miércoles, 26 de junio de 2019

LOS BUQUES DE GUERRA ALEMANES E ITALIANOS SE RÍEN DEL PACTO DE NO INTERVENCIÓN






Álvarez del Vayo, (sentado con gafas), en una reunión
del Comité de No Intervención.
A finales de agosto de 1936 los 27 estados europeos, todos menos Andorra, Liechtenstein, Mónaco, Suiza, y  Ciudad del Vaticano, suscribieron el "Acuerdo de No Intervención en España". Dicho pacto obligaba a los firmantes a abstenerse rigurosamente de toda injerencia, directa o indirecta, en los asuntos internos de España, y prohibían la exportación, reexportación y el tránsito a España, posesiones españolas o zona española de Marruecos, de toda clase de armas, municiones y material de guerra. Para el cumplimiento del acuerdo se creó en Londres el 9 de septiembre un Comité de No Intervención, (una gran farsa diplomática) bajo presidencia británica, en el que estaban representados todos las principales potencias europeas, incluidas Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética.

Para que el pacto se cumpliera se dispuso vigilancia naval en las zonas marítimas de la península y las islas Baleares, una vigilancia que debía afectar a la intervención activa o pasiva de buques de guerra extranjeros y al control de buques mercantes que transportasen suministros extranjeros, bien para la República o bien para los ejércitos sublevados. Las zonas de vigilancia se repartieron de la siguiente forma:

Francia: Todo el litoral gallego y parte del asturiano hasta Avilés, en el sur las aguas existentes entre Ayamonte (Huelva) y Almería, y las zonas marítimas de Mallorca e Ibiza.

Gran Bretaña: Las aguas comprendidas entre Avilés (Asturias) e Irún (País Vasco).

Italia: Aguas entre Castellón y Port Bou (Gerona), y las de la isla de Menorca.

Alemania: Todo el litoral entre Almería y Castellón.

Alemanes e italianos incumplieron el pacto desde el minuto uno en beneficio de las tropas sublevadas del general Franco. Gran Bretaña y Francia miraron para otro lado. Muchas fueron las quejas de la diplomacia española motivadas por los escandalosos incumplimientos de germanos e italianos, reclamaciones que se iniciaron nada más firmarse el Pacto y que se prolongaron durante casi toda la guerra. Reclamaciones españolas que no obtuvieron respuesta, ni adecuada ni efectiva, de ninguno de integrantes del Pacto, con la única excepción de la Unión Soviética, nación que, a la vista de los acontecimientos y de las ayudas de todo tipo que los sublevados venían recibiendo de Italia y de Alemania desde el inicio de la guerra, decidió en octubre de 1936 prestar ayuda material a la República Española.

El ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, viaja a Cartagena entre el 21 y 23 de noviembre de 1936, al objeto de comprobar in situ las agresiones sufridas por varias unidades de la Flota en el puerto de Cartagena. A su vuelta a Madrid emite un informe para el Consejo de Ministros, detallando además una serie de informaciones, relativas a la actividad de los buques de guerra alemanes e italianos en las aguas jurisdiccionales españolas, actividades que se venían realizando desde el momento mismo del inicio de la guerra. 

Reproduzco a continuación el texto íntegro de una nota facilitada a la prensa el 23 de noviembre de 1936, por el Ministerio de Marina y Aire:


