Bruno Alonso |
En noviembre de 1937 Juan Negrín y su Gobierno se trasladan desde Valencia a Barcelona, donde desde noviembre de 1936 ya se encontraba el presidente de la República Manuel Azaña, entre otras cuestiones para poner en pleno rendimiento la industria de guerra catalana, que en los meses siguientes quedó bajo la autoridad directa del gobierno de la República. Era necesario compensar la pérdida de las importantes fábricas de armamento de Vizcaya, Cantabria y Asturias. Al mismo tiempo se imponía la autoridad del gobierno central en Cataluña, relegando a Lluís Companys, presidente de la Generalitat a un segundo plano.
En toda la zona republicana se trata de potenciar la colaboración de la población civil en las fábricas de armamento, municiones y pertrechos de guerra. Desde el Gobierno se dan instrucciones en el sentido de concienciar a la población civil, al Ejército y a la Marina de que la guerra es en primer lugar una lucha contra el fascismo, lucha en la que deben participar todos los antifascistas sean cuales sean sus ideas o inclinaciones de orden ideológico. En definitiva se antepone a la República sobre cualquier ideología, militancia política o ausencia de ambas. Lo importante es la República, todo lo demás es secundario y es así porque la República es el todo.
El 12 de diciembre de 1937, un mes después del traslado a Barcelona del Gobierno, la 11ª División Republicana al mando del jefe miliciano comunista Enrique Líster aisla Teruel de la retaguardia del ejercito franquista, plaza en poder de los sublevados desde el inicio de la guerra, dando lugar al inicio de la Batalla de Teruel, dirigida desde el punto de vista estratégico por el Jefe del Estado Mayor republicano, el coronel Vicente Rojo. Dos días antes, el 10 de diciembre, Bruno Alonso Gonzalez, Comisario General de la Flota y de la Base Naval de Cartagena, da una conferencia en el cartagenero Cine Sport ante un público compuesto en su mayoría por soldados, marinos y trabajadores de las fábricas de guerra, francos de servicio, cuyo contenido reproduzco a continuación.
Camaradas, El motivo de reuniros a todos en estas dos conferencias o charlas políticas que quiero pronunciar responde, como siempre, al deseo de convivir con las masas del Ejército y la Marina, haciéndome la ilusión de creer que sigo estando con las masas populares con las que estuve toda mi vida y con las que no es que haya dejado de estar en el tiempo que llevo en los barcos de la Flota y de la Base Naval, pero no me basta, yo quiero aunque sea de tarde en tarde verme con todos, y si no fuese bastante este deseo personal mío, creo que estas reuniones y charlas nunca deben estar de más porque vosotros como yo sabéis que desgraciadamente no hay aún el completo compañerismo que debe haber en las relaciones, el trato y cordialidad necesarios.
Hay todavía prejuicios, diferencias, hostilidades en las relaciones entre las distintas Armas que deben orillarse, deben terminar habiendo un contacto, una compenetración, entre los soldados, la infantería de marina y los marinos de la Flota allí donde quiera que se encuentren. Deben considerarse como hermanos ya que defienden la misma causa y deben tener el mismo sentido de solidaridad.
Quiero echar ante vosotros una ojeada retrospectiva con respecto a lo que hemos hecho en el transcurso del periodo que ocupo como Comisario General de la Flota y de la Base. Va a hacer un año que fui nombrado, arrancándome de las milicias santanderinas ya encuadradas en el Ejército Popular. Desde entonces he de proclamar el profundo, indudable y enorme progreso obtenido en moral, disciplina, cultura, corrección y eficacia de los barcos y dotaciones, progreso operado igualmente en las unidades de tierra.
He visto con satisfacción como hoy, los marinos de la Flota y los militares de tierra responden con una disciplina y moral admirables a todas las obligaciones que la guerra les impone. Como ejemplo de esos defensores magníficos ponemos la conducta de las compañeras de producción de Cartuchería que han elevado su producción en más de 600.000 cartuchos. Quiero rendir a ellas, como a todas las dependencias, el ejemplo de abnegación, pero si me preguntáis después de esto si me encuentro satisfecho con el resultado, os digo que no. Fui siempre un ambicioso de las buenas obras y en las actuales circunstancias, todo lo que se haga a favor del triunfo de España me parece poco y se que mucho no se debe a la falta de voluntad ya que muchos de los Comisarios actúan brillantemente y el esfuerzo y voluntad de todos y principalmente de los jefes ha contribuido a esta labor. Nuestra capacidad de rendimiento puede ser mayor, ya que aún no existe en alguno de nuestros mandos y en alguno de nosotros el espíritu de solidaridad que debe presidir todos nuestros actos.
