciador destacado de la defensa de la libertad. A bordo se empezó a editar el diario Amanecer, conteniendo partes de guerra, noticias y consignas, además de resúmenes de discursos de destacados lideres políticos. Colaboraban en Amanecer miembros de la dotación del buque (Benito Sacaluga publicó varios artículos, uno de ellos fue utilizado como prueba de cargo en su Consejo de Guerra), también participaba con regularidad la dotación del crucero Libertad y el Comisario de la Flota D. Bruno Alonso.
LA EXPLOSIÓN
El 17 de junio de 1937 pasadas las tres de la tarde el Comisario de la Flota D. Bruno Alonso se encontraba a bordo del crucero Libertad, siendo testigo ocular de lo sucedido y que relata así:
“Acabábamos de llegar a nuestro camarote en el crucero Libertad cuando una explosión terrible impresionó nuestro espíritu, penetrando una ráfaga de fuego por el portillo abierto. Era la primera explosión del Jaime I que se hallaba a 200 metros de distancia. Me apresuré a salir a cubierta y desde allí, presencié la repetición de unas 40 explosiones de pólvora y proyectiles que arrojaban al aire trozos de hierro y cuerpos humanos.....”
El número aproximado de muertos fue de 300 y más de 100 los heridos, entre ellos marineros en formación de prácticas de artillería y obreros de la Constructora Naval. Gracias a que un maquinista acertó a abrir las válvulas de inundación se impidió que la multiplicación de las explosiones alcanzara al resto de la Escuadra antes de que los buques maniobraran para alejarse del acorazado.
Después de la voladura solo quedaba enterrar a las victimas, se les dio sepultura el día 18 con los debidos honores. En un principio se pensó en la posibilidad de reflotar el acorazado, llegándose a abrir suscripciones populares para recaudar fondos, al final no fue posible y se desguazó una vez terminada la guerra. De forma inmediata se procedió al cese de Valentín Fuertes, Jefe de la Base, ninguno de los mandos del acorazado fue molestado.
LA INVESTIGACIÓN
Para esclarecer lo sucedido se procedió a la apertura de un sumario, el cual quedó a cargo de D. Ricardo Calderón, magistrado de la Sala Sexta del Tribunal Supremo, las pruebas periciales se encargaron al Director de la Constructora Naval (1), D. Esteban Calderón. Las primeras investigaciones apuntaron que durante la mañana se estuvo extrayendo munición de las torres uno y cuatro, no habiéndose operado en la número tres, lugar del accidente, al estar averiado el montacargas a consecuencia del ataque sufrido en Almería, conservándose en esa torre gran numero de proyectiles del 30,5, antiaéreos con espoleta y cartuchos de muy fácil explosión.
Dos hipótesis se contemplaron, una la del sabotaje basada en el quinta-columnismo propiciado por las rehabilitaciones de personal, y la de imprudencia temeraria. En nuestros días Cerezo y Fernández Bastarreche han incluido la posibilidad del desencadenamiento fortuito, aunque sin argumentos medianamente consistentes.
En los años 90 se tuvo acceso a la documentación de las indagaciones que se encomendaron a los cuerpos de Seguridad y que recoge los testimonios de jefes y supervivientes, informes oficiales (en cursiva) del entonces Consejo Nacional Superior de Seguridad en Cartagena (CNSSC), de los que se desprenden entre otras las siguientes manifestaciones y conclusiones :
El primer dato a destacar es la diferencia de opinión entre superiores y clases sobre la consideración de lo sucedido :
“... existe una disparidad de criterios respecto al origen por parte del personal de marinería y personal de la oficialidad, solidarizándose los primeros en la idea de que ha sido producida la explosión por una mano criminal que ha atentado contra las personas y los intereses del Estado./ En contraposición a ello la oficialidad opina que ha sido una imprudencia temeraria...Unos y otros rechazan la posibilidad de una contingencia aleatoria.”
