Artículo publicado en el New York Times y recogido en el blog: Sociología Critica
22 octubre 2012
Autor : Jonathan Blitzer
Cada jueves por la noche, en medio de la Puerta del Sol, una pequeña multitud se reúne alrededor de una estatua ecuestre del rey Carlos III llevando a cabo una manifestación modesta. Rara vez hay más de 25 personas, la mayoría de ellos en los 70 años. Lo primero que varios de ellos hacen es desplegar una pancarta que dice: “. Contra la impunidad, en solidaridad con las víctimas del franquismo”A continuación, algunos otros izan la bandera tricolor de la Segunda República Española. Sus bandas de color amarillo, rojo y morado nos remontan a la era de la promesa democrática. Ese período tumultuoso, que comenzó en 1931 con la elección de una coalición de izquierda que envió al rey Alfonso XIII al exilio, tuvo su cuota de disputas políticas y la violencia reaccionaria. Pero también trajo euforia vertiginosa y una serie de reformas igualitarias. Una nueva Constitución consagra el sufragio femenino y la libertad de expresión, mientras que apea a la nobleza de sus antiguos privilegios.
Esos días tenían un aire palpable de celo reformista y la ambición. Hoy en día, en medio de una dolorosa recesión y una crisis de liderazgo político, la promesa de aquella era pasada tiene un apoyo renovado.
El público español se tambalea. Pero a diferencia de los años de la Segunda República, gran parte del drama gira en torno a lo que parece estar sucediendo fuera de España. Los políticos nacionales han sido reducidos a espectadores asediados. La bandera republicana es un acosador símbolo de cosecha propia que subraya el estado enervado de la clase política actual.
Dadas las circunstancias, su relevancia y significado están cambiando. Hasta hace poco, los ancianos españoles que recuerdan los años del dictador Francisco Franco, justo después de la Segunda República, consideraban la bandera republicana con una mezcla de nostalgia dolorida y un destello de fervor militante.
Y los españoles nacidos después de que la democracia fuese restaurada en la década de 1970 tendía a pensar en ella más como un artefacto recóndito que un símbolo de galvanización. Ahora se está haciendo una reaparición de ellos, también, gracias al creciente déficit democrático en la Unión Europea en general, y específicamente en España.
En las manifestaciones públicas contra las medidas de austeridad, una cada vez más diversa variedad de manifestantes, incluidos los jóvenes, ondea la vieja tricolor. El periodista Javier Valenzuela me dijo: “Los jóvenes de entre 20 y hasta 30 años están identificando la bandera como símbolo de protesta contra el actual estado de cosas.”
Los portadores de la bandera republicana en las manifestaciones públicas dicen que tiene una variedad de significados. Algunos citan la memoria histórica de las atrocidades de la Guerra Civil y su legado perdurable de enemistades insepultas. Otros, basándose en la historia de la Segunda República, mencionan el ocaso del prestigio de la monarquía española.
Aún más, llevándola a las manifestaciones como un llamado a la justicia económica en un momento en que el gobierno no está haciendo nada por reducir la brecha creciente entre los ricos y los pobres, un tema principal también durante los primeros años de la República. Como un activista remarcó: “La pregunta no debería ser ¿Por qué estamos viendo más banderas republicanas ahora?, debería ser ¿Por qué no vimos más en los años anteriores?”
La bandera es, fundamentalmente, un cajón de sastre. En el marasmo político actual es difícil para los ciudadanos comprometidos a saber exactamente dónde apuntar con una crítica puntiaguda. Todo parece ir mal. La bandera republicana invita y sostiene el activismo al mismo tiempo que mantiene la crítica flexible y abierta.
El jueves pasado, alrededor de las 7 de la tarde, dos jóvenes de 18 años caminaron hasta el centro de la Puerta del Sol. Uno de ellos llevaba una mochila. Se detuvo un momento, como si estuviera pensando dos veces, y ante la insistencia de su amiga abrió la cremallera de su bolso y sacó una bandera republicana. La bandera cubría sus hombros y se unieron al grupo de mayores manifestantes.
“¿Por qué esta bandera? ¿Por qué ahora? “Le pregunté. “Es porque no me identifico con la bandera española actual”, dijo. Luego, señalando a la bandera vieja colgando de sus hombros, ella se encogió de hombros: “Me siento más cerca de ésta.”
Jonathan Blitzer es periodista y traductor residente en Madrid.
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