Aún hay quien recela del deber de los Comisarios Políticos, aún hay quien cree que el Comisario tiene una simple función de policía; hay quien cree que el Comisario ha venido a sustituir al técnico y al jefe, pero el Comisario debe cuidar de la lealtad de todos; tiene la misión de dar una conciencia ciudadana a estos jefes y a estos técnicos, para hacer de este Ejército, de estas masas un Ejército del Pueblo que sepa tener conciencia antifascista y aún hay, repito, un poco de confusión en lo que es el deber de cada uno y de todos, y yo he de esforzarme por sostener que en todo momento estamos obligados a defender y practicar las obligaciones que contraemos. Este deber y esta obligación son mayores que ayer y anteayer.
Yo he sido hombre que he creído siempre, ante todo, en la fortaleza de las fuerzas propias y el valor y decisión de aquellos que por pertenecer a nuestras organizaciones estaban obligados a defenderlas con su moral y a veces con su sangre. Yo no he pensado que esta victoria nos la haya dado nadie. No me hice nunca grandes ilusiones de que la victoria nos la iban a regalar las democracias. La victoria tenemos que ganarla nosotros; solo así, además, nos haremos dignos de ella. Hay que poner a contribución cuantas energías nos quedan a favor de nuestra causa. No hay que hacerse ilusión de que todo está hecho, hay mucho camino por recorrer.
He dicho muchas veces que la incomprensión y recelo de nuestra retaguardia nos hacen más daño que las balas fascistas. Hay mucha gente que debe predicar con el ejemplo, que es el mejor postulado. Tenemos que hacer todos un examen moral para saber si podemos estar seguros y tranquilos de que estamos haciendo todo cuanto pueda servir a la causa de nuestra República y del pueblo.
Hay mucha gente que en vez de la vigilancia de los servicios de nuestra retaguardia, atenta con sus actos los deberes y las órdenes que nuestro Gobierno impone a los leales a la República. Lo que interesa saber es si los obreros que trabajan para la guerra están mejor o peor que antes.
Hay mucha gente fuera de las armas y de la disciplina en una manera y otra que se piensan que la República ha establecido Comisarios Políticos encargados de dar a las fuerzas un contenido político, si, político, en defensa de la libertad y la independencia de España. Aún no nos hemos querido dar cuenta que la Marina y el Ejército tiene que ser de todos y para todos, de todos los antifascistas y para todos los antifascistas solo con una línea certera, sin olvidarse de dar una conciencia política, no apolítica, una conciencia del deber revolucionario, que es una conciencia antifascista.
Es así como podemos ganar energías que se pierden, superando diferencias de clase, entidad o grupo. Yo tengo una conciencia marxista, pero tengo el deber en este momento de unir a los marxistas y a los no marxistas, tengo el deber en este momento de sumar a todos los antifascistas. Algunos amigos me dicen que he renunciado a mi condición de marxista, yo digo que estoy defendiendo la fraternidad de los que están muriendo por nuestra causa. ¿Qué pasaría si yo no procediera así? Yo tendría la responsabilidad ante la historia del drama que estamos viviendo. Creo que debo proceder así. Los que están en las trincheras renuncian a todo, igual debemos de proceder nosotros.
Ha de ser la conciencia libre del país la que determine la obra que se ha hecho y que actualmente nadie se sienta satisfecho por lo que se ha hecho hasta el presente. Se refiere a los deberes que todos tenemos en el frente y en la retaguardia. Que los hechos respondan a las palabras. Yo soy responsable de la línea política, responsable de la unidad ante el Gobierno y ante el pueblo, debiendo procurar eliminar todas las cosas que nos dañan y así el pueblo y la República saldrán libres de sus enemigos.
La postura del Gobierno de Negrín y el discurso de Bruno Alonso dejan clara la necesidad de anteponer la defensa de la República a cualquier sigla o ideología, a cualquier militancia en organizaciones políticas de izquierda y exige unidad frente al fascismo. Con las debidas adaptaciones y atendiendo al fondo de la cuestión el discurso de Alonso perfectamente podría estar hoy vigente en España, a pesar que han transcurrido casi 80 años. Lamentablemente así es.
Benito Sacaluga.
Fuente: Diario Venceremos. Fondos Archivo Municipal de Cartagena
Gracias Benito, leer tu post me hace sentir orgulloso de ser nieto de Bruno ALonso. Abrazo
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