En el sentido indicado se expresó el comandante del buque, Francisco Benavente y García de la Vega que se encontraba en Madrid cuando se produjo el percance :
“...No sabe a que atribuir, exactamente, lo ocurrido, siendo su impresión la de que alguna imprudencia, cometida por alguien que se introdujera subrepticiamente en el pañol haya sido el origen del suceso./ Descarta la teoría de la temperatura excesiva, ya que al ser tomada, sobre las 14 horas aproximadamente, se ordenó fueran puestos en marcha los termo-tanques para refrigerar los pañoles, lo cual se hizo, estando funcionando cuando ocurrió el siniestro...”.
Esta última suposición es por supuesto acertada, máxime teniendo en cuenta que el compartimiento número dos, lindante con la zona afectada, resistió cuando se alcanzaron centenares de grados.
El segundo comandante, José Morales, profundizaba en la misma línea eliminando otra eventualidad;
“... a consecuencia del bombardeo de Almería fue rota la cubierta primera en las inmediaciones de la torre número 3, estando colocados sobre la segunda cubierta sacos terreros, los cuales se mojaban constantemente para evitar posible riesgo de incendio al trabajar en sus inmediaciones con sopletes los obreros de la Constructora, estimando imposible que alguna chispa desprendida pudiera introducirse y pegar fuego en el pañol...”
Al desecharse cualquier imprevisto, incluido el mal estado de las pólvoras, tomaban cuerpo las dos alternativas mencionadas, sabotaje o accidente. En opinión de los que sustanciaban la causa ambas gozaban de entera viabilidad alegando la atmósfera que prevalecía a bordo:
“...por otro lado se aprecia una inobservancia casi absoluta de lo reglamentado para el estado de guerra, lo cual, da lugar a que pueda ser cometido cualquier acto de sabotaje como cualquier imprudencia, ya que al no estar custodiada debidamente una parte tan vital e importante, cual son las torres y pañoles, facilita la acción criminal o imprudente”
Sendas explicaciones se daban la mano al ser el buque frecuentado por el tránsito de obreros y alumnos en prácticas, que gozaban además de una completa movilidad. Alcanzar la santabárbara no ofrecía una gran dificultad, pues aunque
“... los pañoles, según ordenes, debían estar constantemente cerrados y las llaves en situación de permanencia en puerto en una caja destinada al efecto (...) dado a como está montado el servicio si es fácil el que alguien por el interior de la torre pueda bajar a los pañoles y maniobrar...”
El argumento de la impremeditación será interesadamente remarcado por Manuel Gómez, oficial de cargo de artillería y principal sospechoso:
“... al manifestarle nuestra condición de informadores demostró una prisa grande evacuando el informe de forma precipitada manifestando que con ocasión de tener que estar constantemente en plan de combate, cuando estaban en Almería, lo cual llevaba anejo el que durmieran, comieran e hicieran su vida dentro de las torres y pañoles los sirvientes de los mismos, casi afirma que el primer día se hacía lo reglamentado cual era no fumar en los pañoles los sirvientes de los mismos, pero que consideraba que durante días sucesivos y conforme se iba adquiriendo confianza en el lugar de la permanencia, os sirvientes de los pañoles fumaban, quizás al principio con precaución, pero al ver que no ocurría nada, es su opinión que llegaron a fumar con total tranquilidad y confianza, admitiendo la hipótesis de que el accidente fuera producido bien por estar alguno o algunos de los alumnos en prácticas en dicho buque o personal de la Constructora, fumando e indebidamente manipulando en las jarras de pólvora fácilmente, pues en los momentos actuales, debido a las circunstancias, las frisas de dichas jarras estaban aflojadas y sin esfuerzo alguno podrían abrirse...”
También se valoró la experiencia de los que allí realizaban su aprendizaje, que operaban con los sacos de pólvora, concurriendo quien indicó
“...que dada la oscuridad de dichos pañoles, por averías en la instalación producidas en el bombardeo de Almería, encendieran alguna luz cuya llama se pusiese en contacto con alguna materia inflamable produciendo la explosión...”.
