El 20 de julio de 1936 el acorazado “Jaime I” navega desde Vigo rumbo a Cádiz. Los radiotelegrafistas ya han avisado a la dotación del levantamiento militar en África. La dotación se organiza para evitar que el buque caiga en manos de los sublevados. Ese mismo día, a las 12 en punto de la mañana, la dotación hace prisioneros a 13 Oficiales y 3 Jefes que estaban comiendo. A continuación un grupo de cabos y marinería, en el que encuentra el cabo de artillería Julián Fernández Diego, se dirige al puente de mando para detener a los Oficiales que allí estuviesen, entre ellos se encontraba el teniente de navío José María Otero Goyanes quién dispara su pistola contra el cabo Fernández cuando éste subía por la escalerilla de acceso al puente (1), hiriéndole de gravedad, provocando así el posterior tiroteo en el que hay muertos y heridos, tiroteo que se zanja con la detención de todos los oficiales y conservación del buque a las órdenes del Gobierno. Nada más llegar el acorazado a Tánger Julián Fernández es trasladado al Hospital de la ciudad, lugar en donde fallece.
(1) Autoría del disparo reconocida por el propio José Mº Otero Goyanes en informe que envía a la Jefatura de la Base Naval de Cádiz el 15 agosto de 1936. Otero Goyanes logró escaparse del Hospital de Tánger con la ayuda del Juez Instructor de dicha plaza y vía Tetuán incorporarse a la Armada sublevada.
El diario “El Popular” de Málaga se hace eco de la muerte del cabo Fernández, publicando el siguiente artículo, firmado por un miembro de la tripulación del acorazado:
EL DOLOR DE LA MARINERÍA ANTE LA MUERTE DE UN CAMARADA
El dolor cubre con su negro manto a todos los marinos por la muerte de un camarada. Cuando los pronósticos eran más halagüeños la maldita Parca tronchó la vida del héroe anónimo.
Julián Fernández Diego, cabo de artillería de la dotación del acorazado “Jaime I” acaba de fallecer en el Hospital de Tánger. Los plomos certeros del adversario atravesaron su pecho puesto al descubierto en la defensa de los más caros ideales.
El desenlace que ayer nos comunicaron, abrió la herida profunda que, taimadamente y con plena consciencia de los actos, nos han inferido los traidores a la República, los enemigos del Progreso y de la Libertad.
Uno menos entre los millares de luchadores que se levantaron en armas en defensa de las libertades amenazadas, representa una pérdida enorme y de suma importancia. Todos unidos hemos de enfrentarnos con el adversario dispuestos a perder, si es necesario, el amado tesoro de la vida. Pero esto ha de ser para derrotarlo definitivamente, descalabrarlo por completo.
Julián Fernández no pereció en medio de esta lucha que estamos dispuestos a seguir con su ejemplo de heroísmo los marinos españoles, ha muerto en los momentos de máxima emoción, cuando todos los corazones palpitaban al unísono, en el preciso instante en que la avalancha invadía la cubierta del acorazado empuñando un arma, pero su gloria
no ha de ser menos imperecedera, esa gloria caracterizada por el arrojo y valentía tan singular desplegados en la contienda para la toma del buque.
No te olvidamos, camarada. Tu rasgo de elevada dignidad y hombría lo llevamos esculpido con caracteres indelebles en nuestro corazón. La Historia, la verdadera Historia, que sabe premiar las buenas acciones, lo tendrá en cuenta para la posteridad. Desde este castillo flotante, que fue tu hogar largos meses, te rendimos el merecido tributo de admiración. Los que quedamos sabremos recoger tu siembre de ardor exaltado por la causa. Con el puño en alto, símbolo de honradez, te saludamos silenciosamente.
La sangre derramada a raudales por todos los amantes de la Libertad, entre los cuales quedas inscrito para la eternidad, será abono fecundo para un mañana venturoso, ese mañana que los retardatarios de toda laya pretenden ahogar en su gestación, pero que los hijos del pueblo, los marinos españoles, no consentirán de ningún modo.
¡Descansa en paz, heroico espartano de un mundo nuevo! ¡¡ Descansa en paz!!
Carlos Romero
Acorazado “Jaime I”.
Málaga.
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Nota.- Apunta el autor del artículo que la Historia no olvidaría a Julián Fernández Diego. Tenía razón, hoy, 86 años después de su muerte, se le sigue recordando.
Enlaces de interés:
El 18 de julio de 1936 en el acorazado "Jaime I"
El 18 de julio de 1936 en el acorazado "Jaime I", otra versión más.
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