El informe del ministro de Marina y Aire cabe resumirlo así:  
No ha sido preciso esperar que los Gabinetes de Berlín y Roma reconociesen al Gobierno Franco para advertir que los buques militares de ambas naciones, que en número crecido pululan desde julio último por nuestras costas, realizaban acciones reñidas con los deberes que impone la neutralidad, dedicándose al auxilio de las escasas unidades de la escuadra española que quedaron en poder de los rebeldes. 
La Flota republicana ha sido constantemente espiada por dichos buques extranjeros, que en estratégicas posiciones podían darse cuenta perfecta de los movimientos de aquélla, los cuales eran al instante conocidos por los buques rebeldes. Además, hay señales bastante claras para asegurar que en base de idénticos servicios de espionaje venían efectuándose los ataques aéreos que han sufrido algunas de nuestras naves del Mediterráneo. 
Procede, para que esto no se limite a una vaga generalización, formular las debidas puntualizaciones: 
El día 4 de Agosto, al disponerse a realizar la Flota republicana un ataque contra Ceuta, apareció antepuesto el acorazado alemán "Deutschland", que previamente fondeó delante de la fortaleza del Hacho (Ceuta), por lo cual hubo de desistirse de la operación, encaminada a impedir el envío de los refuerzos que los facciosos embarcan allí. 
Durante la estancia en Málaga de la Flota republicana, hasta mediados de Septiembre, raro fue el día que no aparecieron en dicho puerto un acorazado, un crucero o un destructor alemán, cuyas estaciones radiotelegráficas participaban al enemigo los movimientos de los barcos. Las noches de bombardeo, el buque alemán de servicio permaneció iluminado, con lo cual se indicaba de modo perfecto el emplazamiento de la ciudad, resultando inútil que en ésta se apagara por completo el alumbrado. En esa misma forma procedieron un buque de guerra alemán y un italiano la noche que la escuadrilla de junkers encargada de los bombardeos nocturnos realizó el dispuesto contra Alicante. Con la presencia de barcos de guerra alemanes hicieron alternar siempre otros italianos. 
Cuando la Flota republicana se hallaba en el Cantábrico, al salir de Gijón el conjunto de ella, en operación hacia Bilbao, surgió un crucero alemán, que la siguió de cerca hasta llegar a Bilbao la tarde del 26 de Septiembre. Al día siguiente, cuando la flota marchaba a bombardear algunos objetivos en la costa guipuzcoana, fue objeto también de estrecha vigilancia por el mismo acorazado, qué apareció a la altura de Ondárroa, convoyando a un buque cablero de la misma nacionalidad. La disposición de los pescantes del cablero hizo sospechar que fuera él quien minó el puerto de Bilbao, pues conviene advertir que entonces no contaban los rebeldes con ningún buque minador, siendo muy difícil efectuar operación semejante con embarcaciones no preparadas especialmente. 
Al regresar del Cantábrico la Flota y salir de Cartagena el "Méndez Núñez" y tres destructores para reunirse a ella, fue comunicada esta salida a los rebeldes por un destructor alemán que se hallaba a la entrada del referido puerto. A partir de entonces se ha acusado frecuentemente la presencia de un buque de guerra alemán a la entrada de Cartagena, sin duda con el encargo de comunicar a diario la situación de nuestros barcos. A veces ese buque levaba anclas y describía un círculo completo alrededor de nuestras naves para imponerse de la situación de cada una de ellas y de su estado de conservación, apareciendo de nuevo más tarde para comprobar si continúan en el mismo fondeadero. 
Esta última semana se han registrado bombardeos nocturnos desde el mar contra algunos puntos de la costa de Levante y han sido echados a pique varios buques españoles que cargados de víveres navegaban por el Mediterráneo. Unos y otros hechos, efectuados siempre de noche, han sido atribuidos al crucero rebelde "Canarias". Hay motivos suficientes para creer que esas agresiones no ha podido realizarlas totalmente el citado buque, cuya presencia en sitios muy distantes de los lugares en que ocurrieron algunos ataques pudo ser perfectamente comprobada. Por lo tanto, es lógico deducir que buena parte de esas agresiones cometidas al amparo de la obscuridad corrieron a cargo de buques de guerra extranjeros. 
Expuestos estos antecedentes, llegamos al relato de lo ocurrido ayer en Cartagena: 
A las nueve de la mañana, dos de nuestros cruceros, él "Cervantes" y el "Méndez Núñez", que juntamente con el acorazado "Jaime I " se hallaban a la entrada del puerto, fueron atacados por varios submarinos. Los torpedos que se lanzaron contra el "Méndez Núñez" no dieron en el blanco. Uno de los disparos contra el "Cervantes" lo alcanzó en popa por la banda de estribor produciéndole averías. Los puntos, muy distantes entre sí, en que se hallaban el "Méndez Núñez" y el "Cervantes", y el escaso tiempo que medió entre los disparos contra uno y otro, así como la opuesta dirección del lanzamiento de los torpedos, permite afirmar que los submarinos agresores fueron, cuando menos, dos.  
Estos sumergibles forzosamente han de pertenecer a una escuadra extranjera. Los rebeldes no han dispuesto en ningún momento de submarinos, pues todos los de bandera española han permanecido fieles al Gobierno. De nuestros arsenales, sólo uno, el de Cartagena, que está en nuestro poder, se halla capacitado para construcción de esa clase de embarcaciones. Los rebeldes, por consiguiente, ni contaban con submarinos ni los han podido construir. 
En la Jefatura de la Base Naval de Cartagena hay trozos del torpedo que averió al “Cervantes". Los torpedos italianos son iguales a los que usa la Marina española. El examen del material recogido permite asegurar que el torpedo no es ni español ni italiano, apreciándose claramente la diferencia en la clase de los tornillos. 
Después de la agresión relatada, se aproximó a la entrada del puerto de Cartagena un destructor alemán que durante el ataque estuvo a la vista, pero bastante alejado, v después de apreciar los efectos de la agresión volvió a alejarse.
Fuente del comunicado: Hemeroteca Digital de la BNE.




Benito Sacaluga. 

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