Es cierto que aquel mismo día se impartió enseñanza, pero fue en la torre número dos, sin olvidar que los aspirantes iban acompañados de profesores y especialistas.
Para la tripulación lo acontecido dejaba pocos resquicios a la duda, así se desprende de la denuncia vertida contra el precitado Manuel Gómez:
“... es elemento de dudosa garantía y estaba vigilado, narrando un hecho sucedido al oficial de cargo cual es: que por el Alférez de navío D. Federico Vidal se le dijo al referido oficial de cargo que al hacer la descarga del material, debía descargarse primeramente la pólvora, por ser lo más peligroso y después los proyectiles, contestándole que como oficial de cargo hacia lo que estimaba más conveniente. Que sobre las doce y media, aproximadamente, del día de hechos, lo vio salir en traje de gala, saltando a tierra, ignorando las causas de dicha marcha...”
Benavides extraerá consecuencias, culpando directamente al comandante Francisco Benavente, uno de los aprovechables :
Identificará igualmente al autor material:“...alcohólico, zaragatero y fascista. Fue este quien , en complicidad con el ramo de Artillería naval ordenó desalojar los pañoles de proyectiles con preferencia a los de pólvoras, prologo del sabotaje que ocasionó la explosión de los últimos y la destrucción del acorazado...”
“... un cabo electricista de las promociones hechas por Ángel Cervera, tipo meloso, de un catolicismo infrahumano...” Actuaría movido por el deseo de venganza, ya que la expeditiva Guardia Roja había acabado con la vida de su hermano. Al parecer concluida la guerra, recibirá como premio la Laureada de San Fernando.
Las consideraciones expuestas son asumidas por el Comité Comarcal de Cartagena :
“...No es cierto tampoco que la perdida del Acorazado Jaime I fuera como resultado de las imprecauciones de los marinos que fumaban en las cercanías de los pañoles de pólvora. Es verdad que la disciplina era débil en el Jaime I, pero su pérdida se debió a un sabotaje, del cual tuvimos noticias que se preparaba e informamos de ello al Comité Central del Partido...”
Rodríguez Sierra, (oficial maquinista, uno de los fundadores de la Unión Militar Antifascista), lo conceptuará como el lógico desenlace de la política entreguista del Ministro Prieto:
“...Hoy se sabe que la voladura fue planeada y llevada a la práctica en combinación de los elementos fascistas de la Flota protegidos de Prieto con los agentes del General Franco pasados a nuestro campo y embarcados en ella con el beneplácito de Prieto...”
Las causas del siniestro nunca fueron oficialmente esclarecidas. A la vista de lo expuesto podemos intuir las razones. Si la CNT deseaba ocultar sus censurables desatinos, el PSOE no estimará oportuno desentrañar unos sucesos que apuntaban, cuando menos una dirección tan sectaria como errónea en la política naval seguida por el titular de la cartera de Marina Indalecio Prieto.
En el actual estado de la investigación histórica son limitados los riesgos planteados para establecer la certeza absoluta de lo ocurrido. En cualquier caso la mediación prietista – que en aras de una supuesta eficacia revitalizó el Cuerpo General y destruyó las organizaciones de clase – debió ser la verdadera etiología : un sabotaje, si no realizado directamente, si propiciado al relajarse intencionadamente la disciplina por unos cuadros – con las salvedades de rigor – nada proclives a la causa republicana.
¿Qué habría sido preferible : carecer de mandos o tenerlos desafectos?
El acorazado permaneció semi-hundido, no fue hasta finales de 1942 cuando la Armada procedió a su desguace, durante el mismo aún se encontraron en su interior restos humanos de la tripulación. Se procedió a entierro de los restos encontrados en el cementerio cartagenero de Los Remedios en noviembre de 1943. Desconozco por el momento si fueron identificados y avisadas las familias o, lo más probable, se depositaron en una fosa común sin proceder a su identificación tal y como era la costumbre franquista.
Benito Sacaluga.
Fuente consultada : Extractado de "Contribución al estudio de la Flota Republicana".Mvrgetana nº93(1996). Pedro María Egea Bruno.
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